Lo que nos cuentan los esqueletos del Cementerio Central sobre la Bogotá del siglo XIX

Mapukeando tuvo como invitada a la líder del equipo de investigación a cargo del proyecto de excavación arqueológica funeraria en el Cementerio Central de Bogotá, que documenta un perfil bioantropológico para conocer cómo vivían los habitantes de la capital desde 1836, cuando se fundó el cementerio.

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El equipo de trabajo de Claudia Rojas, de la Universidad Nacional.

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09 jun 2020

Por irónico que parezca, un cementerio es de los sitios preferidos por los arqueólogos para entender como vivían los pobladores de un territorio en el pasado. Entre 2009 y 2012 se realizó una de las excavaciones arqueológicas funerarias más grandes de Suramérica en el Cementerio Central de Bogotá, donde se construyó en Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. De allí obtuvieron cráneos, huesos, esqueletos y restos de tejidos humanos con los que ahora un equipo de la Universidad Nacional de Colombia documenta el perfil bioantropológico.

El estudio, que es financiado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, apunta a encontrar más evidencia que permita identificar cómo era la sociedad capitalina desde 1836, cuando abrieron el cementerio. Claudia Rojas Sepúlveda, profesora de la facultad de Ciencias Humanas de la Nacional, líder de la investigación, estuvo como invitada al último Mapukeando, realizado el 4 de junio, en el que habló sobre los detalles de la investigación.

Las costumbres funerarias de las élites capitalinas, cuyas familias preferían ser enterradas en iglesias, comenzaron a cambiar con la apertura del Cementerio Central de Bogotá. En este se dio una jerarquización: el Globo A de la necrópolis era para la élite y el Globo B para la ciudadanía en general, área apodada “el cementerio de los pobres”.  

En los años 60, con la inauguración de los parques cementerios en las afueras de la ciudad, el cementerio se reconfiguró. El Globo B se convirtió en depósito de basuras y fue quedando en el olvido, pero con la construcción sobre esa área del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, las galerías y el Parque Renacimiento, se ordenó la excavación arqueológica y su posterior estudio.

El equipo de trabajo de la investigadora Claudia Rojas contó con asesorías en microbiología y restauración de bienes para atender los materiales recolectados como vidrios, cerámica, textiles y restos óseos, que requerían diferentes procesos de bioseguridad. Fueron analizados para crear bases de datos y realizar comparaciones entre hombres y mujeres, y, bajo un plan de manejo de la colección, desarrollar análisis sistemáticos.

“Nuestra primera sorpresa fue que el número mínimo de individuos fue 7103, muchos representados por pequeñas partes de huesos y otros completamente individualizables. De este último grupo se encontró una baja proporción de niños y una proporción equilibrada de mujeres y hombres adultos, con una estatura promedio de 160 cm”, comentó la docente, magíster y doctora en antropología biológica.

El área de excavación comprendió unos 300 metros cuadrados. Cerca de 800 muestras de individuos no presentaron anomalías, pero cerca de 1200 registraron cambios tafonómicos que no se relacionan con las condiciones de vida sino con el lugar donde fueron depositados. Sin embargo, también encontraron muchos dientes con caries producto de una dieta ausente de proteínas y la falta de higiene, desgaste de esmalte dental, hipoplasias y anomalías relacionadas con anemia y desnutrición en niños, que se traduce en condiciones precarias de vida.

Muchos restos infantiles tuvieron vestigios de muerte por enfermedades gastrointestinales. También en los adultos se analizaron problemas articulares por actividades físicas, traumas por violencia o sucesos accidentales, que fueron comparados con otras colecciones históricas de América.

Entre los diferentes estudios que han realizado, se analizó una evolución entre una muestra prehispánica, una del Cementerio Central y una española, mostrando que las proporciones corporales cambiaron con el paso del tiempo y debido al proceso de mestizaje.

“La observación sistemática de indicadores nos da una mayor correspondencia con evidencia documental, es decir, es necesario seguir trabajando con esos indicadores y esa recolección sistemática de información. Estamos levantando entonces otra información que se puede unir a la información histórica y nos va a dar una mejor visión de las condiciones de vida y de las metodologías para realizar unas interpretaciones más cercanas de la realidad”, concluyó Rojas.

Al término de la presentación, Juan Guillermo Martín, director del Museo Mapuka, felicitó al equipo de trabajo de Rojas, porque “es un proyecto que puede replicarse, ser ejemplo en la manera en que se adelantó y las posibilidades para entrecruzarla con documentación histórica”.

Por José Luis Rodríguez R.

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