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Las posibilidades y limitaciones de la Tercera Vía

No le hace bien a la educación política del pueblo colombiano que el presidente Santos afirme, en el reciente foro sobre la Tercera Vía realizado en Cartagena, que los conceptos de “izquierda” y “derecha” son obsoletos. En Colombia la noción de izquierda se ha estigmatizado en razón de la degradación del conflicto armado. No sucede lo mismo en Estados Unidos, Europa y en algunos países de América Latina, donde la noción de izquierda cubre una serie de matices que van desde las posiciones socialdemócratas hasta las más radicales de los marxistas. Ser de derecha se asocia con personas conservadoras en su pensamiento económico, defensoras a ultranza de las tesis neoliberales y partidarias de reducir el tamaño del Estado y la regulación del mismo. La derecha pretende resolver la mayoría de los problemas con los mecanismos de mercado. Por lo general, no apoyan el aborto, el matrimonio gay ni la adopción de hijos por parte de parejas del mismo sexo.

Si fuese obsoleta esa definición, la revista Semana no le dedicara una sección en esta semana, con la consolidación clara del Centro Democrático como fuerza política del país que casi gana la Presidencia. Allí se han agrupado personas de los partidos Liberal, Conservador y fugados de la vieja izquierda, empresarios y personas independientes, a lo cual tienen pleno derecho, siempre que persistan en ser civilistas y hacer una oposición institucionalizada al actual Gobierno. Santos tiene que entender que ganó las elecciones porque fue capaz de jalonar el centro y la izquierda en torno al tema de la paz, pero las alianzas solo llegan hasta allí, pues en cuanto a la Tercera Vía, el tema es más problemático.

Las propuestas de la Tercera Vía surgieron del sociólogo Anthony Giddens como una salida ecléctica frente al neoliberalismo ultraconservador de Margaret Thatcher y Reagan, y la opción del ‘socialismo real’ en decadencia desde la caída del socialismo en 1989. Pero también tomó distancia frente a los sectores duros del laborismo inglés, con su consigna “mercado hasta donde sea posible, estado hasta donde sea necesario”. Pero ahora en Europa nadie habla de la Tercera Vía y la socialdemocracia europea se encuentra, junto con la izquierda, bajo la presión de movimientos ultraconservadores y xenófobos.

Razón tuvo el socialista español Felipe González de advertir que una cosa es la economía de mercado y otra la sociedad de mercado, ya que tanto Clinton como Blair apadrinaron los inicios de la desregulación financiera que después llevó a la Gran Recesión del 2008. Al estar conciliando con los sectores fanáticos del mercado, abrieron el camino a las conductas depredadoras del sector financiero que generaron la catástrofe.

En Colombia, con una derecha dura que cuenta con el apoyo de la mitad de los colombianos, el panorama de reformas basadas en los valores de la Tercería Vía como el reparto equitativo de la riqueza, igualdad de oportunidades, responsabilidad y solidaridad, es bastante incierto. Aquí el postconflicto exige mucho más Estado que mercado, reformas agrarias, territoriales, sociales y políticas profundas. La Tercera Vía tendrá que buscar aliados, pues de lo contrario, se enredará y poco hará.

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