Pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta, entre el sufrimiento y la esperanza

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La exposición evidencia la situación actual de tres pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta.

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27 abr 2016

Uno de los tantos escenarios del desarrollo social y económico excluyente de Colombia se puede constatar en los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Son poblaciones que reúnen características como la exclusión social, victimización del conflicto armado, pobreza extrema, condiciones precarias de vida, insuficiencia de saneamiento ambiental y un proyecto contrario al del desarrollo del resto del país.
 
A través de la exposición fotográfica ‘Los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta, un pueblo anfibio que se ahoga’, el Grupo de Litigio e Interés Público de la Universidad del Norte ha pretendido visibilizar el modo de vida de una población y su historia que ha permanecido oculta en la cotidianidad del abandono Estatal, las huellas de la guerra y un “progreso” que altera su proyecto de vida y amenaza sus condiciones de existencia.
 
La muestra se encuentra disponible para toda la comunidad uninorteña en la Sala de Exposiciones del Museo Mapuka.
 
Antología de una masacre
 
El 10 de febrero de 2000, medio centenar de paramilitares de las AUC hizo su arribo a Troja de Catacas, un pueblo de pescadores ubicado en una esquina de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Venían de asesinar seis pescadores en la Ciénaga y, armados con fusiles, reunieron a todos los habitantes en la plaza de este corregimiento del municipio de Pueblo Viejo (Magdalena). Separaron a cuatro pescadores para interrogarlos y, en la madrugada siguiente, ejecutarlos antes de emprender su huida.
 
Ese mismo año, el 22 de noviembre, las AUC volvieron a acechar la Ciénaga Grande, esta vez su pueblo más importante: Nueva Venecia. 70 paramilitares llegaron en lanchas y asesinaron a más de una decena de personas en su trayecto a la iglesia de este pueblo palafítico, donde reunieron a toda la población, mientras aprovechaban para saquear de casa en casa y dar muerte a sus ocupantes. De una lista seleccionaron a 15 pescadores, por ser presuntos colaboradores del ELN, y los fusilaron afuera del templo religioso. Al huir, atravesaron el pueblo palafítico de Buenavista –al igual que Nueva Venecia, un corregimiento de Sitionuevo (Magdalena)– donde asesinaron a otra decena de personas.
 
A causa de la masacre, la mayoría de los habitantes de estas tres poblaciones se desplazó a municipios aledaños. En Trojas de Cataca el éxodo fue casi total, mientras que en Buenavista y Nueva Venecia más de la mitad de los pobladores se fueron a Sitionuevo, Palermo y Tasajera, en Magdalena, y a Soledad y Malambo, en el Atlántico.
 
Intervención de Uninorte
 
El Grupo de Litigio e Interés Público del Departamento de Derecho de la Universidad del Norte ha realizado un proyecto de investigación e intervención en la Ciénaga Grande, toda vez que decenas de familias desplazadas han hecho su retorno a los tres corregimientos.
 
Encontraron que el Estado, ausente en el transcurso de las masacres, sigue sin brindar algunas de las condiciones más básicas para subsistir. No hay colegio, puesto de salud, seguridad ni servicio de agua, y las herramientas de reparación de víctimas apenas han sido proporcionadas desde principio de la presente década.
 
Como parte del proyecto, liderado por el profesor e investigador de Uninorte Juan Pablo Sarmiento, se iniciaron actividades de litigio estratégico. “Presentamos una acción de tutela por agua y una acción de tutela por salud y otra por educación”, contó Sarmiento. “Ganamos la de educación, la de salud está pendiente de resolución en la Corte Constitucional, y en la de agua desafortunadamente no nos dieron la razón. Pero esto es con el ánimo de impactar positivamente estas poblaciones”. 
 
Durante la realización del proyecto, Carolina Mariño, una de las investigadoras del grupo, capturó en fotos varias de las situaciones en los tres pueblos palafíticos. Estas fueron compiladas y exhibidas como parte del proyecto, con el fin de visibilizar y sensibilizar a la gente sobre lo que pasó hace 16 años.
 
Pueblos que se ahogan
 
Inspirados por su misma identidad y singularidad cultural, los pobladores hicieron su retorno a Nueva Venecia, Buenavista y Trojas de Cataca. No son indígenas ni afrodescendientes, sino una comarca que se reconoce a sí misma como otro tipo minoritario de población, en la que su apego al agua los ha llevado a devolverse a sus palafitos por sus propios medios.
 
Pero nuevas amenazas surgen para aquellos que han tenido la valentía de regresar a sus poblaciones. La crisis ambiental de la Ciénaga Grande de Santa Marta, el cuerpo lagunal más grande del Caribe colombiano, ha hecho mella en la fuente natural de supervivencia de los pueblos palafíticos: la pesca, mutando así sus actividades económicas y cotidianas. “Ahora crían cerdos y gallinas”, afirma Sarmiento señalando una de las fotos de la muestra. “Durante nuestra visita nos sirvieron pollo, no pescado. Eso es muy duro, pero en la medida que todas las fuentes de agua dulce se están bloqueando, los habitantes tienen de que buscar de qué vivir”.
 
Trojas de Cataca ha sido afectada especialmente por el desvío del río Aracataca por parte de palmicultores y cultivadores de banano, que tienen vía libre del Estado. Además, la transformación del uso de suelo ha convertido a la Ciénaga Grande en un depositario de agroquímicos y pesticidas, elementos que van a parar en las fuentes de agua dulce de los pobladores. “Las dos veces que he ido ha habido mortandad de peces a causa de esto. Es tan frecuente que ya es la cotidianidad allá”, añade Sarmiento.
 
En las imágenes capturadas por Carolina Mariño se pueden apreciar los signos de la devastación ambiental, tales como las atarrayas, caídas en desuso, colgadas de las puertas, y evocaciones de la masacre, como la iglesia de Nueva Venecia que se convirtió en patíbulo aquel 22 de noviembre. Intercaladas con ellas se puede apreciar una imagen de los niños de esta población –niños del agua que juegan, bañan y se desplazan en la ciénaga– titulada ‘Renacer’.
 
“Nueva Venecia es un lugar de contrastes. Desde la combinación de colores, a la mezcla de tristeza y alegría, de amargura y esperanza. Es gente que vive con el recuerdo de la masacre, la tienen muy presente y les duele todavía. Gente que ha sido víctima de factores adicionales como el desvío de sus fuentes de agua”, expresa Mariño. “Pero son personas que tienen ilusión, pese a que tienen muchas dificultades, porque están en algo que para ellos es un paraíso. La gran lección es aprender que dentro de la gran adversidad que viven, se sienten afortunados”.
 
Por Andrés Martínez Zalamea

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