La transición de Conejo, del conflicto armado a ‘territorio de mil colores’

Recientemente se publicó el libro Conejo: Territorio de mil colores, trabajo conjunto entre la UNESCO, el Ministerio de Cultura, la Universidad del Norte y el ETCR de Pondores en la Guajira, que recoge los testimonios de los habitantes de Conejo en el proceso de reconciliación en el marco del posacuerdo.

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Foto tomada de la página web del proyecto.

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21 may 2020

Entre noviembre del 2018 y febrero del 2020, la UNESCO, el Ministerio de Cultura, la Universidad del Norte y el ETCR de Pondores en la Guajira trabajaron en conjunto el proyecto de acción-participación Patrimonio cultural inmaterial y memoria como base para la resiliencia, la reconciliación social y la construcción de ambientes de paz en el posacuerdo en Conejo, un corregimiento de Fonseca, en La Guajira, situado a los pies de la Serranía del Perijá. Como fruto de esta labor se publicó recientemente el libro Conejo: Territorio de mil colores, que recoge testimonios de los participantes que evidencian la reconfiguración social del territorio, mediante la interacción social basada en la convivencia pacífica, el respeto a la diferencia y la proyección de un futuro compartido.

El proyecto comenzó durante la implementación temprana del acuerdo, cuando exguerrilleros de las FARC-EP se comenzaron a asentar en la zona y actores sociales de la comunidad receptora se capacitaron para identificar manifestaciones culturales en la región y para elaborar memorias colectivas horizontales sobre el conflicto desde un presente en el cual la imagen del enemigo ha sido desplazada por un ‘nosotros’. La iniciativa apuntaba a facilitar la coexistencia y canalizar las emociones negativas, generar empatía y otras actitudes que favorecen la solidaridad y la confianza, al tiempo que la comunidad se viera unida a futuro con metas comunes a corto, mediano y largo plazo. Todo esto apoyado en el concepto de patrimonio cultural inmaterial. 

Según Mónica Pulido, del Ministerio de Cultura, el patrimonio cultural inmaterial (PCI) refiere a prácticas, usos, expresiones, conocimientos y manifestaciones asociadas a un territorio y a una comunidad que se transmiten de generación en generación y fortalecen la identidad de una población. El PCI incluye los saberes alrededor de un oficio tradicional pero también a los espacios culturales y naturales así como a objetos e instrumentos propios de una cultura.

“Desde el Ministerio de Cultura estamos convencidos que la cultura es una herramienta poderosa porque permite generar espacios de diálogo y encuentro alrededor de los saberes propios, y ese fue uno de los propósitos para realizar este proyecto, el poner en evidencia cómo desde el patrimonio cultural inmaterial y la memoria de las comunidades que participaron se podían generar espacios de encuentro para aportar a la resiliencia de estas poblaciones y, así mismo, el construir espacios de paz y reconciliación”, anotó Pulido. De esta forma, se valieron de elementos comunes como cultura culinaria, medicina tradicional, formas de organización social y tradición oral para comenzar esa construcción que terminó en la publicación del libro y de un portal multimedia

De acuerdo con Diana Rico, docente e investigadora del Centro de Pensamiento en Construcción de Paz-UNCaribe de la Universidad del Norte, la coexistencia favoreció la capacidad de las personas de reconocer e interactuar como integrantes del mismo corregimiento en calidad de sociedad civil, rompiendo las barreras de las categorías de ‘amigos’ y ‘enemigos’. “La identificación de PCI, los usos, costumbres y prácticas tanto de los exguerrilleros como de la sociedad civil receptora, evidenció los arraigos a la zona y procesos de identificación colectiva”, manifestó sobre la metodología y cómo aportó a la reconciliación. 

La realización de diferentes actividades conjuntas durante un año fomentó la solidaridad, la creación de lazos de confianza y la cooperación tanto en actividades propias del proyecto como al margen de este relacionado con la cotidianidad comunitaria, continuó Rico. La articulación de PCI y Memoria aportó a la elaboración de memorias subjetivas e intersubjetivas que complementan las memorias colectivas, lo que resulta fundamental para avanzar en procesos de justicia transicional en la medida en que no se transmite un discurso vertical de la memoria histórica. 

Rico, doctora en procesos políticos contemporáneos, afirmó que uno de los logros ha sido la reconfiguración social del territorio desde un ambiente de paz. Citó un estudio, que realizó con Fredy Escobar Moncada, en el que señala que el objetivo de la reincorporación colectiva de exguerrilleros en Pondores a través de una convivencia en el día a día con la población civil receptora, es transformar “las formas de pensar, sentir y actuar prevalecientes durante el conflicto, comprendiendo lo sucedido no con el fin de justificar la instrumentalización de la violencia, sino con el propósito de entender, crear conciencia y construir memorias desde un presente enmarcado en la transición del posacuerdo”. 

Pulido complementó que el proyecto generó un fortalecimiento de capacidades de los participantes. Entre los resultados que destacó fue la consolidación de un grupo de gestores culturales que continúan generando acciones de salvaguardia y fomento de sus prácticas culturales por medio de un vivero construido entre comunidad conejera y fariana. Así también celebró el proyecto de un museo comunitario, que en los próximos años espera abrir sus puertas. 

Uno de los objetivos previos a la realización de este proyecto era la construcción de una metodología de PCI para escenarios de postconflicto que pueda ser replicable a nivel nacional e internacional. Según Rico, la metodología de Investigación-Acción-Participación resulta altamente pertinente para estos casos porque, en primer lugar, está orientada al empoderamiento de las personas que hacen parte de los fenómenos que se quieren transformar; en segundo, porque potencia competencias críticas de los seres humanos en tanto que permite develar condiciones de asimetría de poder y de injusticia, para que las personas tomen conciencia de ello y a partir de su capital humano y de su capacidad instalada, puedan emprender acciones sostenibles para mejorar sus condiciones adversas. 

 

Por Leonardo Carvajalino

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