El papel activo y pasivo de los humanos en la transformación del ambiente

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Augusto Oyuela, profesor de Antropología de University of Florida.

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15 may 2017

Uno de los aspectos que caracteriza al ser humano es su condición de animal depredador. Para el arqueólogo colombiano Augusto Oyuela Caycedo, esto se puede constatar con la masacre diaria de cientos de tiburones y otros grandes peces en las costas del Ecuador para la producción de alimentos; un auténtico proceso de extinción masiva suscitada por la mano del hombre.

No obstante, para Oyuela, el terremoto en la zona costera de Ecuador en 2016, puso de manifiesto la realidad que en aquel mundo que consideramos antropocéntrico y en el que el humano controla y modifica todos sus entornos, existe un contraste real con los grandes eventos catastróficos que pueden transforman el medio ambiente de manera significativa.

“Estas catástrofes son parte de la historia en cualquier zona que se quiera mirar y han formado los puntos de articulación que transforman todo un sistema. Por más que haya un cacicazgo, un imperio, estos pueden causar el colapso de manera significativa de cualquier sociedad”, expresó Oyala, durante su intervención en la conferencia central en la jornada de cierre del Congreso Colombiano de Arqueología, el 12 de mayo.

Oyuela, antropólogo de la Universidad de los Andes y doctor en Antropología de la Universidad de Pittsburgh, considera que hay una necesidad de descentralizar la discusión del antropocentrismo que existe actualmente en la arqueología. Él señala que el ser humano “no es el centro” y que “tenemos que encontrar el centro entre lo que es la naturaleza y la parte del ser humano mismo. Entre eso es que podemos observar mejor lo que ocurre, y entender y analizar los problemas que vienen”.

“Con la arqueología podemos atacar esos modelos que no funcionan y desmontar visiones que no corresponden a la realidad, porque con el registro arqueológico lo que tenemos es evidencia, y es una evidencia que es contundente”, agregó Oyuela, indicando que, de este modo la arqueología es capaz de dar pistas sobre procesos donde en la catástrofe el humano tiene un rol mayoritariamente activo, o pasivo, como si fuera cualquier otra especie.

En sus primeros trabajos de arqueología Oyuela relata que pudo entender cómo contrastan estos dos elementos, en el poblado de Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa Marta.

“La Sierra ha sido severamente transformada por el ser humano, por eso existe eso una distribución de bosques muy limitada”, expuso el antropólogo y agregó que por razones ideologías se habla de un efecto positivo de los indígenas y no se quiere reconocer que ellos han sido un factor significativo de la degradación de ese ecosistema.

“El tipo de relación de los indígenas de Sierra Nevada es muy diferente a los de la Amazonía. En la Sierra lamentablemente había un animismo bastante destructivo, mientras que en la Amazonía era más bien transformativo”, explicó el académico.

De igual forma, Oyala señaló que existe clara evidencia de una catástrofe que sepultó la mitad de un asentamiento arqueológico cercano a Ciudad Perdida entre los años 500 y 700.

“En unos procesos hemos participado activamente transformando el ambiente: creamos suelos negros, extrajimos minerales, modificamos los terrenos de manera impresionante, pero también ha habido otros donde hemos sido agente pasivos, como cuando viene un megaevento que acaba con culturas enteras. Esos eventos catastróficos no solamente acaban, sino que posibilitan el desarrollo de las otras sociedades al repoblar esas zonas. Ese azar histórico lo que hace es que nos pone a pensar sobre nuestro contexto y nuestra existencia como especie”, finalizó el arqueólogo.

Por Andrés Martínez Zalamea

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