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Desaceleracion

Si algo va quedando claro este año es que los discursos triunfalistas de la bonanza minero-energética han terminado, escenario que se debe tener en cuenta en nuestras previsiones nacionales y aún locales. Todavía recuerdo que cuando un alto funcionario internacional decía que Colombia crecería en 2016 al 3.0%, el ministro de  Hacienda lo corrigió diciendo que sería del 3.2%. Ya esas previsiones han caído al 2.6%, y todavía estamos a mitad del camino de 2016. La tasa de desempleo empezó a subir en el último trimestre a nivel nacional, y Barranquilla no fue la excepción, pues acá en la Capital de Vida, se perdieron 12.000 empleos si comparamos este trimestre con el año anterior, subiendo la informalidad al 47.3%.

Para rematar, a pesar de los pedidos del presidente Santos, nuestra “independiente” Junta del Banco de la República subió la tasa de intervención al 7,75%, mostrando su prepotencia burocrática. Aquí vale señalar que esta política que pretende favorecer a los colombianos frente a la inflación se convierte en un factor más de desaceleración de la economía, pues encarecerá el crédito de todo tipo y dificultará aún más una posible mejora en el crecimiento. Lo triste de todo es que la Junta bien sabe que nuestra inflación es de oferta y no de demanda, causada por la devaluación sufrida y el shock en la oferta agrícola. Sin embargo, se le aplica una terapia de demanda que será inútil, y que no será domesticada sino a fin de año. Lo curioso es que el Banco sigue en contravía de los bancos centrales del mundo, los cuales en épocas de crisis y desaceleración aplican tasas de interés de intervención hasta negativas, o por debajo de la inflación (Ver Carmen Reinhardt “What´s new about today´s low interest rates ?, Project Syndicate, July 28, 2016), buscando licuar deuda pública y privada para aliviar las economías y estimular la demanda agregada. Pero en Colombia, los sacerdotes de la ortodoxia monetaria piensan de otro modo, hay que llevar a Colombia a la recesión, si es necesario, para quebrar la inflación.

El otro golpe de gracia al crecimiento económico radica en el presupuesto contraccionista que el Gobierno acaba de presentar al Congreso, por aquello de la “austeridad inteligente”. El presupuesto crece apenas al 4,7% ($224,4 billones), lo cual representa una contracción real frente a una inflación que este año estará en el 6 o 7%, y la inversión pública se contrae además en términos monetarios en un 10% menos. Al elevar las tasas, el Banco favorece al sector financiero en materia de deuda pública, pues los TES serán más costosos de emitir, teniendo en cuenta que este rubro ya se llevará $54,3 billones en 2017.

A pesar de los anuncios a favor de los territorios, la incredulidad surge pues sabemos que éstos siempre pagan los platos rotos. Con los líos de Navelena, y el cierre del Amira de la Rosa y el Museo Romántico, la desaceleración que nos enmarca empeora las cosas. Ni qué decir del plebiscito con estas políticas económicas.

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