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París: los peligros del relativismo cultural

Sin duda, el mundo está constituido de muchas culturas, saberes, razas, religiones, pueblos e ideologías, las cuales se vinculan a los problemas de las nacionalidades no resueltas en muchas partes del globo. Por ello, al analizar situaciones como las vividas recientemente en París, debemos estar en guardia contra la visión anglo-europea de la historia.

La historia de la civilización humana se inició en África, pasó luego a la lejana Asia, y posteriormente a Europa. Con la Colonia, que algunos historiadores europeos tercamente se niegan a reconocer, nos llegó a América. De ahí el sincretismo existente en América Latina, con su mezcla europea, india y africana, presente en todos nosotros, no importa el pedigrí al cual nos creamos pertenecer.

Por lo anterior, el ciudadano global, del cual se habla tanto y se practica poco, se caracteriza por respetar esa diversidad y mira con respeto cada cultura, cada religión y cada tradición. A pesar de ello, sin embargo, la humanidad tiene logros comunes, a estas alturas del siglo XXI.  Se considera que la democracia, con todas sus imperfecciones, es la técnica moderna de vivir en sociedad, como decía John Dewey, que mejor le conviene a las sociedades humanas. La declaración de los Derechos Humanos de la Revolución Francesa es un faro luminoso para la humanidad.

Hoy le añadimos los derechos sociales, como el derecho a un empleo digno, a la educación y a la salud, a ser incluidos. Son  fundamentales la igualdad de género, el derecho a decidir sobre la vida, y a la orientación sexual. También se incluye en ese portafolio de derechos, el derecho a la diferencia, el derecho del ‘otro’, siempre que no atropelles el derecho de los demás. Se incluye el derecho a la crítica, así sea dura y mordaz, a burlarse, a satirizar, sin tener que andar como pisando cáscaras de huevo. En Colombia hemos visto que ese derecho se trata de reprimir ya no con balas sino con el empapelamiento jurídico. Te amenazan y complican la vida con pleitos jurídicos y abogados. Al igual que en París, se trata de imponer la autocensura, y si ello no funciona, siempre están las balas como en el caso de Jaime Garzón o de nuestro colega Alfredo Correa.
No todo es relativo entonces, donde según este argumento cada cultura carga con su bulto de creencias y prejuicios, todos aceptables. Hay que esculcar y cuestionar aquellas tradiciones que son regresivas desde el punto de vista del desarrollo humano, combatirlas y cambiarlas. Aquellas que coartan los derechos de los niños y la mujer. Que imponen el unanimismo, donde te cortan la cabeza si no militas en una religión.  No se puede retroceder en nombre del relativismo cultural. Se respeta lo que no haga daño, lo que se pueda articular con el desarrollo humano sin lesionarlo.

Pero lo que signifique atraso y alejamiento de la modernidad hay que intentar modificarlo con educación, reformas y argumentos. Pero frente al fanatismo, los progresistas ciudadanos globales no podemos meternos la cola entre las piernas. Hay que batallar lo que signifique atraso, venga del capitalismo con su inequidad rampante, como también del atraso del precapitalismo, sus coletazos y su oscurantismo. Por ello, sin vacilaciones, Je suis Charlie.

jparadac@uninorte.edu.co

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