La llama roja que enciende el campus universitario

“Y ella se viste con seda de flores amanecidas (…)
Seda dorada del roble
Con hebras de melodía
Seda de la acacia roja
Seda de las campanillas
Que tienen fugaz el aire
Y como el aire palpitan”

En estos versos de ‘Romance de Barranquilla’ la poetisa barranquillera Meira Delmar inmortalizó la acacia roja, uno de los árboles insignes de la capital del Atlántico, en donde adorna jardines, parques y avenidas

Considerada una de las especies más hermosas de la flora tropical por su impactante colorido, la acacia roja posee un denso follaje verde brillante y, cuando florece entre mayo y septiembre, unas llamativas flores de cinco pétalos y color rojo anaranjado que se asemejan a una llamarada.

Por ello, este árbol es conocido también como flor de fuego, árbol llama o flamboyán (del francés flamboyant, que traduce ‘flameante’). De igual forma es llamado por otra variedad de nombres como flor de pavo real, poinciana real, malinche, clavelillo o chivato.

Su nombre científico es Delonix regia y aunque se trata de un árbol que alcanza una altura de entre 8 y 15 metros, pertenece, al igual que un pequeño guisante, a la familia de las fabáceas.

Sus flores son grandes, con cuatro pétalos de hasta 8 cm de longitud y un quinto pétalo más largo y manchado de amarillo y blanco, que sirven como pista de aterrizaje para los colibríes que lo polinizan. Sus semillas se contienen en vainas de aproximadamente 50 cm de largo, de color verde, que al madurar se tornan de color marrón oscuro.

La especie es nativa de las selvas secas de Madagascar, pero se ha esparcido por todo el mundo debido a su gran resistencia y fácil adaptación a climas tropicales y calurosos. En el Caribe, Centro y Sudamérica se ha naturalizado luego de ser introducida por los españoles y es uno de los árboles principales de los países tropicales, quizás solo superado por la palma de coco.

Aunque el suelo arenoso de Barranquilla limita drásticamente la variedad de especies –debido al rápido drenaje del agua que se aplica sobre las plantas– la acacia roja se ha esparcido con gran facilidad por la capital del Atlántico. Sus semillas favorecen el suelo cálido y drenado, y el árbol es tolerante a la salinidad, a las sequías, y ha desarrollado resistencia a las plagas más comunes del entorno barranquillero.

La acacia roja puede alcanzar una magnífica forma de parasol si tiene suficiente espacio y sol para crecer, y por ello puede vérsele en parques y otros sitios públicos donde propicia la recreación visual y el descanso, aunque su sombra densa y amplia impide el crecimiento de otras especies vegetales. Es importante, sin embargo, sembrarlo lejos de edificios ya que las raíces suelen levantarse y afectar las construcciones, y las ramas frágiles pueden caer sin motivo aparente.

Su uso es principalmente ornamental pero su madera, aunque sin mucho valor económico, es resistente al agua y duradera, por lo que es útil como leña y para erigir cercas. Además, las vainas sirven como alimento para el ganado y han sido aprovechadas como material de collares y diversos accesorios, así como para instrumentos como las maracas. Los científicos han estudiado las utilidades de la goma que se obtiene de las semillas secas como agente espesante para alimentos.

El campus de la Universidad del Norte actualmente cuenta con 14 ejemplares del Delonix regia de entre 10 y 13 metros de altura. El más alto de ellos puede observarse en las jardineras del parqueadero administrativo, a un costado de la Casa Blanca. En los alrededores de esta edificación pueden encontrarse otros cuatro ejemplares, actualmente adornados por sus distintivas flores rojas.

Un par de ejemplares se encuentra en la zona verde del bloque B y otro par se puede apreciar en el pasillo que conecta los bloques B y E. Las cinco acacias rojas restantes se encuentran a un costado de la vía de acceso para automóviles, en inmediaciones del bloque C.

Por Andrés Martínez Zalamea