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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Algo de optimismo

Confío, como lo dije, en que estos casos sean accidentes derivados del exceso de conectividad y que no supongan una tendencia real.

Aunque cada vez parece más claro que lo que pasa en las redes sociales no necesariamente refleja el sentir de la mayoría de la gente, sigue siendo sorprendente comprobar los niveles de agresividad y pesimismo que se encuentran al revisarlas, incluso de forma superficial. Me atrevo a asegurar que la naturaleza de cualquier noticia o comentario, por muy agradable que sea, puede ser forzada para encontrarle algo malo, llevando todo al plano de la indignación y la rabia, la nociva incredulidad o la parodia. A las personas que hacen eso, que espero sean escasas, parece fastidiarles absolutamente todo, como si se levantaran cada día a revisar qué iniciativa criticar, qué reputación destruir o qué información estropear.

Mediante la publicación de un breve video, hace pocos días Walt Disney Animation Studios anunció oficialmente que está trabajando en Encanto, una película animada que se escenificará en Colombia y que deberá estrenarse en otoño del 2021. Difícil encontrarle algo malo a ese anuncio. De hecho puede entenderse como una buena cosa, dado que generalmente las descripciones que se encuentran en cualquier medio sobre nuestro país suelen estar plagadas con varios de sus numerosos problemas, en la mayoría de los casos exagerados y caricaturizados. Pero no. En lugar de alegrarse por esa noticia, o ignorarla si no les parecía relevante, mucha gente se dedicó a compartir su veneno bajo el anonimato y el facilísimo de Twitter, con comentarios disparatados e incomprensibles, burlándose con sorna de la idea. Claro que vivimos en un país muy violento, pobre y corrupto, nadie lo niega, eso lo sabemos: de pronto por eso valía la pena aliviarse por la posibilidad de un respiro, una interpretación diferente de nuestra realidad en un formato tan inofensivo como una película para niños.

Casi al mismo tiempo, me topé con una reportaje sobre una niña colombiana de apenas ocho años, Carla Rodríguez, en el que se resaltaba su destreza y precocidad para la interpretación del piano, destacando que se había ganado ya varios concursos internacionales. No podría ver la posibilidad de comentar nada dañino, solo congratularla a ella y a sus padres por haber podido cultivar esos dones. Sin embargo, varios tuiteros se agarraron de la nota para resaltar que la niña vivía en España y que aquí no hubiese podido lograr sus destacados avances, pasando entonces a criticar todo cuanto se les ocurrió, ya saben, corrupción, paramilitares, narcotráfico, etc. sin que sus diatribas tuviesen relación alguna con las habilidades de la protagonista. De nuevo, incomprensible.

Confío, como lo dije, en que estos casos sean accidentes derivados del exceso de conectividad y que no supongan una tendencia real. Un escenario en el que esas actitudes sean ciertas, con tanta mala leche, tanto resentimiento y amargura, no podría augurar tiempos mejores. Especialmente ahora, al estar en los finales de un año tan complejo, vale más tener algo de optimismo, buena fe y cortesía.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 17 de diciembre de 2020