¿Por qué los costeños no conducen los destinos de Colombia?

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Adolfo Meisel, codirector del banco de la República.

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27 abr 2017

Para Adolfo Meisel Roca, considerado uno de los economistas costeños que más ha trascendido en el panorama nacional, la región Caribe colombiana vive hoy vive en medio de una triste contradicción

El codirector del Banco de la República afirmó durante su visita a la Universidad del Norte, el pasado 21 de abril, que para el enorme peso electoral de la costa, la región tiene una debilidad para convertir esa influencia en poder político, que le permita participar en la conducción del gobierno central.

“En las elecciones presidenciales del 2014 la influencia de los ocho departamentos caribeños fue decisiva”, explicó Meisel, añadiendo que al dividir el país entre la región Caribe y el resto, es indiscutible que Juan Manuel Santos perdió las elecciones en el resto del país, pero la victoria que obtuvo en el Caribe fue enorme, por lo cual resultó reelegido presidente. “Tenemos el 33% del senado, una presencia abrumadora, más que nuestra presencia en la población que es 21%”, agregó el economista nacido en Barranquilla y radicado en Cartagena.

Para Meisel el poder político de la región debería contribuir a superar sus enormes niveles de pobreza y su histórico rezago económico y social; sin embargo, existe un déficit de liderazgo costeño en la dirección de Colombia, que se refleja actualmente en que, de 20 políticos que se han mencionado como eventuales candidatos a la presidencia, solo uno es costeño: Gustavo Petro, quien ha desempeñado la totalidad de su carrera política desde Cundinamarca.

Durante su intervención en Uninorte, en un evento organizado por el Doctorado en Economía, Meisel intentó explicar la razón por la que nuestros dirigentes políticos no trascienden del éxito electoral regional a la conducción de los destinos de Colombia y qué factores estructurales explican lo anterior.

Las causas históricas

Para el siglo XIX, describe Meisel, la Costa Caribe ejercía la mayor influencia política en el país, luego de Cundinamarca y Cauca. Cartagena era, después de Bogotá, la ciudad de mayor peso económico y demográfico en el período colonial, hecho que cambió con el enorme descalabro económico de Cartagena entre 1820 y 1871 y que acabó por afectar a toda la región. “La ciudad se arruinó porque la plata que le mandaban era para mantener la fortaleza militar española. Cuando éramos independientes ya no nadie se metía con nosotros y no nos mandaron más plata”, señaló Meisel.

No obstante, en el siglo XIX muchos costeños llegaron a ocupar dos ministerios claves: el de hacienda y el de relaciones exteriores, y Rafael Núñez ocupó la presidencia en cuatro ocasiones.

La transformación en la geografía económica nacional y en el ordenamiento territorial llevarían a un fortalecimiento del centro y de Antioquia y al debilitamiento de la periferia del país: Cauca fue divido en 14 departamentos con poco poder político y la Costa Caribe pasó de consistir en tres estados federales, a ocho departamentos, luego de perder a Panamá en 1903.

Según Meisel el auge cafetero Antioquia y otros departamentos de colonización antioqueña como Caldas, Risaralda y Quindío se tradujo en beneficios para ellos y una disminución en la competitividad de las exportaciones costeñas. Naturalmente, esto significó en una mayor influencia política de parte de Antioquia y demás, quienes colocaron seis presidentes en el siglo XX, solo siendo superados por Bogotá-Cundinamarca.

¿Por qué no hay liderazgo?

Meisel destacó el rezago económico y social como causa de la debilidad estructural del Caribe, señalando que los altos niveles de pobreza y desigualdad estimulan la subida al poder de políticos clientelistas. En las zonas rurales del Caribe, indica el economista, se observan los más elevados índices de miseria en Colombia.

La dispersión del Caribe en múltiples centros económicos urbanos como Barranquilla y Cartagena es algo que juega en contra de la consolidación del liderazgo regional. “En Antioquia está el 14% del PIB nacional y hay un gobernador, en la Costa está el 15% y son 8 gobernadores que no se ponen de acuerdo”, explicó, diciendo a su vez que los departamentos del Caribe son “disímiles en estructura económica”.  “La Costa no es una región desde el punto de vista económico, es una región cultural. ¿Qué relación económica hay entre La Guajira y Córdoba? No hay mucha integración ahí”, añadió Meisel. A esto se le suma el hecho de que, en ciudades como Cartagena, sectores claves como la industria son propiedad de personas y empresas que no son locales.

Otro factor que señala Meisel es la debilidad de la costa en la tecnocracia, que actualmente controla las decisiones del país. “Hay muy pocos costeños que tienen la formación intelectual requerida para entrar en la tecnocracia. Los pocos que si la adquieren son golondrinas aisladas que no pertenecen a redes regionales como sí sucede en Antioquia”.

La ausencia de una adecuada presencia política de la región Caribe en la dirección del estado colombiano también obedece es la falta de legitimidad de su dirigencia política. Esto según Meisel ha sido alimentado por estereotipos, sin evidencia empírica, provenientes desde el centro del país que contribuyen a un clima de discriminación contra los costeños y sus dirigentes. “Es común que cuando hay, por ejemplo, un escándalo de corrupción y el involucrado es oriundo de la región Caribe se alude a ello. En contraste si se refiere a alguien del interior del país en la mayoría de los casos no se menciona su procedencia”, indicó Meisel

La percepción de corrupción, basada en la realidad o en la distorsión de la misma, para el economista trae como consecuencia que el político costeño no entre a disputar liderazgo en la dimensión nacional, optando por conformarse con un control local. “Es una especie de pacto perverso, en donde los políticos del centro dominan el gobierno central con el apoyo de los políticos de la periferia y les dan juego regional a los dirigentes de la periferia. El tema de la corrupción es de mayor relevancia en este contexto”, mantuvo.

Por último, Meisel señaló la ausencia de una vocación de poder en la esfera nacional de la dirigencia Caribe. “Eso se manifiesta en la falta de una visión de lo que debe ser el país y de un marginamiento en el debate político nacional en los temas de mayor trascendencia como la paz, la justicia, el manejo económico, la política internacional, entre otros”.

“La solución a esto tiene que salir de gente común y corriente, profesionales, que no somos ricos, ni de familia de larga trayectoria; simplemente profesionales formados, que podemos opinar”, manifestó Meisel. “Hay un problema de clientelismo y la única forma de contrarrestarlo es con participación ciudadana, con un voto calificado. Ese debe ser el nuevo liderazgo”.

Por Andrés Martínez Zalamea

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