La educación es aquella que deja huella no solo en la cabeza sino en el corazón

En su amplia experiencia trabajó también en pro de la inclusión, una realidad que encontró a su paso desde el inicio de su carrera y que le permitió descubrir que “hay alumnos ideales que nos muestran las teorías, pero que los más importantes son los de carne y hueso”.
Margarita, docente del departamento de Educación del IESE (Instituto de Estudios en Educación), desarrolló el siguiente relato que hoy compartimos con ustedes:

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Margarita Osorio Villegas

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04 nov 2020

Margarita Osorio Villegas: En su amplia experiencia trabajó también en pro de la inclusión, una realidad que encontró a su paso desde el inicio de su carrera y que le permitió descubrir que “hay alumnos ideales que nos muestran las teorías, pero que los más importantes son los de carne y hueso”.

Margarita, docente del departamento de Educación del IESE (Instituto de Estudios en Educación), desarrolló el siguiente relato que hoy compartimos con ustedes:

Comencé como normalista graduada en la Normal Superior de Santa Marta; continué con una licenciatura en Educación, titulándome en 1971, y una Especialización en Ciencias Sociales en la Universidad Pontificia Bolivariana; después continué en la Universidad de Antioquia, en donde realicé mi Maestría en Educación en el área de Orientación y Consejería. Cuando regresé de Medellín en 1978, fundé y dirigí, durante 30 años, una institución de preescolar y básica que llamé “Centro de formación Constancio C. Vigil”; allí experimentaba formas para la enseñanza de la lectura y escritura, las matemáticas, las ciencias sociales y naturales, e inclusión, aun cuando no era parte de las regulaciones en el sistema educativo, trabajé con niños con autismo, síndrome de Down, limitación auditiva y visual, deficiencias cognitivas y motoras, entre otras.

Esta coyuntura, retos para la labor de docencia y a nivel personal

Pienso que hay dos fases: la primera, cuando abruptamente a los dos meses de haber iniciado clases presenciales nos pasaron a la educación remota y la segunda, en la que toda ha sido remota. En la primera se me asignó un monitor técnico para colaborarme en los asuntos relativos a la plataforma y, además, la universidad proporcionó capacitación sobre el uso de herramientas virtuales como apoyo al desarrollo de las clases. En ambas fases ha habido situaciones parecidas que hacen referencia a problemas de conectividad y a dificultades que se generan cuando tu casa se convierte en sitio de trabajo y se forjan, muchas veces, a causa de ello, emociones fuertes o negativas, por  las tensiones que resultan de afrontar las responsabilidades laborales en el mundo familiar, donde se atienden también las funciones domésticas, que reducen los momentos de relax, descanso y así se aumenta el cansancio y la fatiga también.

Reflexiones sobre las emociones, la interacción en las clases remotas

Al iniciar mis clases le pregunto a los estudiantes cómo se sienten, como les va en las asignaturas, etc., y así hallé otro de los aspectos que se refiere a la carga emocional que varía en el transcurrir del tiempo y del semestre. Me comentan que se angustian cuando tienen dificultades de conectividad por lo que representa en su calificación y cuando ya han pasado los dos meses en la clase remota, empiezan a quejarse por la sobre carga de trabajos y que la asesoría de los docentes es limitada en algunos casos.

En este semestre, después de meditar la situación, yo opté por incrementar la actividad de ellos durante las sesiones sincrónicas para reconocerlos como autogestores de sus procesos de aprendizaje. La primera sesión dialogamos sobre “la clase invertida”, vimos videos para ubicarlos en este enfoque pedagógico en el que ellos deben realizar algunas tareas antes y fuera del aula y que el tiempo de clase es para aplicar conceptos, para socializar, debatir, realizar talleres en los que es necesaria la ayuda para la comprensión y en definitiva, el estudiante se convierte realmente en el protagonista de su aprendizaje y, en el momento de la clase sincrónica, ellos  socializan los productos de las tareas previas y yo me focalizo en estar permanentemente impulsando la  intervención de todos haciéndoles preguntas, e invitándolos a que den sus apreciaciones, siempre les digo “meditar, reflexionar sobre el error  para enmendarlo  o corregirlo es la mejor escuela” y como dice un dicho popular “es mejor aprender a corregir los errores que aprender a fingir perfección”.

En el caso de la asignatura de prácticas, se genera una reflexión permanente, porque si bien es cierto que  desarrollar competencias relativas a la enseñanza a infantes reales y concretos no es sencillo, se dificulta más en el contexto de la clase remota, no solo desde la relación profesora-estudiante para dar asesorías, acompañamiento a las  estudiantes que están aprendiendo a enseñar, sino a éstas que, como practicantes, les toca trabajar con los niños que se les presentan virtualmente. Surgen así expresiones de mis alumnas como: “mis niños son como fantasmas”, “no los siento reales por mucho que trate de imaginarlos”, en la asignatura de Experiencias Infancia –Escuela frente a la cual se llegó a concertar con las docentes de la institución donde realizan la práctica un plan a desarrollar con los niños, mediante el acompañamiento virtual a las familias y, por otro lado, yo les hacia la asesoría en las horas asignadas para el seminario.

La pandemia también ha puesto en evidencia la finalidad de la educación

Cuando pasamos de la clase presencial a la educación remota, aparecieron en mí muchas preocupaciones, demasiadas preguntas y también llegaron muchos recuerdos sobre mi proceso de formación y cuando ya laboraba. Entre estos recuerdos estuvo uno que me ocurrió recién egresada de la licenciatura, cuando empecé a trabajar como profesora de Geografía e Historia, un día que estaba estipulado para la evaluación, le pedí a un estudiante que pasara al frente donde se desplegaba un mapa sobre la hidrografía colombiana, para que ubicara los accidentes hidrográficos. El estudiante no pasaba y yo le volví a pedir que se acercara al frente. Todos sus compañeros se miraban entre ellos y también a mí. Sus caras y posturas me hicieron entrar en sospecha y me fui hasta donde estaba sentado el estudiante para descubrir que mi alumno tenía discapacidad motora en sus piernas.

 

“Ese día “desperté”, reconocí que hay alumnos ideales que nos muestran las teorías, pero que los más importantes son los de carne y hueso; lloré y puse en cuestión los modelos curriculares cuyo centro era la obsesión por los objetivos de aprendizaje (conocimientos) y más cuando están estandarizados y comencé a comprender que el centro de la actividad pedagógica es la persona, el sujeto que aprende, con quien hay que dialogar y que los recursos son solo eso recursos que deben ponerse al servicio de la intencionalidad de mi practica pedagógica. Sócrates, Platón y muchos más grandes pedagogos solo utilizaban el lenguaje, la imaginación, el pensar y la conversación.".

 

Cuando afloró este recuerdo se me hizo imperioso preguntarme ¿cuál es el rol de estos aparatos tecnológicos y las técnicas para manejarlos en mis clases, de tal manera que no me desconecte de lo didáctico y despedagogice mi práctica? Es decir, darle el lugar a esta tecnología y utilizarla como una posibilidad más de recurso en donde lo central es que estén al servicio de que, como sujetos, los estudiantes y nosotros los maestros, construyamos una propia visión de la realidad, la comprendamos, interpretemos y solucionemos los problemas que ella nos plantea.

El pasado me dice cosas que interesan ahora porque me iluminan para tomar las decisiones sobre lo que se me interpela en la actualidad y en estas siempre, de manera continua, se entrelazan con la otra que me grita con el dolor que me produce el confinamiento y el distanciamiento social, cuando mi opción en la vida profesional ha sido la enseñanza, pero aquella que deja huella no solo en la cabeza sino en el corazón.

 

“Para mí es claro que estamos en un período bisagra en donde habitamos el mundo todavía con una cultura centrada, por lo menos idealmente, en unos derechos humanos inspirados en el reconocimiento de la libertad y se avanza aceleradamente a otra cultura controlada por la ciencia y la tecnología. La educación y, muy especialmente la superior, migrará hacia la educación virtual. En lo personal, siento y creo que necesito tomar al arte como un ancla para continuar viviendo la vida con alegría y esperanza, mirando el horizonte para interrogarme e interrogarlo.".

 

 

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