Son de Negro a tres voces y al ritmo de una nueva generación

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El conversatorio se realizó en el megacolegio de Santa Lucía.

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02 jul 2019

El tambor en las manos del profesor Tomás Teherán se volvió protagonista de una charla que conjugó a profesores y estudiantes en el megacolegio de Santa Lucía. Convocó los saberes de una vieja generación que procura la salvaguarda de la danza Son de Negro, e invocó los espasmos rítmicos y muecas de una nueva, criada con versos dedicados a la rama de tamarindo.

“El festival de Son de Negro inició en 1996 y ustedes tienen que continuar ese legado. Pero ojo, la danza no es de Santa Lucía únicamente. Es de todos los pueblos a lo largo del Dique, desde Calamar hasta Cartagena”, advirtió Alexander Jordan, secretario de Cultura de Santa Lucía, ante la mirada curiosa de los bachilleres que acudieron al conversatorio Son de Negro a tres voces, organizado el 27 de junio por el programa Uninorte Social, en el marco del Festival Nacional Son de Negro.

Al encuentro también asistió la profesora Katherine Bonil Gómez, del programa de Historia, y fue presidido por Lucía Avendaño, coordinadora de Uninorte Social, y Deyana Acosta, directora del Centro Cultural Cayena. Juntos, con la participación de los jóvenes, desglosaron las raíces africanas, el proceso de interculturalidad desde la época de la colonia, la organología de los grupos musicales y el sentido dancístico. Reflexionaron sobre la riqueza afro que heredó el municipio.

“Tienen la tarea de crear las nuevas sonoridades del Caribe colombiano, de buscar todos esos ritmos de África. Para conservar esa identidad, hablen con sus abuelos y padres, que no se convierta lo nuevo en algo sin identidad”, aconsejó la directora Deyana.


Estudiantes bailan al ritmo del Son de Negro, para demostrar su destreza con la danza.

De acuerdo con la profesora Katherine, Santa Lucía como pueblo caribe tiene un legado cultural de origen negro, con marcadas tradiciones africanas arraigadas por la esclavitud generada por los españoles a su arribo a Cartagena. El profesor Tomás Teherán, director del grupo Tambores del Norte, oriundo de San Basilio de Palenque, comentó que los primeros grupos de Son de Negro realizaban contiendas con danzas, ritualizando el robo de banderas y exigiendo penas con la ‘varasanta’, un palo de un árbol trepador, plantado al frente de los salones o encuentros de baile.

“Los ritmos de Son de Negro son netamente africanos, nació en el Congo. Pero hoy si nosotros no vestimos la música tradicional, para que enamore a las juventudes, corre el riesgo de perderse. Tenemos que hacer una investigación rítmica muy importante”, enfatizó Teherán.

El Son de Negro tiene varias ramas. Una de esas es el Son de Negro Sentado, que en Palenque se le conoce como Son de Negro de Salón y que difiere su tocar musical del Son de Negro Callejero. Teherán golpeó el tambor con las palmas de sus manos para hacer sonar el ejemplo.

Entre los jóvenes asistentes, las preguntas y la pasión por la danza se hicieron presente. El estudiante Juan David García cuestionó por qué en el segundo acto de la danza aparece el personaje de La Guillermina, un hombre disfrazado de mujer que baila con cada uno de los hombres de la coreografía.

“Según la tradición oral, La Guillermina representa una de las maneras en que los cimarrones, cansados de que los españoles violaran a sus mujeres, engañaban a los soldados enemigos, vistiéndose de mujer para emboscarlos”, señaló el secretario de Cultura.

Al final de la charla, Juan y tres compañeros más se ofrecieron para bailar el Son de Negro, y demostrar que la tradición la llevan en las venas. Al final, el tamboreo de Tomás Teherán invocó los espasmos rítmicos y las muecas de la nueva generación de salvaguardas del Son de Negro. Las sonrisas y los aplausos cerraron el coloquio cultural.

Por José Luis Rodríguez R.

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