"Las percepciones que tenemos de la ciencia influyen en la forma cómo la aprendemos": Judith Arteta

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Judith Elena Arteta, docente e investigadora de Uninorte.

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18 oct 2017

Judith Elena Arteta Vargas no solo ha dedicado su vida a hacer ciencia, sino también a buscar soluciones para enseñarla mejor. Esta docente e investigadora de Uninorte fue desde niña una estudiante brillante que obtenía siempre excelentes notas, por lo que sus profesores la alentaban a perseguir una carrera en las ciencias. Ella optó por formarse como maestra en biología y química en la Universidad Pedagógica Nacional en Bogotá, y fue allí donde se enamoró de la genética. 

“La formación de los seres vivos y el desarrollo embrionario han sido temas que he estudiado mucho y a los que le dediqué mucho tiempo en docencia universitaria e investigación”, detalla la profesora, quien decidió profundizar su formación disciplinar con una maestría en biología investigativa en la Universidad de los Andes. Su tesis de grado en citogenética humana giró alrededor de la identificación de daño genético a nivel cromosómico, en hombres con alguna condición de esterilidad. 

Posteriormente desarrolló investigaciones financiadas por Colciencias en temas de mutagenicidad y daño genético asociado a factores externos, como exposiciones a químicos y plaguicidas, labor que alternaba con su trabajo como docente en su alma mater. 

"Mi ubicación en la Universidad Pedagógica Nacional y su fuerte compromiso institucional hacia los temas de la educación hicieron que virara mi eje: de la investigación científica de corte cuantitativo y predictivo hacia una de corte social, orientada hacia el estudio de problemas educativos”, explica Arteta. 

Recuerda que la institución y el Ministerio de Educación pedían nuevos conocimientos para mejorar la formación de niños y jóvenes, y esta fue para ella una transición natural ya que en el departamento de biología en el que trabajaba se desarrollaban labores de formación de otros docentes. 

“Visitábamos instituciones educativas y veíamos las dificultades en los aprendizajes de los jóvenes, la falta de entusiasmo por estudiar las ciencias y los temores que en algunos casos se veían frente a estas materias. En el caso de biología, los chicos se quejaban de que era extremadamente nominalística: la asociaban con demasiados nombres, como las partes de la célula, los cientos de huesos del cuerpo humano, los elementos de la tabla periódica, etc.”, señala. 

Su preocupación se enfocó en cómo hacer más comprensible el acercamiento de la ciencia a los jóvenes y en descubrir metodologías para inculcar en ellos el interés y el deseo de dedicarse profesionalmente. 

Para ella esta es una tarea de vital importancia, ya que el porcentaje de jóvenes que se dedica a estudiar ciencias en el mundo es muy bajo: menos del 5%; y dentro de este la cantidad de mujeres es mucho menor que la de hombres. 

Según la investigadora, son varios los elementos que influyen en el reducido número de personas que se dedican a la ciencia como carrera profesional, entre ellos la manera en que la aprendieron en la escuela y el poco apoyo que reciben los científicos en nuestro país. Pero en el caso de las niñas, se suma la creencia popular de que los niños son mejores para estas ramas del conocimiento. 

“Ellas se quedan con ese principio y se niegan desde su interior, desde la parte emocional. Entonces no hay relaciones positivas con las ciencias y el medio cultural no las favorece adecuadamente para posibilitar siquiera pensarlo. Incluso en la elección de la carrera profesional, en la que los padres influyen mucho, muchas veces se desestimula el interés de las jóvenes hacia la ciencia porque algún día van a ser madres de familia y deberían buscar algo más relacionado con ese rol”, añade. 

Otro factor es la creencia de que la maternidad va en contravía del interés científico, ya que este requiere de una dedicación muy grande al trabajo de laboratorio. “Algunos llegan a decir incluso que la emocionalidad de la mujer afecta este trabajo porque se cree de manera arbitraria que la ciencia es neutral, y resulta que la ciencia también es política, es una producción humana e histórica, no está alejada de las intencionalidades humanas”, aclara Arteta. 

Su interés en estos temas vino consigo en su arribo a Uninorte, en 2010, en donde además de enseñar e investigar, coordina Sábado del Docente, programa de cualificación docente en Ciencias Naturales y Matemáticas de la División de Ciencias Básicas. 

En él participan tanto profesores de colegio como sus estudiantes que quieren conocer más de las ciencias, y los han ayudado a construir semilleros de investigación en sus escuelas, en los que el entusiasmo de las niñas es muy notorio y sus aportes son de gran valor. 

“Aportan mucho de su serenidad porque hay algo que es connatural al genero, de tal manera que hay que pensar en las potencialidades de cada uno y cómo cada persona le aporta al desarrollo de la ciencia desde sus recursos intelectuales e interpersonales”. 

Tras más de 40 años de carrera, Judith Arteta está convencida de que excluir a la mujer de la ciencia es dejar por fuera a la mitad de la población como potencial recurso humano para desarrollarla.

“Cuando ellas logran liberarse de estos tabús y estos mitos resultan ser muy buenas, con una habilidad muy positiva: un pensamiento que llamo holístico. Es decir, la mujer tiene esa capacidad de, estudiando un tema, ver hacia ambos lados e integrar muchas variables que puedan estar interfiriendo en él. Esa visión más compleja, más interrelacional, es lo que ganaría la ciencia”, sostiene la docente, quien está segura de que si las mujeres jóvenes ponen todo su potencial al servicio de la ciencia, esta no solo ganará un mayor número de científicos, sino que generará una nueva forma de hacerse, más acorde con la condición humana.

Conozca más sobre la campaña Mujeres de Ciencia Uninorte.

Por Melissa Zuleta Bandera

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