Jairo Parada

Opinión

El pasado miércoles 11 de mayo se realizó en Bogotá un Foro al más alto nivel sobre ‘Las perspectivas de una política manufacturera en Colombia’, convocado por un grupo de industriales bajo el liderazgo de la exministra Marta Lucía Ramírez, quien viene promoviendo una “Coalición para la promoción de la industria colombiana”. Este movimiento de opinión que ha sido cuestionado injustamente por la ortodoxia dominante como de añoranza por el proteccionismo, recoge el sentir de líderes del sector industrial colombiano que ve con preocupación la falta de estrategias y políticas del estado colombiano frente un sector clave de la economía colombiana.

El evento reunió a académicos de los mejores programas de Economía del país, al cual asistí en representación de la Universidad del Norte. Participaron Juan Felipe Mejía de la Eafit, Iván Darío Hernández, Germán Umaña y Jorge Iván Bula de la Nacional, César Ferrari de la Javeriana, Alejandro Gaviria de los Andes, y Salomón Kalmanotivz de la Tadeo Lozano. A pesar de los matices en los análisis, todos los asistentes coincidimos en que Colombia necesita definir estrategias serias y profundas con respecto a la política industrial, inexistente desde hace dos décadas, a pesar de intentos hechos al final de siglo durante la administración de Andrés Pastrana.

No se trata de resucitar el viejo proteccionismo. Se insistió en la necesidad de definir escenarios y políticas para el futuro industrial, que tengan en cuenta el creciente rol de China, el papel de la innovación, las redes empresariales y los centros de base tecnológica con empresarios y universidades, además de la necesidad de construir institucionalidad sólida en las regiones para desarrollar estas políticas. Se destacó que en todo el mundo la diversificación de exportaciones por la vía de mayor valor agregado está tomando fuerza de nuevo, y se dejó claro que la bonanza minera se debe aprovechar para sembrar nuevas industrias sin desperdiciarla en enfermedad holandesa con revaluación y desempleo.

La experiencia internacional ha demostrado en forma contundente que el estado juega un rol clave, no puede ser pasivo, como lo señala la experiencia de China, el Sudeste Asiático, la India y ahora recientemente Brasil. Petrobras mantiene una política fuerte de compras estatales en Brasil que ha permitido un desarrollo clave de la industria brasileña, y muchos países utilizan estímulos e incentivos para su industria apartándose del discurso teórico de las ventajas comparativas.

Se dejó claro que cada país debe construir su desarrollo industrial sobre sus ventajas comparativas pero debe ir más lejos: aprovechar sus ventajas competitivas y avanzar en sectores incluso nuevos y pioneros. El libro del BID “The Age of Productivity” fue recomendado a los presentes, donde a pesar de haber una tendencia universal a la pérdida de peso del PIB industrial en todos los países, se destacó la necesidad de desarrollar sectores modernos en servicios y sectores conexos.

Los industriales presentaron trabajos interesantes, a cargo de Oscar Iván Zuluaga, Carlos Arturo Zuluaga, Rafael Del Castillo y Ramón Pereira. En todos ellos, se destacó la necesidad de una política más inteligente del estado colombiano para enfrentar los tratados de libre comercio que Colombia ha firmado, negociados en forma ingenua sin cláusulas de exclusión, cuando se sabe de la cantidad de subsidios que gozan las industrias de los países competidores.

En el Plan de Desarrollo de Santos, en sus 861 páginas, no aparece la frase “política industrial”. Colombia necesita un sector industrial fuerte. Como lo bien lo señala Alice Amsden en “Escape From the Empire” (MIT, 2007), “La experiencia manufacturera implica la existencia de empresarios emprendedores, gerentes, ingenieros, abogados, contadores, una élite educada, una extensa población estudiantil y una numerosa clase obrera en las ciudades…Cuando la industria se vuelve demasiado pequeña y el desempleo muy alto, y la movilidad social es bloqueada, la democracia será derrotada, como sucedió en Costa de Marfil con las rivalidades tribales” ( p.18).

No queremos que lo mismo suceda en Colombia, aunque ya es la realidad que se vive en los territorios donde a los jóvenes educados, sólo les queda el camino del mototaxismo, las llamadas por minutos, la informalidad o las bandas emergentes.