La serie animada que narra las vivencias de menores en el conflicto armado

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Jaime Espinosa Bonilla y Yoleiza Toro, directores de 'Las niñas de la guerra'

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06 oct 2017

‘Las niñas de la guerra’ es una producción concebida por dos académicos de la Universidad de Caldas, que narra la experiencia de un grupo de niñas que vivieron el conflicto armado y que ahora están en proceso de reintegración. Coproducida por Señal Colombia con Hierro Animación, el apoyo de MinCultura, MinTic y el ICBF, el proyecto se construyó a partir de un trabajo de investigación con niñas excombatientes reales, cuyas vivencias sirvieron de inspiración para los guiones de la serie.

Testimonios como el de una preadolescente que decidió unirse al grupo armado para escapar de los abusos sexuales en su hogar, o el de una joven que tuvo que cumplir la orden de fusilar a su mejor amiga, conforman las historias de este producto que tiene la particularidad de ser un documental animado, ideado así para proteger la identidad y la seguridad de las desmovilizadas.

Como parte de una nueva edición de ‘Miradas de Paz’, en un espacio de reflexión propiciado por la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte para contribuir a la construcción de paz en Colombia, Jaime Espinosa Bonilla y Yoleiza Toro, directores de ‘Las niñas de la guerra’, compartieron el proceso detrás de este producto audiovisual de 12 capítulos, estrenado en 2015 en Señal Colombia.

Durante el evento, llevado a cabo el 3 de octubre en el Salón de Proyecciones de Uninorte, Espinosa explicó cómo el proyecto tuvo inicio hace más de una década a partir de la llegada de un grupo de chicos al programa Hogar Tutor del ICBF, administrado por la a Universidad de Caldas.

 “Inicialmente me rehusé a hacer este documental porque lo planearon como una especie de informe institucional, como los que hace al cierre de cualquier proyecto para guardar en la carpeta. Pero a medida que fui conociendo las historias de los chicos y las chicas en las consultas psicológicas, me di cuenta de que había un potencial muy interesante para un documental”, relató Espinosa, comunicador de la Universidad del Valle.

En un principio para este realizador audiovisual fue difícil encontrar una manera de superar las trabas legales y de seguridad que suponía contar las historias de exmiembros de grupos armados – perseguidos por la agrupación que abandonaron, así como el bando rival – y que por su juventud, aún estaban cobijados por el estatuto del menor.

¿Cómo hacer un documental con alguien que no se puede mostrar? La inspiración Espinosa la encontró en el documental Vals con Bashir, del israelí Ari Folman, que se vale de técnica de rotoscopía, la cual consiste en grabar en video y pintar cuadro a cuadro para lograr una animación.

Esto abrió toda una serie de posibilidades para Espinosa, quien posteriormente se decidió a que el trabajo debía posar su mirada sobre el tópico de la mujer en la guerra, una posición que él afirma no se había explorado en ninguna película hace 8 años cuando se concibió el proyecto. “Ya tenía una idea clara, pero le hacía falta una visión femenina; por eso invite a Yoleiza para trabajar conmigo y empezamos en la realización del proyecto”, recordó el codirector.

De acuerdo con Yoleiza Toro, en este proceso evitaron caer en el vicio de otros documentalistas que extraen una información de los sujetos de su trabajo y se van sin dejar nada a cambio. Por este motivo, Toro diseñó una serie de talleres para brindar a las niñas entrevistadas herramientas académicas y laborales.

“Se tiene la creencia de que al contar la historia la persona trabaja su duelo. Eso no es así. Sin un acompañamiento eso puede generar incluso algún tipo de daño. Decidimos hacer algo en términos de reciprocidad. Darles algo que justifique el esfuerzo de contarnos sus historias y de paso acercarnos a ellas”, ilustró Yoleiza.

A lo largo de 13 meses, Yoleiza y Jaime abrieron un espacio semanal con clases de expresión corporal, danza y fotografía. Nunca forzaron a las niñas a relatar sus desventuras en la guerra, pero con el paso del tiempo las historias comenzaron a surgir. “Ninguno de los testimonios fue durante el taller, sino en otros espacios, en otros momentos. No trabajamos con entrevistas formales”, indicó Espinosa.

Con este trabajo los directores se propusieron mostrarle al país esa otra cara de la guerra, en la que los menores no son víctimas ni victimarios, sino seres humanos que, por circunstancias adversas en su vida personal, en un marco de descomposición social y pobreza, fueron empujados a empuñar un fusil. De cómo es posible una vida feliz para ellos después de la guerra. 

Por Andrés Martínez Zalamea

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