Tradición wiwa, un legado que pende de un hilo

Burruna-Gawi.jpeg
El conversatorio "Burruna Gawi: Tejiendo el legado Wiwa", se realizó el pasado 2 de junio en la Cinemateca del Caribe.

Por:

14 jun 2016

“Por la llegada de los hermanos menores fuimos despojados de nuestros territorios donde estaban ubicadas diferentes familias. Nos quitaron los lugares sagrados donde se siembra el algodón. Hoy en día se trabaja poco con él. Las cosas se van remplazando por materiales ya procesados por nuestro hermano menor”.

Con esta enunciación del profesor indígena wiwa Arregosé Gil Mojica, inicia el corto documental Burruna Gawi, un retrato de las transformaciones que han sufrido los indígenas wiwa que habitan la vereda de La Tagua en la Sierra Nevada de Santa Marta, mientras sus tradiciones son cada vez más permeadas por la cultura del hombre ‘blanco’, o ‘hermano menor’ como les conocen.

El corto es fruto del trabajo de la empresa Seineken, conformada por un grupo de jóvenes que llegaron hace tres años a La Tagua buscando en su imponente paisaje montañoso una válvula de escape a la vida en la ciudad. Allí, tras lograr un acercamiento con la comunidad encontraron una posibilidad de emprendimiento social a partir de sus conocimientos tradicionales.

Seineken aplicó a la convocatoria Consciente D, de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte, a través de la cual desarrollaron la investigación Burruna Gawi, que tenía como objetivo demostrar cómo el diseño interviene en procesos de culturización y desarrollar proyectos capaces de generar cambio social.

El documental del mismo nombre, que emergió de la investigación, fue estrenado el jueves, 2 de junio, en la Cinemateca del Caribe. Este tiene como protagonista a la familia de Arregosé, un profesor que lidera proyectos en La Tagua para conservar generacionalmente la tradición y cultura de su comunidad.

Como parte del estreno de Burruna Gawi se realizó un conversatorio con Arregosé y Samit Acosta, miembro de Seineken y egresado del programa de Diseño Gráfico de Uninorte. En este se discutieron aspectos del filme, el cual analizó a través de entrevistas cómo el reemplazo del algodón por materiales sintéticos ha transformado por completo el aprendizaje de las nuevas generaciones sobre la cultura al no relacionarse directamente con el algodón, pues son los procesos de la recolección, limpieza, hilado y tejido del mismo aquellos que propician la transmisión intergeneracional de conocimientos.

“Cuando una niña a sus 15 años le llegaba la menstruación, aprendía cómo hacer una mochila con sus mayores. Ya no, porque tiene Directv, y se sienta a ver Diomedes”, comentó Acosta sobre la pérdida de un espacio tradicional de transmisión de conocimiento. “Antes el niño recogía el algodón y la mamá tenía que hacer todo un ritual en que el pelao estaba involucrado y adquiría consciencia de sus procesos tradicionales. Ahora la mamá baja en una moto, compra los materiales y se devuelve”.

Arregosé considera que cada vez se torna más difícil retomar la actividad textil como un espacio de preservación de la tradición. “La comunidad ve el proceso tradicional como algo difícil. Eso se ha facilitado con el material procesado. Pero ahora es difícil concientizar a los jóvenes de esa forma, porque lo ven como un trabajo y no algo que transmite mucho conocimiento”, expresó.

La tecnología y el advenimiento de información ‘occidentalizada’ ha producido un choque cultural, que ha dejado a un lado las herramientas de apropiación de la cultura wiwa. Arregosé no es ajeno a este proceso, y ha acogido aspectos que brinda la cultura de sus ‘hermanos menores’.

“Él tiene una tienda y si no supiera sumar y restar no la tendría”, comenta Acosta. A su vez, Arregosé agrega que la televisión le ha servido “para conocer lo que sucede en el mundo. Los niños conocen y entienden lo que sucede en todas partes”.

Para Acosta, sin embargo, aún hay esperanza para recuperar los espacios tradicionales y a la vez preservar la cultura. La construcción de una escuela indígena, propuesta por Arregosé es la primera semilla para este cambio.

Los wiwas, al no tener una lengua escrita, imparten su educación a través de la oralidad y la práctica, en dos casas construidas para hombres (Unguma) y para las mujeres (Ushui). En estas se enseñan sobre el sentido de la vida, la ética y la moral. Sin embargo, ninguna de estas existía en La Tagua cuando Seineken inició su labor y los niños obtenían su conocimiento únicamente de colegios públicos junto a niños campesinos.

“La idea con la construcción de dos casas tradicionales es que ellos después que salgan de la educación que les da la escuela pública puedan reafirmar y proyectarse hacia su propio pueblo”, indicó Acosta, agregando que no se trata con esto de hacer un proyecto asistencialista sino un trabajo inclusivo.

“No es solamente hacer casas que tengan un diseño bonito, sino que tengan trasfondo, que les brinde a los indígenas wiwa herramientas para empoderarse a partir de sus propios conocimientos”.

“No teníamos cómo hacer recuperar este método para poder transmitirles a los estudiantes”, expresó por su parte Arregosé. “Nunca nadie se interesó en colaborarnos en esto, pero Seineken nos dijo ‘vamos a intentarlo’. Y es una experiencia que siempre nos va a quedar”.

Por Andrés Martínez Zalamea

Más noticias