Es posible que los mismos estudiantes de Economía no sepan que el pasado 3 de julio se conmemoró el Día del Economista, según lo estableció la ley el Consejo Profesional de Economía.

También es probable que no sepan que dicha fecha se estableció para honrar la memoria de uno de los primeros economistas del país, Pedro Fermín De Vargas (1762-1810). En los últimos meses, se han publicado varias columnas referidas al tema de la enseñanza de la Economía, como ha sido el caso de Cecilia López y más recientemente en el periódico La República, por parte de Jorge Iván González, conocido colega de la Universidad Nacional. Coinciden los autores en destacar los problemas de formación de los economistas colombianos, en especial los de los equipos económicos del estado colombiano, desde hace más de 20 años. La formación que se imprime es absolutamente neoclásica, la cual enfatiza las virtudes del mercado y la competencia. Se le rinde culto a los libros de texto, se crea un abismo entre micro y macro, y enseña la economía ortodoxa como la “Economía”. Lo demás, es pura historia del pensamiento económico. Los estudiantes se forman en las virtudes de la economía neoclásica, el equilibrio general, la ley de la autorregulación de los mercados. Se eleva a mito la oferta y la demanda, y los funcionarios del Banco de la República se ven como obispos de la estabilidad de los precios y la seriedad macroeconómica, ante quienes todos deben obedecer por su condición sagrada. Sólo así se entiende que en Colombia, se haya aceptado en el Congreso la teoría de la regla fiscal, elevada a norma constitucional, en contravía de las teorías keynesianas. Ni los republicanos en Estados Unidos lo han logrado. Los ciudadanos siguen sin entender que este camino puede poner en peligro las conquistas sociales logradas por vía de tutela, al interponerse los recursos de “tipo fiscal”.

La verdad es que desde los 90s, la carta de los estudiantes de Paris, la declaración de Kansas City, la carta a Mankiw en Harvard, los retos que ha planteado la Gran Recesión del 2008 y el Instituto de New Economic Thinking de Soros, han planteado la urgencia de replantear la enseñanza de los futuros profesionales.

Hay que procurar una formación más pluralista, donde los estudiantes desde un comienzo sepan que hay varios enfoques, varias miradas en la ciencia económica. A pesar que hay consensos en ciertos temas, la diversidad abunda en el pensamiento económico. Ello obliga a estudiar seriamente otras corrientes como los postkeynesianos, institucionalistas, neoricardianos, regulacionistas, marxistas estructurales, donde encontramos miradas diferentes a los temas económicos. El estudiante de economía debe tener la oportunidad de conocer esta diversidad de enfoques, para poder sugerir otras políticas públicas en la esfera nacional, regional y local, así como en la órbita empresarial. Así, la inteligencia y el espíritu crítico se agudiza, y el estudiante no traga entero, no repite como loro, y procura construir sus propios criterios. Cuando vaya a estudiar al exterior, no vendrá con el vicio de la “incrustación institucional” de Portes, de copiar sin criterio lo que se observa en los países desarrollados. El país lo necesita.

Por Jairo Parada