“No es posible hablar de sostenibilidad sin incorporar el cambio climático en la agenda económica”: Andrés Vargas

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William D. Nordhaus y Paul M. Romer, ganadores del Nobel de Economía.

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10 oct 2018

La Real Academia de las Ciencias de Suecia galardonó a los profesores estadounidenses William D. Nordhaus y Paul M. Romer con el Nobel de Economía 2018, por integrar el cambio climático y las innovaciones tecnológicas a los análisis macroeconómicos.

“Han diseñado métodos para abordar algunos de los problemas más fundamentales de nuestra época: el crecimiento sostenible en la economía global y el bienestar de la población mundial (…) Sus hallazgos han ampliado significativamente el alcance de análisis económico, mediante la construcción de modelos que explican cómo la economía de mercado interactúa con la naturaleza y el conocimiento", destacó la academia sueca.

Nordhaus, profesor en la Universidad de Yale, integró el cambio climático en el análisis económico, determinando los costes y beneficios de reducir las emisiones contaminantes, mientras que Romer, docente en la escuela de negocios NYU Stern y ex economista jefe del Banco Mundial, hizo lo mismo con las innovaciones tecnológicas, explicando qué hace que una economía innove y crezca más que otras.

La principal contribución de William D. Nordhaus consiste en crear modelos económicos que integran el cambio climático, los daños que provoca y las políticas correctoras que se pueden utilizar, permitiendo poner un precio a las emisiones como se intenta hacer en el mercado europeo de derechos de emisión de CO2.

De acuerdo con Andrés Vargas, profesor del departamento de Economía y coordinador de la Maestría, la escala de la acción humana ha llegado a tal punto que las actividades de producción y consumo afectan el estado del sistema terrestre y este a su vez incide sobre las posibilidades económicas.

“En la medida que la actividad económica no logre desligarse de las emisiones de gases de efecto invernadero, estaremos cada vez más cerca de sobrepasar límites que implican riesgos considerables para la humanidad”, señaló el docente.

El IPCC en su más reciente reporte indica como la trayectoria actual de emisiones de gases de efecto invernadero puede conllevar a sobrepasar los 1.5°C  de incremento en la temperatura, respecto al promedio de la época pre-industrial hacia el año 2040. Precisamente el Acuerdo de París de 2015 estableció como meta no sobrepasar este límite, pues se considera que a partir de allí los riesgos climáticos son mayores.

“Mayores pérdidas de biodiversidad, la acidificación de los océanos, eventos climáticos extremos, entre otros, son situaciones que afectan negativamente el bienestar de la sociedad, y en particular el de los grupos más pobres. Así, no es posible hablar de sostenibilidad sin incorporar de manera consciente y decidida el cambio climático como aspecto central de la agenda económica, política y social”, argumentó Vargas.

Nordhaus fue la primera persona en crear un modelo cuantitativo que describe la interacción entre la economía y el clima, que ahora ha sido difundido para examinar las consecuencias de las políticas sobre el tema, como los impuestos al carbono.

Este es uno de los instrumentos predilectos por la economía para lidiar con el problema de las emisiones de gases efecto invernadero. La lógica –explicó Vargas– es que al incrementarse el precio de los combustibles fósiles se incentive una menor demanda por ellos y un mayor uso de fuentes energéticas con menores o nulos niveles de emisión.

“Para que este impuesto sea efectivo se necesita, entre otras cosas, que la tarifa o valor que se cobra por tonelada de C02 emitida, refleje el valor del daño que soporta la sociedad por dichas emisiones”, afirmó el docente.

Las estimaciones de este valor de daño superan los USD40 por tonelada, llegando a valores varias veces más altos cuando se considera la posibilidad de eventos catastróficos. En el caso colombiano, la última reforma tributaria introdujo un impuesto bajo esta lógica, con una tarifa que debe aumentar a lo largo del tiempo.

“Si tomamos como referencia el costo social del carbón, podría decirse que la tarifa del impuesto en Colombia debería ser más alta. Uno podría decir que si bien algunos gobiernos han tomado acciones en la dirección correcta, aún falta un compromiso político y ciudadano de mayor calado para hacer frente a uno de los retos más grandes que enfrenta la humanidad”, puntualizó Vargas.

 

Por José Luis Rodríguez R.

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