La vida en comunidad, uno de los mecanismos de supervivencia en Colombia

En la XI Jornada Académica del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas se trató la temática de redes sociales y su impacto en las comunidades vulnerables de Colombia.

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Boris Salazar, José Ávila, Yuly Sierra y Sandra Rodríguez durante la jornada que se llevó a cabo en el salón 13G2.

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30 oct 2019

Las redes sociales son estructuras compuestas por el relacionamiento que hay entre personas, de acuerdo a un cierto criterio que los une. Existen varios ejemplos como la familia, amigos o compañeros de trabajo; todos ellos se caracterizan por impactar al sujeto y la forma en que vive en una sociedad. Este fue el tema central de la XI Jornada Académica del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas, visto desde la óptica de las poblaciones más vulnerables de Colombia: desplazados, desmovilizados y jóvenes que viven en barrios marginales.

El evento, que se llevó a cabo el 29 de octubre en el salón 13G2, en el marco de la Semana Económica, tuvo como invitados a José Ávila, director del programa de Psicología de la Corporación Universitaria Reformada; Boris Salazar, de la Universidad del Valle, y la consultora en Ejecución y Evaluación de Proyectos de Desarrollo, Yuly Sierra. Cada uno de ellos ofreció una arista diferente, con estudios de caso que dan cuenta de cómo funcionan en nuestro país las redes sociales para los miembros de las poblaciones más vulnerables del país. 

Ávila estableció un diálogo desde el ámbito psicológico, señalando que las redes sociales se encuentran directamente relacionadas con una función social de apoyo. Este puede ser de diferentes tipos, de acuerdo a la situación que se presente, como instrumental, emocional o de información. Por ejemplo, estudios señalan que tener una red de apoyo (familia o amigos) ayuda a moderar los impactos de enfermedades mentales, como ansiedad o miedo. 

El doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, Argentina, argumentó que si bien suena como una contradicción, no todo apoyo social es positivo. Citó ejemplos como el sentimiento de deuda que se genera al recibir el tipo de apoyo instrumental, que ocurre cuando se responde directamente a la necesidad que tenga la persona. Esto genera en quien recibió el apoyo a tener sentimientos de incompetencia por no ser capaz de resolver la situación con sus recursos. Así también se debe tener en cuenta la situación en la que se recibe apoyo social, que no se genere una relación transaccional, y si el apoyo se recibe en el momento necesitado. 

A través de la investigación que realiza Boris Salazar se trasladó del marco conceptual a las calles de Cali y Buenaventura, donde el académico estudia las redes sociales de los jóvenes de barrios populares y cómo a través de estos círculos de amistades han generado resiliencia para poder sobrevivir un ambiente violento. 

Salazar hizo una caracterización de las vidas segregadas que experimentan estos jóvenes, que en muchos casos recorren una línea entre la ilegalidad y el trabajo informal. Tienen poco acceso a educadores, y al mercado laboral pues según señaló el académico son redes muy cerradas. Esto trae como consecuencia que entre los mismos habitantes del barrio hay un conocimiento y cercanía pero los vínculos con lo que ocurre afuera, en los otros sectores de la capital del Valle del Cauca, son pocos o nulos y por esto hay una “carga intergeneracional” de personas repitiendo las mismas profesiones y estilos de vida una y otra vez, que se refuerza por las redes sociales de amigos y familias que tienen los jóvenes. 

Sierra presentó la problemática desde el punto de vista de la indagación que realizó en Soledad, Atlántico con un grupo de víctimas del conflicto, desmovilizados y comunidad receptora, tras el Acuerdo de Paz. La magíster en Desarrollo Social encontró paralelos con la situación reportada en Cali. 

Los desmovilizados componían un grupo social muy cerrado, debido a que en su lucha habían dejado atrás a sus familias. Por ello, repercute mucho en su salud mental, manifestó Sierra, si se desmovilizan de manera individual o grupal, pues aquellos que están solitarios tienden a quedarse de esa forma y a vivir al margen de la comunidad. Por otra parte, las víctimas privilegian la comunidad receptora para construir vínculos que a las personas en situaciones similares a ellos.

En cuanto a la comunidad receptora, la conferencista expresó que si se hace un trabajo para prepararlos a recibir a estas personas de distintas procedencias, ya sea desmovilizados o víctimas, puede crear un verdadero impacto en cómo se desarrollan las redes sociales con estos nuevos actores que llegan a este determinado contexto. 

En la jornada también se presentaron los resultados de la investigación que realizó Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico, dirigido por Sandra Rodríguez, docente del departamento de Economía de Uninorte. En su trabajo llevaron a cabo una encuesta en 1182 hogares de los cinco municipios que componen el área metropolitana de Barranquilla. 

Carolina Diartt, asistente de investigación del Observatorio, compartió los resultados del estudio que busca comprender las redes sociales y su relación con la percepción de bienestar en comunidades vulnerables. Como resultados encontraron que aquellas personas que se identificaron con la afirmación que tenían un hogar feliz se sentían en general más seguros en la ciudad, mejor informados con lo que estaba ocurriendo alrededor de ellos, y con una mayor confianza con la familia, compañeros de trabajo y comunidad en general. 


Por Leonardo Carvajalino

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