Los dos lados de una masacre

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Mónica Gontovnik y Rita Gabis, conversando sobre sus historias familiares.

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27 abr 2016

En octubre de 1941, en medio del bosque de la región de Svencionys en Lituania, las autoridades policiales locales, bajo el mando de los alemanes que ocupaban el territorio, reunieron y masacraron en dos días a cerca de 8 mil habitantes judíos del área.

Los azares del destino reunieron en Barranquilla a una nieta de sobrevivientes de esa masacre con la nieta de uno de los perpetradores. Se trata, respectivamente, de Mónica Gontovnik, poeta y académica barranquillera, y Rita Gabis, poeta y académica norteamericana, quienes entablaron una conversación sobre sus investigaciones y reflexiones a partir del descubrimiento de sus historias familiares paralelas.

Esto sucedió el 25 de abril, en el marco de la primera jornada de ‘Miradas de Paz’, un espacio propiciado por la División de Humanidades y Ciencias Sociales y la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte, donde convergen diferentes visiones y análisis con miras a contribuir a la construcción de una paz duradera en Colombia.

El rastro de un poeta

Incluso desde antes de la ocupación nazi en Svencionys, la diáspora judía que componía la mitad de su población (la otra mitad era católica) había sufrido los embates de la pobreza y la persecución. “No los dejaban a hacer oficios ni estudiar y muchos como mi abuelo empezaron a irse a América. Se montaban en un barco hacia donde supieran que había un lituano y se iban”, explica Gontovnik.

Parte de la familia eventualmente se estableció en Barranquilla, cargando consigo fotos y recuerdos de parientes cuyo destino fue incierto. Mónica creció sin saber ponerle nombres a las caras que se encontraban en los viejos retratos familiares.

Con el paso del tiempo supo de su tío abuelo Natish, quien, como ella, había sido un poeta, pero había permanecido en Svencionys. Su afán por comprender más del aparente ‘origen genético’ de su inclinación hacia las letras la llevó a Lituania. “Quería saber por qué había salido poeta, pero eso en sí fue una excusa para encontrar rastros del pasado”, sostuvo.

Se enteró que Natish murió en 1937, producto de una enfermedad. Poco después aprendió que en octubre de 1941, las autoridades lituanas, bajo órdenes de los nazis, fusilaron y arrojaron los cuerpos de la mujer e hija de Natish a una fosa común.

Gontovnik, quien dedicó a la memoria de Natish su sexto libro de poemas ‘Shir (Canto en el umbral)’, en medio de sus indagaciones conoció en internet a la escritora Rita Gabis, autora del libro ‘Un huésped en el banquete de los asesinos’, que relata parte de los hechos acaecidos ese fatídico octubre. Las dos poetas establecieron una amistad por varios meses, aunque solo se conocieron personalmente hace tres días en Barranquilla.

El huésped del banquete

Rita Gabis nació en Nueva York, en el seno de una familia mezclada: mitad judía-bielorrusa y mitad católica-lituana. Creció amando profundamente a su abuelo lituano, a quien idealizaba como un héroe. Antes de la Segunda Guerra Mundial, este había sido un rebelde, que luchó contra los rusos durante su invasión a Lituania y escapó con sus hijos a las montañas de Bavaria (Alemania) y luego a los Estados Unidos.

“Le pregunté a mi madre, 40 años después, qué hizo mi abuelo durante la guerra, pues ya yo sabía lo que había sido antes y lo que fue después”, relató Gabis, quien creció sin saber mayor detalle del oficio de su abuelo como policía durante el conflicto.

La revelación que recibió de que su antepasado continuó su resistencia hacia los rusos, pero como miembro de la Gestapo (la policía secreta alemana) en Lituania, la hizo caer en un estado de ‘shock’. “Mi propia ignorancia me repugnó”, afirmó Rita.

Visitó museos del holocausto a lo largo del país, leyendo todo lo que pudo encontrar sobre la guerra en Lituania entre 1941 y 1943. Encontró que su abuelo no solo fue policía: fue el jefe de seguridad policial en Svencionys, a cargo de la instalación militar ‘El Polígono’, donde se llevó a cabo la ejecución, el 7 y 8 de octubre de 1941, de entre 3700 y 8000 prisioneros judíos, entre ellos los antepasados de Gontovnik.

Su investigación de seis años, complementada con entrevistas a sobrevivientes de la masacre en Svencionys, fue consignada en un libro, lanzado en septiembre del año pasado. Su título. ‘Un huésped en el banquete de los asesinos’, se refiere precisamente a su abuelo, quien atendía los banquetes que realizaba la policía militar en Lituania para celebrar las masacres consumadas.

Un ejercicio de aceptación

“Qué hacer con esas historias que todos llevamos a cuestas, en esta Colombia plagada de violencia que ahora sueña con poder encontrar alguna forma de paz”, fue la pregunta de Mónica Gontovnik, que suscitó el encuentro de ella y Gabis en un escenario académico.

Mónica admite que la masacre en Lituania se trata de un tema que tomó mucho tiempo aceptarlo, y aunque recuperar la memoria resulta doloroso, “sabemos que cuando las cosas no se conocen, se pueden repetir”. En ese sentido, traduciendo el ejercicio al conflicto Colombiano, Gontovnik mantuvo que “ayuda saber qué fue lo que sucedió aunque los recuerdos nos toquen profundamente”.

“Esto no es un discurso, un cuento, un libro, una receta para la paz”, señaló. “Es un ejemplo de que dos personas pueden hablar como seres humanos sobre lo que sucedió, a pesar de que no estén de acuerdo”.

Por su parte, Gabis aceptó que la memoria no equivale necesariamente a la verdad, pero construir memoria colectiva “nos provee un reservorio de humanidad para lidiar con preguntas y situaciones que nos confrontan, no importa de dónde vengamos”.

“A veces, permanecer en silencio frente a estos temas no nos hace perpetradores, pero tampoco nos hace personas que actúen para el bien de todos y de nuestras familias”, añade Gabis. “Esta reunión, para hablar sobre el pasado, es una forma de movernos hacia adelante. Es nuestro lazo”.

Por Andrés Martínez Zalamea

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