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El consecuencialismo en la política colombiana

 

Si hay un criterio filosófico que ha hecho mucho daño en la política colombiana ha sido el consecuencialismo. Es una posición filosófica que predica que la nobleza de los fines justifica cualquier acción. En otras palabras, importan los fines, no los medios. En política conduce a justificarlo todo en aras de la obtención del poder, fin último de la acción política mal entendida, el poder por el poder mismo. No para ponerlo al servicio de la polis o los ciudadanos. Es un utilitarismo crudo en función de la búsqueda del poder.

Esta filosofía hizo daño en los grupos de izquierda en el siglo pasado. La búsqueda del poder para ponerlo al servicio del ‘proletariado’ llevaba a justificarlo todo. Lo moral era lo que sirviera a este propósito. Lo demás era “inmoral”. Así se justificó el secuestro, el crimen, el reclutamiento de menores y el narcotráfico. Se olvidaron los ideales del ‘Guerrillero Heroico’, ejemplarizado por el Che Guevara, en sus textos militares.

A nivel de nuestras élites dominantes ha sucedido algo similar desde que nos sumergimos en las guerras civiles del siglo XIX, la violencia en el siglo XX y la disputa actual que vivimos con videos y mentiras. El fin lo es todo, no importan los medios. Si hay que mentir se miente. Un video contundente es calificado de montaje. El ciudadano queda atónito cuando se asiste impunemente a una reunión, donde el hacker dice que usa secretos de inteligencia militar. Se asimila la información si ello ayuda a la campaña. Se bordea el código penal.

En nuestros gobiernos locales sucede algo similar. Las licitaciones se amarran celosamente para que caigan en manos de los escogidos previamente. Se hacen uniones ‘temporales’ donde las firmas de prestigio prestan su sombre y cobran por ello. Los socios opacos son los que ejecutan. Todo se hace dentro de la ley y bajo la vigilancia de la Procuraduría. Se acumula dinero y poder. El fin lo es todo, los medios no interesan. Kant es completamente olvidado. Igual sucede con la ‘transparencia’ en el gasto público.

En estas elecciones están en juego temas trascendentales como la corrupción, la democracia y la paz. En la entrevista en El Tiempo al embajador Gustavo Bell, se hacen serias apreciaciones sobre este proceso de conversaciones en La Habana. Los resultados de los acuerdos son elogiados por Naciones Unidas, la Unión Europea y los Estados Unidos. Pero acá en Colombia son descalificados por muchos columnistas como maniobra oportunista del candidato presidente. 

En La Habana no se firma la paz sino el cese del conflicto armado apenas. Se trata de la apuesta más seria que tiene el país para estar cerca de la terminación del conflicto, el cual lleva 50 años con millones de desplazados y cientos de miles de muertos. Pero a los colombianos, el tema de la paz, que afecta a los 15 millones de la población rural y de pequeñas ciudades, poco les importa mientras no los afecte. Es no entender que seguiremos aplazando el desarrollo que tanto nos merecemos. Aquí no hay ningún “castro-chavismo”. Mucho está en juego.

 

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