El Carnaval más allá de la festividad

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10 feb 2015

Desde hace poco más de un mes, en el ambiente de Barranquilla se respira fiesta. Durante los días previos al Carnaval el jolgorio del barranquillero se vive en cada esquina, los colores fuertes iluminan las calles. Mientras las marimondas y monocucos visten las casas de los más fiesteros y los carros se empañan con maicena —la única época del año en que está de moda mantenerlos sucios—. Pero ¿qué hay más allá de la tradición cultural y el goce colectivo?

El Carnaval de Barranquilla, que no solo se vive en la ciudad sino en todo el departamento, es una parte intangible de la vida de esta comunidad, porque es la representación misma de la idiosincrasia costeña. Bajo la festividad se reúnen ríos de gentes, su influencia cultural permea la sociedad y su impacto incluye el aspecto social, comercial e incluso la salud pública. Expertos de Uninorte hacen un diagnóstico del evento desde distintas perspectivas.

La industrial cultural vs la tradición
Con cada nueva edición del carnaval se hace más evidente la tensión entre la tradición y las expresiones contemporáneas. Sus manifestaciones propias han quedado en un segundo plano dentro de la programación de los cuatro días. Llena de eventos masivos de gran fuerza comercial, como los festivales, conciertos, fiestas de hoteles, clubes y discotecas. Mientras tanto, las verbenas populares y el arte en la calle disminuyen notablemente.

"El Carnaval cada año pasa por una crisis, porque es una fiesta de desarrollo cultural costeño, pero a partir de que fue declarado Patrimonio intangible y oral de la humanidad, y que se volvió el orgullo de la ciudad, cada vez se institucionaliza más, entonces corre peligro. El carnaval en su esencia es desorden, invento ciudadano, es burlarse de las cosas, disfrazarse, pero para participar hoy en día tienes que tener toda una infraestructura, tienes que tener padrinos, promotores, dinero para inscribirse. Es muy difícil para los grupos sostener la tradición", explicó Mónica Gontovnik, docente del departamento de Filosofía y Humanidades.

Paradójicamente, el crecimiento del Carnaval parece ser su propia amenaza. La comercialización le está quitando protagonismo a la tradición. Lo difícil de trabajar con la cultura es que es una industria que no busca generar dinero, sino riquezas intangibles, en sus experiencias, en las vivencias de quienes lo disfrutan, en la espiritualidad colectiva.

"Ahora lo que prima es la importancia, la espectacularidad, entonces la gente ya no va a ver una comparsa donde se baile bien la cumbia, sino que están pendientes de los vestidos más despampanantes. En los desfiles importantes ya casi no se escucha la música tradicional, el millo, la papayera; porque otra música como el reggaetón, que tiene derecho a existir, la acapara, pero esa música no es nuestra", expresó Gontovnik.

Aunque la cultura no es inmóvil, sino dinámica y va evolucionando junto al contexto social, es indispensable proteger las tradiciones innatas que dan sentido al Carnaval. Incluso los disfraces han sufrido transformaciones, pero el simbolismo de cada uno debe permanecer. Para la docente, la resistencia se debe hacer a través de la educación. La difusión del significado real de cada baile, de cada disfraz, de cada desfile, es necesaria para no perder el foco de la importancia cultural de una de las fiestas folclóricas más representativas de Colombia.

Se vive a pie0
La población barranquillera es aproximadamente de dos millones de habitantes. En las fiestas de carnaval esa cifra aumenta: la capacidad hotelera llega al 100%; llegan más de 50 mil visitantes. A pesar de que el turismo es fuente de ingreso, hay aspectos en los que la ciudad no está preparada para recibir a ese gran número de personas. Basta con mirar lo que pasa con la movilidad.

Es evidente que durante las festividades la ciudad sufre un giro de 180 grados, como lo explicó Víctor Cantillo, docente del programa de Ingeniería Civil y Ambiental. "Cambian los patrones de viaje. Se ven desplazamientos masivos desde las zonas residenciales hacia los puntos de encuentro, dichos Vía Cuarenta, la carrera 44 y la catorce en la zona suroccidente la ciudad; aparte de los desplazamientos también están los desvíos y el estacionamiento indebido".

Estos dos últimos son considerados por Cantillo como los mayores inconvenientes de la ciudad a la hora de organizarse para los Carnavales. "Existen dos conflictos importantes, la disrupción por el cierre de vías y el mal hábito del barranquillero por paquear en zonas prohibidas", aseguró el experto en movilidad.

Para evitar estos contratiempos las recomendaciones son utilizar el transporte público y masivo como taxis y buses, a este último le urge la necesidad de ampliar su oferta y frecuencia de rutas. "Considero que entidades como el Transmetro deberían crear rutas ad-hoc que conecten la ciudad, así como mantener una regularidad en el servicio", dice Cantillo.

Es importante que desde las entidades distritales se genere la mayor cantidad posible de información previa al cierre de vías, entregar volantes, distribuir personal en las vías que estén informando a los transeúntes de cómo se está moviendo la ciudad. Esta época es la "reivindicación del peatón", ya que el Carnaval se vive a pie.

Frente al uso del vehículo particular, Cantillo señaló que "se debería dejar guardado en casa, si no es posible, entonces darle la mayor utilidad posible, es decir llevarlo lleno, con familiares, amigos o vecinos".

Una vez al año, ¿hace daño?
Por sí solos los eventos con asistencia masiva conllevan un riesgo en la salud y bienestar de los espectadores. Para evitar situaciones negativas que alteren el goce y alegría que se vive en los días más concurridos del Carnaval, es preciso tener algunas precauciones.

El doctor Rafael Tuesca, docente del departamento de Salud Pública de Uninorte, recomienda la necesidad de llevar una identificación, ya sea la cédula de ciudadanía, tarjeta de identidad o carnet de salud, para evitar contratiempos a la hora de presentarse una emergencia.

"Es conveniente llevar ropa cómoda, protección contra el sol e hidratación constante para mantenerse fresco y en condiciones adecuadas durante los eventos del carnaval. Además, si hay algún tipo de emergencia, las personas deben conocer donde están ubicadas las autoridades de Policía, Defensa Civil y primeros auxilios, para acudir a ellos en caso de una necesidad", afirmó.

El alcohol es un aspecto determinante durante las carnestolendas. Y no por eso se debe perder de vista las prevenciones básicas que se tienen diariamente: comprar licor en puntos autorizados, no abusar su consumo, evitar alteraciones en orden público y no manejar ebrio. Además de esto, hay otro punto relacionado con la ingesta de estas bebidas, las enfermedades venéreas y los embarazos no deseados, lo cual se puede evitar con el uso de preservativos.

Por otro lado, "en el caso de llevar niños, hay que designar a una persona que va a conducir y a encargarse del cuidado de los menores, los cuales se deben tener agarrados de la mano y evitar que salten en los palcos para no causar accidentes por estos movimientos", dijo Tuesca.

La maicena y la espuma también pueden generar accidentes y riesgos en la salud de los niños y adultos que las manipulen. Tuesca recomienda en lo posible no comprar espuma para evitar problemas a nivel ocular, alergias en la piel y respiratorias.

"En el caso del talco del carnaval, hay que tener cuidado porque este tipo de productos también pueden presentar alteraciones. Si se va a comprar la maicena, se debe buscar el empaque comercial reconocido y no marcas adulteradas que puedan generar riesgos o lesiones en las personas que van a ser impactadas con este polvo", concluyó el docente.

Vacas gordas para la industria y flacas para el bolsillo
Según datos de la Cámara de Comercio de Barranquilla, el Carnaval del 2014 movilizó unos 45 000 millones de pesos gracias a la economía formal e informal que se presentó durante la festividad. Asimismo, destacaron que en las últimas siete temporadas el crecimiento del comercio informal alcanzó un 70% en sus actividades, principalmente en el consumo masivo de alimento y licores, que son los de mayor demanda.

Para Mauricio Ortiz, profesor de la Escuela de Negocios de Uninorte, el impacto económico que genera el Carnaval a la ciudad es positivo e incluso incide en todo el departamento. "Las medianas y pequeñas empresas, que son la mayoría en la ciudad, indudablemente tienen la posibilidad de llevar sus productos y servicios a más personas, sobre todo aquellos que están directamente implicados con el Carnaval, como los alimentos, bebidas alcohólicas y todo lo que tiene que ver con la expresión cultural, atuendos y lo relacionado con el sector de la confección. Esta fiesta permea todos los ámbitos y ayuda económicamente a la ciudad", dijo.

La economía de bolsillo también mejora, porque es lo que está disponible con ánimo de invertir en algo que va a satisfacer un sentir cultural. "Aunque ojo con esto. Todo está en la cultura y en la formación que tenga cada individuo. No porque lleguen los Carnavales las personas van a destinar para el festejo el dinero que normalmente usan para sus gastos familiares. Esto es un tema más de cultura y responsabilidad, que se debe trabajar y que seguramente perjudica a alguna parte de la población y beneficia a otra", afirmó Ortiz.

Por Grupo Prensa

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