La cultura popular costeña en un solo objeto

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El DPS en convenio con Uninorte otorgaron una planta eléctrica y asesoría técnica y empresarial para aumentar la producción de las hamadoras.

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13 jun 2016

Diez años después de la masacre que conmovió a todo un país, El Salado, un corregimiento enclavado en la región de los Montes de María, vio la importancia de recuperar, más allá sus tierras, sus tradiciones y cultura.

Fue así como en el 2010, luego de una investigación etnográfica liderada por el galardonado arquitecto bogotano Simón Hosie, en la que se identificó que una de las actividades que más disfrutaban los habitantes del corregimiento era descansar en hamacas o recostarse en sillas mecedoras, se propusieron crear una nueva estructura híbrida que integrara los dos.

“No solo era regresar y recuperar nuestras tierras, también queríamos rescatar nuestra cultura, y en esa investigación vimos que la hamaca y la mecedora eran parte de la tradición de la región Caribe, de allí nació la idea de conformar una organización para fabricar nuestro producto, las hamadoras”, comenta Nairo Catalán, tesorero de la Asociación de Soldadores de El Salado (HAMAESCOL).

Hamadoras, ese el nombre del producto por el que hoy 10 habitantes de El Salado, cansados de ser reconocidos como desplazados, madrugan cada día a soldar hierro y acero al carbón para luego, con tubito plástico, tejerlo con la paciencia propia de un artesano.

Cinco años llevan fabricando un único producto, no porque no sepan hacer otros, sino por la confianza que tienen en este invento comercializado a nivel nacional por medio de Artesanías de Colombia, que pronto se podrán conseguir en la cadena de almacenes para el hogar Tugó y del que reposan ejemplares en las casas de famosos como Carlos Vives y del mismo presidente Juan Manuel Santos.

Hosie, quien llegó a El Salado a través de la Fundación Semana para diseñar la casa de la cultura para los habitantes que regresaron tras la masacre, nunca imaginó que su invento, casi que atrevido, se convertiría en una fuente generadora de empleo, reactivando la economía de una población que ya no debe esperar la época de lluvias para obtener sus ingresos de los cultivos de yuca, tabaco o algodón.

Capacitaciones en soldadura y corte, así como en formación empresarial, han recibido los miembros de la Asociación, que por primera vez cuenta con el apoyo del Departamento para la Prosperidad Social (DPS), que en convenio con la Universidad del Norte, entregó una planta eléctrica para contrarrestar los problemas de fluido eléctrico que sufre la población, aumentando así la producción.

“Ahora sí podremos producir las hamadoras sin preocuparnos de que la producción se tendrá que detener porque no tenemos luz”, afirma Catalán, quien orgullosamente resalta que el producto ha comenzado a ser demandado desde algunos países de Europa.

En la casa de la cultura y en las terrazas de algunas casas, las hamadoras invitan a propios y visitantes a descansar y soñar, olvidando que en algún momento, por esas calles, en la cancha de fútbol y en la misma iglesia del pueblo, la guerra intentó despojarlos de estos placeres que hoy, gracias a su propio invento y sus esfuerzos de seguir adelante, pueden disfrutar.

Por Luis Navas Cohen

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