Los clubes de ciencia continúan con su labor investigativa

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Hasta el próximo sábado 25 de junio estarán reunidos los clubes de ciencia en las instalaciones de Uninorte.

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22 jun 2016

Luego de una ronda de actividades lúdicas realizada en el día de ayer, en la que los estudiantes pudieron conocerse e integrarse al equipo de profesionales que los acompañarán durante esta semana, la agenda de los cinco clubes de ciencia que se desarrollan en la Universidad del Norte, hicieron los primeros acercamientos a los diferentes temas y conceptos científicos, físicos y químicos que aprenderán hasta el próximo sábado 25 de junio.

En el Club Q´hubo qubit, el cual es liderado por Jonatan Romero, estudiante del doctorado en fisicoquímica de la Universidad Harvard, los estudiantes aprendieron sobre los conceptos de probabilidad por medio del lanzamiento de monedas así como las nociones básicas de la programación para realizar simulaciones de sistemas físicos.

“En el día de hoy los chicos están aprendiendo las bases de Python, el cual es el programa que utilizaremos más adelante para hacer las simulaciones de sistemas físicos, como el sistema cuántico más sencillo, el Qubit”, comentó Romero.

Así como una moneda tiene una cara y un sello, un Qubit tiene un cero y uno, pero al contrario de la moneda, este último elemento puede ser cara y sello a la vez, es decir, puede ser una combinación de un cero y un uno al mismo tiempo, lo cual permite entender procesos como la fotosíntesis o cuando la luz interactúa con la materia.

José Ricardo Ramírez, estudiante de la Institución Educativa Distrital Tecnológica Jesús Maestro Fe y Alegra, quien llegó al club Q´hubo qubit por invitación de sus profesores, expresó sentirse orgulloso de lo aprendido hasta el momento. “Lo que más me ha gustado hasta el momento son las sesiones de programación, porque aunque pienso estudiar medicina en un futuro, estoy seguro que lo aplicaré en diferentes aspectos de mi vida tanto personal como profesionalmente”.

Descubriendo el universo a través de la energía

El ser humano como parte del universo fue el primer punto de discusión entre los estudiantes participantes del Club de Ciencia Leyendo el universo, en el cual Paula Parra, la coinstructora, los motivó a preguntarse sobre el lugar que ocupan en el espacio, la existencia de otras formas de vida o de un ser superior, que no necesariamente es un ser humanizado, sino cierto tipo de energía. Los interrogantes van desde quiénes somos y el futuro del ser humano, hasta lo que se complementa con la forma en la que se mueve el sistema solar, el cual al contrario de lo que se cree, poco a poco se dirige hacia un agujero negro en forma de espiral.

“Aunque tuvimos una discusión un poco filosófica en torno a nuestra existencia, siempre la ligábamos a la ciencia, porque la ciencia no se puede desligar de lo que somos como seres humanos y de nuestro rol en el universo”, expresó Parra.

Las ideas que permiten volar

Andrés Ortiz, ingeniero mecánico e investigador de la Universidad de Aachen en Alemania, es el instructor del Club de Interacción para el Desarrollo de Sistemas Aeronáuticos y Aeroespaciales (IDEAS), en el que los estudiantes luego de hacer un repaso por la historia de la astronomía, midieron la altura de uno de los edificios de la universidad utilizando un sextante, un instrumento astronómico que se utiliza para determinar la posición de un astro, generalmente el sol, desde un barco o una aeronave.

El sextante utilizado por los estudiantes fue creado por ellos mismos utilizando un transportador de grados, una plomada y una piola con la que determinaron la altura del edificio, luego de realizar los cálculos y hacer las mediciones con la ayuda del instructor.

Según Ortiz, la finalidad del Club es brindarles a los participantes la posibilidad de adquirir unos conocimientos por medio de una metodología constructivista en la que, asegura, "utilizamos muchas ayudas didácticas y observación del cielo de tal manera que ellos puedan construir sus propias definiciones a partir de las orientaciones que les vamos dando”.

Aprendiendo jugando

Probablemente crear su propio videojuego es el sueño de muchos niños, pero que ese mismo juego permita aprender sobre valores, derechos o idiomas, es el sueño de muchos padres. Justamente este es el objetivo del Club de Ciencia Videojuegos que enseñan, a cargo del físico español e investigador de la Universidad de Harvard, Borja Manero, quien aseguró estar implementado una nueva forma de enseñar a hacer videojuegos.

“Normalmente los talleres que he dado sobre cómo hacer videojuegos han sido de una forma muy progresiva, pero ayer decidí cambiar esta forma de hacerlo por lo que estamos probando una forma nueva que creo que está funcionando muy bien, la cual consiste en darles directamente un videojuego para que lo abran y que lo destrocen”, comentó el investigador.

Luego de probar el juego, los estudiantes descargaron las partes de cada uno de sus personajes como piernas, brazos, tronco y cabeza para comenzar con la animación más básica, como es hacerlo caminar.

“Estamos utilizando programas como App Inventor y flash en los que vamos poniendo ciertas velocidades a los gráficos, para que cuando el ojo vea la imagen, no detecte el cambio de una imagen a otra”, comentó Diana Carolina Rodriguez, estudiante del Instituto Alexander Von Humboldt.

Un grupo muy heterogéneo

El club de Separación de Mezclas inició buscando una “mezcla heterogénea” entre sus mismos participantes, ya que la idea del instructor era que los estudiantes se conocieran entre todos, por lo que luego de presentarse armaron sus grupos de trabajo.

“Ayer hicimos una instrucción básica a los conceptos de mezclas, de la materia y de los estados de la materia, y empezamos una actividad en la que cada grupo de estudiantes tenía una mezcla compuesta por tres sustancia desconocidas y el objetivo de los chiscos es determinar los procesos de separación de esa mezcla para demostrar que pueden encontrar cuáles son esas sustancias desconocidas”, afirmó Fernando Roa, instructor del club.

Luego de un receso, los participantes de este club continuaron con un experimento de cromatografía de papel en el que analizaron los componentes de ciertas tintas a base de agua, lo que les permitirá conocer los aspectos claves para separar sustancias y crear, al final del taller, un filtro para purificar agua de mar y hacerla apta al consumo humano.

Por Luis Navas Cohen

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