La violencia vuelve a las regiones en Colombia

Con 51 masacres en 2020, la violencia se ha recrudecido en el país y especialmente en las regiones, donde aparecen nuevos actores armados, menos organizados, que dependen muchísimo más de su territorio para su supervivencia. UNCaribe organizó un conversatorio con expertos que analizaron el panorama.

violencia_panorama.jpg

Por:

08 sep 2020

En lo que va de 2020, se han contabilizado 51 masacres en Colombia. Este recrudecimiento de la violencia tras unos años de relativa calma durante las negociaciones y la firma del Acuerdo de Paz con las FARC obedecen a una variedad de circunstancias que fueron debatidas el 3 de septiembre en un evento organizado por el Centro de Pensamiento UNCaribe

En el espacio moderado por Luis Trejos, docente del departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, participaron Inge Valencia, profesora e investigadora de la Universidad ICESI de Cali; Víctor Barrera, investigador del CINEP; y Charles Larratt-Smith, investigador de la Universidad de Toronto. 

Barrera explicó que recientemente se había comenzado a dar una serie de transformaciones en las dinámicas del conflicto en Colombia que advertían que estaba entrando en una etapa distinta y que se venía consolidando desde la desmovilización de las AUC. Esto significó también un encogimiento territorial de estas dinámicas de violencia y de una disminución de algunos índices a nivel nacional. 

El efecto práctico de la salida de las FARC es la desnacionalización de la guerra, manifestó Barrera. Ya que se suelen entender estos desenlaces violentos altamente localizados y regionalizados en función del copamiento de los vacíos territoriales o de poder dejados por las FARC. 

Valencia señaló que desde el Pacífico se vivía con una sensación de esperanza lo que significaba la desmovilización de las FARC, al tiempo que había incertidumbre por las mismas lógicas que se avizoraban en el proceso de transición. Es decir, la llegada de actores viejos y nuevos que comienzan a diversificarse. 

La regionalización del conflicto significa que está marcado por las dinámicas territoriales. La investigadora señaló que hacia el norte la violencia se centra en la renta de minería ilegal, mientras que el sur es una zona de producción e intermediación para el narcotráfico, pues cerca de 70 mil hectáreas de coca, que es el 42 % de la cifra de cultivos a nivel nacional, se encuentran en esa región. 

Uno de los peligros actuales es la interpretación de la violencia, que al ser regionalizada no se piensa desde el contenido político. “Estamos viendo una violencia mucho más local, pero al mismo tiempo mucho más politizada, porque termina entroncada con un montón de conflictos en el territorio que hace muy difícil aislar cuál es el eje de la disputa. Hay intereses de rentas ilegales en toda su diversidad, pero también conflictos que no se han resuelto alrededor de la tenencia de la tierra”, señaló el investigador del CINEP. 

Una de las características de las actuales estructuras es que son mucho más acotadas, localizadas y que tienen entre sus líderes unos mandos con unos ciclos vitales cada vez más cortos. Esto dificulta arreglos en el territorio y también tiene como consecuencia cadenas de mando precarias que impiden que puedan tener algún manejo sobre sus tropas. Estas organizaciones nuevas son más nicho dependientes para su supervivencia, es decir, dependen del área o territorio que quieren controlar y eso exacerba mucho la violencia. 

“Desnacionalización de la guerra, con guerras más locales, más políticas, perpetradas por organizaciones menos organizadas, que dependen muchísimo más de su territorio para su supervivencia y eso está complejizando el panorama, sobre todo en términos de la victimización de civiles en muchas regiones del país”, resumió Barrera. 

Larratt-Smith explicó que la crisis humanitaria de Venezuela ha causado el fortalecimiento de grupos armados como el ELN, que ahora es una fuerza binacional que controla una extensión de territorio que va desde Arauca hasta la frontera con Guyana por el sur de Venezuela. “No se puede imaginar esa dinámica sin un nivel de colusión entre el Gobierno venezolano y ese grupo insurgente colombiano”, acotó el especialista. 

El fortalecimiento de estos actores armados en la frontera se debe a que el régimen de Maduro ha concentrado sus fuerzas en Caracas, dando rienda suelta a estos grupos armados colombianos que comparten más o menos sus ideologías y están comprometidos con el ‘proyecto bolivariano’. 

El panorama en este sentido no es esperanzador, puesto que el ELN, que se ha convertido en un grupo armado transnacional, ha demostrado que no le interesa entrar en negociaciones con el Estado colombiano. Lo que se complementa con la actitud del Gobierno, manifestó el canadiense, puesto que ha quedado claro que no se está buscando una negociación de buena fe. 

De acuerdo con Trejos, es necesario generar nuevos marcos conceptuales y teóricos para interpretar la realidad actual de la violencia en Colombia, pues ya no sirve la idea de FARC contra AUC que se venía manejando. Pasamos de un oligopolio de la violencia armada que estaba en tres grandes cabezas —ELN, FARC y AUC—, y ahora pasamos a una constelación de presiones de violencia de distinto calibre y tamaño. Ya no se pelea por la toma de poder, sino por intereses muy particulares que se están disputando en espacios territoriales delimitados. 

Por Leonardo Carvajalino

Más noticias