A comienzos de septiembre, se realizó el III Encuentro Nacional de Profesores de Economía, convocado por la Asociación Colombiana de Facultades, Programas y Departamentos de Economía (Afadeco), la Eafit y la Universidad de Antioquia, al cual asistieron más de doscientos profesores en el Recinto de Quirama, cerca de Rionegro. El evento fue inaugurado por el Dr. Jorge Valencia Jaramillo, quien insistió en la formación de economistas más aterrizados en la realidad nacional, dispuestos a revisar los dogmas que han predominado en la profesión desde hace 25 años, impulsados por la economía ortodoxa. Precisamente, en estos tiempos, cuando la economía mundial sigue atascada y amenazan sombras desde China y Europa, acompañada del estancamiento crónico del Japón y la frágil recuperación de la economía norteamericana, es refrescante que nuevas corrientes e ideas alimenten las propuestas de los profesores en torno de la enseñanza de la economía.

Hubo aportes desde diversos ángulos. El Dr. Jorge Hernán Toro, del Banco de la República, insistió en la necesidad que los estudiantes de Economía analicen la coyuntura económica. Claudia Pico, de la Universidad de la Salle, enfatizó el rol del pensamiento crítico en la formación del economista, cuestionando las lógicas pecuniarias de la investigación económica y reclamando la “curiosidad ociosa” que recordaba Veblen. Álvaro Gallardo, de la Universidad Distrital, insistió en los problemas epistemológicos de la ciencia económica. Joan M. Tejedor, de la Universidad Católica, utiliza el cine para enseñar historia económica, y Juanita Villaveces, de la Universidad del Rosario, estudia la Economía Colombia a través de historias de la vida cotidiana de sus alumnos. Adriana Silva, de la Universidad Militar Nueva Granada, examinó el impacto de los procesos de acreditación en los puntajes de los estudiantes en pruebas Saber, y Guillermo Maya, de la Universidad Nacional de Medellín, hizo un descarnado análisis de la economía nacional, mostrando cómo nos hemos limitado siempre a importar equipos y maquinarias, sin producir nada nosotros mismos, como se evidencia en la desindustrialización que padecimos en el boom petrolero. Otros profesores de varias universidades del país ilustraron sus esfuerzos pedagógicos para enseñar mejor la disciplina, y en mi caso presenté una ponencia reclamando la formación de un economista más pluralista en estos tiempos de crisis, la cual fue bien acogida. De la Región Caribe apenas fuimos dos profesores, y fue manifiesta la ausencia de profesores de la Universidad de los Andes.

Curiosamente, Dani Rodrik, en un escrito reciente en Project-Syndicate, frente a los continuos cuestionamientos que desde diferentes disciplinas sufre la ciencia económica por su ortodoxia excesiva, su apego a la teoría del actor racional y su excesiva matemática (lo cual a mi juicio ha impactado en la demanda por la carrera) ha hecho un llamado a mantener enfoques amplios en la disciplina, a entender que hay una diversidad de modelos que se deben seleccionar bien, antes de aplicarlo a países diversos, señalando que “debemos alegrarnos  por la disciplina y su diversidad –racional y conductual– keynesiana y clásica, primero y segundo mejor, ortodoxa y heterodoxa” y dedicar nuestras energías a volvernos más sabios en la escogencia de nuestros modelos. Algo que Colombia necesita con urgencia.