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De Dinamarca a Cundinamarca

 

La semana pasada, la Universidad Central en Bogotá tuvo la feliz visita del economista Jan Kregel, investigador del Levy Institute, de Nueva York, uno de los economistas postkeynesianos de más reconocido prestigio internacional a nivel de la macroeconomía y los países en desarrollo, y antiguo funcionario de Naciones Unidas. Saludable que en Bogotá otra universidad esté intentando someter a juicio los paradigmas dominantes ortodoxos del equipo económico del Gobierno y del Banco de la República.

Contra los afanes de grandeza de ciertas esferas gubernamentales del país, Jan Kregel señaló que era un error que Colombia intentara entrar a la OCDE. Va a cometer los mismos errores de Corea y México, dado que dichos mecanismos son para países del mismo nivel de desarrollo, productividad y competitividad. Las reglas de la OCDE llevaron a estos países a sufrir crisis financieras por cumplir con ciertos estándares que se establecen, muy débiles en materia de regulación financiera.

Además, Kregel nos advirtió de los peligros en el sector externo, la fuerte revaluación y la gravedad de la enfermedad holandesa que azota a la industria, fenómeno último que se pretende explicar como un fenómeno contable por el outsourcing que la industria practica hoy en día, lo cual dudo mucho. También, cuestionó el alto desempleo en Colombia, lo cual nos sacude, pues se nos ha dicho que vivimos en el país de las maravillas ‘de Alicia’ en el contexto latinoamericano.
La destorcida de los precios en el sector energético tiene al Gobierno buscando desesperadamente 12.5 billones de pesos. Como siempre, se va a recurrir a la extensión por cuatro años más del eterno 4x1.000. Las promesas de campaña de Santos I quedaron hechas trizas. Todavía las capas medias no se han despertado del letargo hasta que sientan el golpe de las declaraciones de renta de estos meses, con los inventos del Iman y el Imas.

Pero las recomendaciones de los grupos financieros de Asobancaria son preocupantes: extender el IVA a todos los productos, subirlo al 18% y prologar el impuesto al patrimonio, al cual se le baja la raya cada vez más. En realidad, hay es que atacar la evasión fiscal y la corrupción para incrementar los recaudos, en lugar de castigar más a los pocos que tributan. Habría que apretar más al sector de minería de carbón, como lo demuestran los estudios de  Garay en la Contraloría, donde se encuentran aberraciones tributarias. Pero el Gobierno parece más preocupado por imitar a Tony Blair creyéndose estar en Inglaterra, con la creación de los tres superministros, una vez que fracasaron las frondosas consejerías presidenciales. Ojalá le funcione, pues los problemas de ejecución acosan al Estado a todos los niveles.

Para no ir más lejos, basta ver el desastre ambiental de la isla de Salamanca a pesar de tantas declaraciones de las autoridades respectivas. Mi impresión es que en el país, el papel y el verbo inútil aguantan todo, pero poco se hace. En Barranquilla, ni qué decir de los desastres que ya vivimos por la canalización de los arroyos. Son tragedias anunciadas. Los de la 84 que se avispen, todavía faltan más por suceder.

jparadac@uninorte.edu.co

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