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El programa de vivienda del presidente Santos: ¿Populismo?

Vínculo: http://blogs.uninorte.edu.co/jparadac.php

Jairo Parada Los atentados terroristas y los asaltos guerrilleros han empañado el entusiasmo de todos aquellos que anunciaban ríos de leche y miel con motivo del TLC con Estados Unidos. Ha sido volver a nuestra cruda realidad y un recorderis de nuestra fragilidad institucional. Por ello, frente al TLC muchos analistas recomiendan prudencia, sin desbordes de optimismo ni exagerados pesimismos. Dentro de esas malas noticias, ha aparecido la iniciativa interesante del presidente Santos de regalar a los más pobres de los pobres, unas 100.000 viviendas, lo cual equivaldría a una inversión de unos $4 billones de pesos. La propuesta ha sido recibida con miradas mixtas: desde la ortodoxia económica y los economistas uniandinos, ha sido calificada de ‘populista’. Alejandro Gaviria ha dicho que parece ha llegado el populismo colombiano. En efecto, en Colombia no hemos conocido realmente el populismo, como sucedió en la Argentina de Perón, el Perú de la primera administración de Alan García, la Venezuela de Chávez y algo del brasileño. Los técnicos de la economía ortodoxa lo asocian más al populismo macroeconómico, caracterizado por un excesivo gasto público en favor de los sectores más pobres, sin equilibrio fiscal. En las ciencias políticas el fenómeno se analiza desde una perspectiva más compleja, con un líder que verticaliza el apoyo del pueblo contra las oligarquías y lo organiza en un fuerte movimiento político. En realidad, ni del uno ni del otro hemos tenido en Colombia, excepto los tímidos intentos de Rojas Pinilla cuando fue dictador. Colombia se ha caracterizado por su ortodoxia económica, donde se sacrifica todo en aras de los equilibrios fiscales y monetarios. Donde se cobra la gasolina más cara del mundo para garantizar las finanzas públicas y de Ecopetrol, donde las medicinas se liberan según las reglas del mercado y donde se sube la tasa de interés si el crédito de consumo empieza a desbordarse por parte de la población, aunque todavía no haya peligro de crisis. En fin, muy poco se irriga hacia los sectores populares, excepto todo aquello que se hace con la pobreza focalizada, es decir, con las teorías del liberalismo individualista social, donde el gasto público se concentra en aquellos ciudadanos que primero se caracterizan como pobres y se sisbenizan en estratos uno y dos principalmente.No se trata de socialdemocracia entonces. Se trata solo de las típicas políticas focalizadas de alivio a la pobreza, donde el gobierno manifiesta algunos logros recientes. Por ello, se equivocan quienes califican la estrategia de Santos de populista. Encaja dentro de la más clara tradición del liberalismo social individualista al estilo de John Rawls, siendo que los impactos se repartirán en unos cuatro o seis años, según la marcha del programa. A pesar de lo anterior, en un país con unas élites tan duras, la iniciativa debe saludarse positivamente. Es algo que sin duda se va a irrigar en la economía colombiana, aunque sus impactos macroeconómicos serán limitados, no tan grandes como se alega en la propaganda oficial. El éxito de la iniciativa depende ahora de la articulación exitosa con las alcaldías, seleccionar adecuadamente los terrenos para desarrollar los proyectos, evitar a los tiburones de la contratación pública que han dejado un rosario de incumplimientos en el país y salirse al paso al clientelismo, una institución que ha hecho más daño que un populismo inexistente. En el Atlántico y Barranquilla deberíamos esperar 5.000 viviendas como estas, como mínimo.

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