La austeridad “inteligente” del ministro Cárdenas se ha convertido en franca desaceleración de la economía, con los pobres resultados que ha revelado el Dane con respecto a la evolución del PIB trimestral en 2016, tasas anuales inferiores a las observadas en 2015, cerrando con un magro 2%.

Se estima ahora que el crecimiento del PIB en el 2016 no pasará de 2,3%, muy por debajo del 3,2% que esperaba el ministro Cárdenas en 2015. Para un país que entra en la fase del posacuerdo, son malas noticias, pues surge el interrogante sobre la viabilidad fiscal del posconflicto, ya que el hueco fiscal se expandiría, lo cual no lo permitiría la famosa Regla Fiscal, un absurdo neoclásico que nos dejamos imponer en nuestra Constitución.

El crecimiento industrial fue de 6%, comparado con el mismo trimestre del año anterior, fundamentalmente gracias a la puesta en marcha de Reficar, bebidas y productos metalúrgicos.

El resto se lo debemos al sector comercio y servicios, como es usual. El sector agropecuario se contrajo al -0,1%, y la minería se desplomó con un 7,1%.

La economía se mantiene creciendo gracias a la expansión del consumo de los hogares, a pesar de las medidas contraccionistas en materia monetaria de la Junta del Banco de la República con las tasas de interés y las políticas de austeridad fiscal del gobierno en materia de infraestructura. El sector externo no da señales de recuperación, por lo que el panorama resulta preocupante.

A nivel mundial, China creció en un 6,7%, España logró un 3,2%, Reino Unido 2,2%, Alemania un 1,7%, Francia, 1,4%; Estados Unidos, 1,2%; Japón en 0,2% y Grecia cayó en 0,7%. En América Latina, Perú un 3,7%, México, 1,5% y Chile, 1,3%.

El panorama mundial acusa un secular estancamiento, por lo que cifrar las expectativas en exportaciones no resulta muy realista. Por lo anterior, se imponen cambios institucionales que modifiquen nuestra política macroeconómica, en forma tal que se pueda expandir el gasto, romper con la dictadura de la regla fiscal y llevar a cabo una reforma tributaria progresista, que afecte las rentas de ganancias de capital pero no a los empresarios y colombianos de a pie.

De no hacerse así, la agenda del posconflicto se puede entrabar en su financiación. No porque no se pueda, sino porque no se rompen los moldes mentales e institucionales imperantes. Mantener el status quo de la política macroeconómica (austeridad fiscal y restricción mo