El populismo en un Brasil desigual

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Anderson Cleytom Ferreira Brettas, sociólogo brasileño.

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16 ago 2017

La historia política de Brasil ha estado marcada en el último siglo principalmente por dos líderes populistas, que se erigieron a pesar de la situación de desigualdad que ha vivido el gigante suramericano durante su existencia como país.

Se trata de Getulio Vargas y Luiz Inácio Lula Da Silva, cuyos pasos por la presidencia del vecino país fueron analizados por el académico brasileño Anderson Cleytom Ferreira Brettas. El profesor de Ciencias Sociales del Instituto Federal del Triángulo Mineiro visitó la Universidad del Norte el pasado jueves, 10 de agosto, y ofreció una charla que buscó brindarle a los estudiantes de la asignatura de Historia de Colombia una contextualización sobre los gobiernos populistas en América Latina.

Para este sociólogo y doctor en Educación de la Universidad Federal de Uberlandia, en Brasil se ha labrado un conflicto social de larga data al igual que en Colombia, que incluso, sin efectuarse abiertamente como en el caso colombiano, ha dejado muchas cicatrices en el contexto brasileño.

Brasil fue el último país en abolir la esclavitud y fue a su vez el país que más recibió negros de toda América. Hoy el 90 por ciento de la población tiene antepasados negros, pero a pesar de ello, denuncia Brettas, se construyó en el país un imaginario de superioridad, creciendo de espaldas hacia América Latina y de frente para Europa. “En Brasil hubo una distancia de Argentina, Colombia y Venezuela y fue un mal ejemplo para nuestras élites. Es un problema que viene hasta hoy”, explicó.

El ascenso de Vargas

De acuerdo con Ferreira Brettas, la Primera República de Brasil, en 1889, se caracterizó por ser un país de terratenientes del café y la caña de azúcar, en el que los negros salieron de la esclavitud y quedaron en los márgenes de la sociedad. Pero la dependencia en pocos productos tuvo consecuencias negativas luego de la crisis del 29, que causó que europeos y estadounidenses suspendieran la compra de café. “El café y el azúcar eran productos de poco valor agregado y con el corte en las exportaciones hubo un colapso generalizado”, comentó.

Este hecho fue el catalizador de la Revolución de 1930, que derrumbó a la tradicional política del ‘Café con Leche’, similar al Frente Nacional colombiano, en el que el poder era alternado entre las élites de Sao Paulo y Minas Gerais.  Fue en esta coyuntura como llegó al poder Getulio Vargas, según Brettas, “una figura emblemática, de las más destacadas de la historia brasileña y la más controvertida”, comparable con el mexicano Lázaro Cárdenas o el argentino Juan Domingo Perón. El ascenso de estos tres líderes tuvo lugar en medio de las secuelas de la crisis de 1929, la cual dio a esos países la oportunidad de avanzar hacia un nacionalismo económico, acompañado de una lucha de clases mediada por el Estado y políticas graduales de mantenimiento de estructuras sociales.

Pero esta revolución, explicó el académico, no fue más que un movimiento de las fuerzas armadas policiales siguiendo la consigna de “hagamos la revolución antes de que el pueblo lo haga”. Un acuerdo entre las élites que evidenció uno de los grandes problemas de Brasil: “Los brasileños tienen un imaginario de tranquilidad y de paz. En las cuestiones políticas prefieren el acuerdo que el conflicto, una herencia lusitana que nosotros tenemos. El brasileño no pelea, tiene esa falsa cordialidad y esa noción de que ‘a veces es necesario que las cosas cambien para que continúen como son’”.

Vargas ejerció el poder durante 19 años, siendo nombrado presidente en 1930 hasta su deposición en 1945, y luego electo en 1951 hasta su suicidio en 1954. Según Ferreira, Vargas, que era gaucho, “se parecía mucho a los caudillos de Sudamérica y demostró enseguida su carácter personalista”, trabajando en pos de la reactivación de la industria del café e instituyendo avances como el voto femenino en la constitución de 1937, con el que se garantizó otros cuatro años de poder.

“Fue él quien abrió la posibilidad de nacionalizar las empresas extranjeras y de establecer un monopolio estatal sobre industrias estratégicas. Fue una persona que realizó un Brasil moderno, urbano, industrial”, puntualizó Ferreira.  A pesar de esto, añadió el profesor, con la nueva constitución Vargas estableció una dictadura que censuró a los medios de comunicación y “se aproximó más al fascismo italiano en cuestiones de educación y la persecución de movimientos sociales. Es una fase oscura en la que se encarcelan varios líderes socialistas”.

Posteriormente, gracias a la ayuda y presión estadounidense debido a su acercamiento en la Segunda Guerra Mundial, Vargas empezó a priorizar a la clase media en términos de educación y oportunidades laborales. Aunque en 1945 fue depuesto del poder por militares que restablecieron la democracia, Vargas impulsó desde el senado el estilo de política populista que perduró por las próximas dos décadas en Brasil. En 1951 sería elegido presidente, impulsado por su promesa de aumentar el salario mínimo en un 100%. La campaña electoral fue apoyada incluso por movimientos de izquierda.

 “En 1937 era comparado con un führer, en 1941 le decían Getulio Delano Vargas y en 1951 el camarada 'Vargasvitch'. Es una persona que es la síntesis de la historia brasileña”, resumió Ferreira, quien añadió que el carisma de Vargas “era una cosa inexplicable, algo místico. Era considerado un padre”. Esto se pudo constatar tras su suicidio en 1954, motivado por una crisis política, donde se podía ver la desesperación de la población, en general, durante su funeral.

El período Lula

Para el profesor resulta "curioso" el fracaso del populismo que propugnó Lula, presidente de Brasil entre 2003-2011, a pesar de los avances que, según el mandatario, trajo la clase obrera al capital, la industria pesada y el petróleo. “Él hizo que otras industrias avanzaran y la burguesía avanzó con ello”.

De acuerdo con Ferreira Brettas, existe una teoría en la sociológica brasileña para explicar este fenómeno: la 'Teoría del Cobertor Corto'. “Piense en el cuerpo de una persona y piense en una manta, que es la protección estatal. La cabeza es la burguesía y los miembros son la clase obrera. En el momento que crece la persona, si crece la clase obrera, no alcanza para la cabeza, para la clase alta y es lo que sucedió con Lula”.

“Brasil avanzó mucho en los últimos años”, añadió. “Pero las demandas de la clase alta no siempre son las mismas de la clase baja. Hay esa tensión. Veníamos de 20 años de opresión, de una diferencia de clases muy marcada. Las cualidades de los brasileños son innegables, pero nuestras contradicciones son una vergüenza”.

Por ello, la persecución contra Lula fue desde sus primeros momentos como presidente. “Pasaba de la descalificación al desmerecimiento. Los grandes medios gustaban del anterior presidente, Fernando Cardoso, que ejerció un gobierno de los ricos y Lula gozó de baja popularidad”.

A pesar de su corte populista, durante su gobierno Lula mantuvo las bases neoliberales. “Esa es la gran cuestión de América Latina”, comentó Ferreira. “Hay un dios encima de todos: el dios mercado. Eso es lo que da las directrices. Proseguir con una tasa de interés más alta, un pago de la deuda”. No obstante, el académico destacó los importantes avances de Lula con relación a los más desfavorecidos. “Mantuvo las estructuras, pero avanzó mucho más que otros porque sacó a 20 millones de la extrema pobreza".

Para Ferreira, Lula fue en presidente que dio un salto en la historia, siendo “el último de los carismáticos” y liderando huelgas en la región paulista desde los años 80 hasta convertirse en el primer presidente brasileño de origen proletario.

Por Andrés Martínez Zalamea

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