Día del Mar rinde homenaje a la historia y arqueología que se conserva en su profundidad

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José Bettencourt, Juan Guillermo Martín, Ana Crespo, Oscar Álvarez y Roberto Junco.

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01 jun 2018

Hasta hace muy poco, el mar era la conexión principal con los rincones más remotos del planeta. Fue este el camino que utilizaron los conquistadores europeos para alcanzar el continente americano, y con ello, de una u otra forma, se definió lo que ahora somos; también fue un campo de batalla importante en donde los imperios del mundo moderno zanjaron sus diferencias.

Así es que no es de extrañar que en sus profundidades reposen las huellas de ese pasado que se ha convertido en patrimonio cultural de los pueblos. Razón lógica para que este año, la cuarta versión del Día del Mar, efectuado el 30 de mayo, conmemore el papel del océano, desde la arqueología y la historia.

El Museo Mapuka y el departamento de Física y Geociencias de Uninorte, en alianza con la Comisión Colombiana del Océano, abrió un espacio para compartir experiencias con expertos de México, España y Portugal. El evento titulado “Historias del mar: conexiones marítimas a través de la arqueología y la historia” contó con la asistencia de estudiantes, investigadores, docentes y oficiales de la Armada Nacional colombiana.

De acuerdo con Juan Guillermo Martín, director de Mapuka, este año quisieron enfocarse en un tema coyuntural para el país y que tiene impacto internacional: la reciente legislación colombiana en torno a la gestión del patrimonio cultural sumergido, que conlleva a su comercialización, en contravía de la normativa internacional en la materia que lo que busca es su protección, investigación y conservación. . 

“En el año 2013, Colombia sancionó la Ley 1675 con la que definió que una parte de los contextos arqueológicos no era patrimonio cultural de la Nación, esto con el propósito de sacar provecho económico a través de su comercialización. Es una ley que eufemísticamente se hizo para proteger pero que al final atenta contra nuestro patrimonio cultural. Por esta razón Colombia se negó a formar parte de la convención de la Unesco de 2001, que busca la protección del patrimonio cultural subacuático de la humanidad y que ha sido ratificada por 60 países”, señaló.

A propósito de los países en los que la conexión entre el mar, la arqueología y la historia se ha fortalecido, Ana Crespo Solana, experta en historia ambiental y comercio transatlántico en los siglos XVI al XVIII, compartió el proyecto que lidera For Sea Discovery. Una investigación financiada por el Consejo Europeo de Investigación, que relaciona la historia marítima y subacuática a través de la dendrocronología.

“Con este proyecto hemos realizado inventarios exhaustivos de fuentes históricas y geográficas, glosarios, levantamientos en 3D, hemos recolectado información sobre maderas antiguas y lo más importante: hemos hecho un análisis de la procedencia de la madera desde los siglos XV y XVI”, indicó.

Según Crespo, compartir este tipo de modelos y experiencias resulta indispensable en para la construcción del conocimiento científico del pasado. “Poder compartir los trabajos que realizamos desde distintos lugares nos permite enriquecernos y crear alianzas interculturales para desarrollar proyectos relevantes en la historia de un país”, expresó. 

Una de las razones que motiva a la investigadora del CSIC a adelantar este tipo de proyectos tiene que ver con el manejo inadecuado que el Estado da a estos hallazgos. “Supuestamente el Estado quiere preservar estos descubrimientos pero en realidad lo que busca es explotarlos y es nuestro deber protegerlos”, agregó.

Por su parte Roberto Junco, director del área de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), compartió la experiencia de este grupo de investigación, haciendo énfasis en algunos de los proyectos adelantados. “La arqueología subacuática inicia en México a mediados de 1979, cuando dos norteamericanos encontraron en nuestro arrecife Cayo Nuevo, dos cañones de bronce y un ancla que ahora hacen parte del museo de Campeche”, contó.

Junco hizo especial énfasis en el proyecto que actualmente dirige “El galeón de Manila en Baja California”. El galeón de Manila era  como se conocía a la ruta comercial que comunicaba el puerto americano de Acapulco con Asia. Esta comunicación inicia en 1565 y durante  250 años desarrolló una economía global. 

“Encontramos restos de porcelana china durante este proyecto, lo cual fue muy emocionante, pues esas porcelanas eran algo sumamente valioso en esa época y las mayólicas mexicanas que conocemos hoy están inspiradas en ellas”, afirmó.

Para Junco, las publicaciones de estos trabajos son vitales. Si no se comparten es como si no existieran, dijo. “Hemos invertido tiempo y esfuerzo en la realización de documentales, comics, videos, capacitaciones y proyectos por medio de los cuales compartimos estos hallazgos y sus resultados con las comunidades a las que le pertenecen. Esa es la única manera de dar a conocer esta información y concientizar”, añadió. 

José Bettencourt, profesor de la Universidad Nova de Lisboa, fue otro de los conferencistas. Dio a conocer sus experiencias subacuáticas en Azores, en donde adelanta un detallado inventario de pecios en los alrededores del puerto de Angra. Un ejemplo de cómo las universidades pueden adelantar programas permanentes de investigación marítima con presupuesto limitado.

Finalmente, los especialistas insistieron en la necesidad de adelantar estudios científicos relacionados con el mar, con una perspectiva inter-disciplinaria y desde una perspectiva de larga duración. Con este Día del Mar se comienza a fortalecer una red internacional de cooperación relacionada con el estudio de los paisajes marítimos y el patrimonio cultural subacuático de la humanidad.

Por María Celeste Lozano

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