“Vivir para ver”, dice el adagio popular.  Después de 25 años de predominio de la visión neoliberal en el manejo de la política económica de todos los países del mundo, con la excepción de algunos intervalos heterodoxos durante la Gran Recesión 2007-2008, parece claro que los cambios empiezan a notarse a nivel de entidades, incluso como el Fondo Monetario Internacional (FMI), considerado como la catedral de esta corriente teórica.

Desde 1982, Milton Friedman saludó la llegada, al fin, de esta corriente de pensamiento, con el llamado “milagro chileno” que se implementó con la dictadura de Pinochet. Luego el modelo se difundió por el mundo, sin necesidad de dictaduras militares. En Colombia se inició en 1991, con el gobierno de Gaviria, y la Constitución ecléctica de 1991.

Por eso sorprende el artículo de J. Ostry, P. Loungani y D. Furceri “Neoliberalism: Oversold?(Neoliberalismo: ¿Sobrevendido?), en la revista Finanzas y Desarrollo, de junio del 2016. En un artículo, a pesar de reconocer muchos efectos positivos de los procesos de apertura y de reducción de la regulación del Estado, llegan a la conclusión que se han sobrestimado sus efectos positivos. La apertura ha servido para promover la inversión extranjera directa, lo cual trae tecnología, capital y empleos. Pero la apertura de la cuenta de capital ha generado desastres financieros, donde las crisis se han sucedido una a otra. El capital de portafolio, que llega a los mercados domésticos durante las bonanzas pero sale corriendo durante las crisis, se vuelve bien peligroso para los mercados cambiarios. El tema de la reducción del tamaño del estado ha resultado problemática, pues se ha encontrado que los programas de austeridad fiscal se han traducido en aumentos importantes de la desigualdad del ingreso, y esta última es un obstáculo para el crecimiento económico. El FMI ya no se amarra al dogma de la liberación de la cuenta de capitales. En el tema de la deuda pública se saludan las políticas de manejo prudente de la misma, pero se mira con preocupación adoptar como política la reducción de la misma, si ello puede atentar contra el crecimiento económico. El artículo debiera ser leído por el gobierno colombiano, pues si acá seguimos practicando la austeridad “inteligente”, y el sometimiento a la “regla fiscal”, combinado con la ortodoxia del Banco de la República de elevar las tasas de interés, el camino al estancamiento está trazado.

En lo nacional, llama la atención el artículo de Rudolf Hommes del 10 de Julio en EL HERALDO sobre el “Reto Industrial”, en el que, al advertir que no hay institucionalidad para promover el desarrollo agroindustrial, nuevas exportaciones o las innovaciones, sugiere que “todo esto apunta a la necesidad de crear una entidad pública o mixta que sea capaz de responder productivamente a ese reto”, lo cual resulta sorprendente, proviniendo de quien se ha considerado el gurú del neoliberalismo en Colombia. No se puede dejar todo al mercado parece.