"El Caribe es sinónimo de lucha, de perseverancia y de resiliencia. Nosotros debemos hacer gala de esas características", Darina Moyse

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Darina Moyse Jaramillo, merecedora de la medalla de plata del programa de Contaduría Pública.

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16 mar 2019

Discurso de Darina Ivonne Moyse Jaramillo

En Colombia, tan solo el 51,5% de los estudiantes que gradúan de secundaria logran acceder a la educación superior. Es decir, gran parte de los jóvenes entre los 18 y 24 años no tienen la oportunidad de formarse más allá de la educación básica. El panorama resulta aún más impactante y desolador si se tiene en cuenta que cerca de la mitad de los que ingresan a la educación superior abandonan sus estudios prematuramente.

Quizá no nos demos cuenta, pero quienes estamos aquí presentes hacemos parte de un pequeño porcentaje de colombianos que, ante las vicisitudes propias de un país altamente desigual y con pocas oportunidades de movilidad social, tenemos el deber de transformar las condiciones que impiden que la educación sea un derecho accesible para todos.

Ser parte de esta minoría no es tanto un privilegio como una responsabilidad inmensa con el país. Tenemos el deber de liberar a Colombia de los eternos vaivenes de violencia y corrupción a los que ha sido sometida por décadas y demostrar que la ética no es un asunto restringido a las aulas. Nosotros, como egresados de la Universidad del Norte, somos los encargados de generar optimismo y restaurar la fe en el progreso que unos pocos nos han arrebatado como sociedad. Lo que obtenemos hoy, reitero, no es tanto un logro como un imperativo que debemos tener presente en todo momento de nuestra carrera profesional. Esto es cierto tanto para aquellos que egresan de disciplinas afines a las ciencias sociales, como para quienes nos ubicamos más cerca de las ciencias administrativas y naturales. No hay profesión que pueda adolecer de responsabilidades morales y de consideraciones éticas.

Esta responsabilidad que tenemos no es solo con el país, pues la universidad de la que hoy egresamos se encuentra en Barranquilla, una de las ciudades más importantes de la región Caribe colombiana. Esta región, además de la riqueza de su suelo, la diversidad de sus paisajes y la calidad de sus habitantes, es una de las regiones que no solo ha sufrido los más altos niveles de pobreza en todo el país, sino también las peores consecuencias de la violencia. Aunque este sea un dato ignorado por muchos de nosotros, habernos formado en este territorio debería incentivarnos a luchar para que nuestros coterráneos no padezcan lo que, posiblemente, varios de nuestros ancestros han sufrido. El hambre y la desigualdad deberían ser los mayores enemigos de quienes se forman en este litoral. Nuestra responsabilidad es también territorial.

Quienes hoy graduamos, entonces, debemos cargar en nuestros hombros las condiciones de un pasado oprobioso, pero no para lamentarnos por su existencia, sino para promover las condiciones de su transformación. El Caribe es sinónimo de lucha, de perseverancia y de resiliencia. Nosotros debemos hacer gala de esas características y enarbolar una bandera que trasciende pueblos y particularidades. Somos, ante todo, ese Caribe que vio crecer a José Félix Fuenmayor, a Álvaro Cepeda Samudio, a Marbel Moreno y a García Márquez. Somos ese Caribe que destila alegría y que sigue inspirando a tantos. Nosotros, como uninorteños, somos el motor de este Caribe que tanto nos necesita.

Sin embargo, no todo lo que hoy adquirimos son compromisos. Hoy también estamos celebrando el haber avanzado constantemente hacia este objetivo. Hoy celebramos que podemos cerrar un ciclo que nos demandó ingentes esfuerzos. Hoy recordamos y guardamos para siempre las mejores memorias de nuestra época universitaria. Además de un diploma, nos llevamos a nuestros compañeros de clase y a los profesores que con ahínco nos formaron.

Este título que estamos por recibir posiblemente no lo merezcamos tanto nosotros, como quienes durante toda una vida han estado siguiendo de cerca nuestro proceso. Nos dieron fuerzas cuando la motivación menguaba. Ustedes que, muchas veces en silencio, se privaron de lo que merecían para vernos llegar aquí. Ustedes, padres, posiblemente estarán más orgullosos que nosotros cuando salgamos de este recinto. A ustedes quiero decirles que no hay palabras que puedan representar el agradecimiento que llevamos dentro. Sus vidas de sacrificios y esfuerzos merecen más que un discurso. Es por eso que quiero decirles que el objetivo logrado es todo suyo, y que la fuerza que nos ayudó a conseguirlo fue su amor y apoyo constante.

Por último, quisiera desearles a todos una vida llena de éxitos personales y profesionales. Habrá retos y momentos en los cuales rendirse sea la opción más sencilla, pero nada de eso debe amilanar las capacidades que todos los presentes tenemos. Esta graduación es una demostración de lo que podemos conseguir, pero definitivamente no es el final del camino. Ahora es cuando debemos enfrentarnos al miedo, a la frustración y a la angustia. Ahora es cuando nos enfrentaremos a nosotros mismos y debemos comprender qué lugar queremos ocupar en el mundo. Hoy propongo no rendirnos nunca y siempre luchar por nuestras metas. Que retroceder no sea una opción y que nuestras pasiones acompañen siempre nuestro ejercicio profesional.

Hoy recibimos un título que quizá, por sí solo, carece de significado. Somos nosotros, quienes nos formamos en esta alma máter, quienes lo dotamos de valores. Un título no hablará por nosotros tanto como lo harán nuestras acciones. Por eso los insto a que nuestros actos siempre demuestren el conocimiento, la bondad y la rectitud que nos distingue y nos distinguirá desde ahora y para siempre. A partir de hoy, debemos llevar el sello de la Universidad del Norte en alto. Solo resta decirles: ¡Felicidades!

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