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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Algo no cuadra

En ese sentido encuentro que las apasionadas celebraciones derivadas de la aprobación del aborto en Argentina desdibujan la gravedad que implica.

Una de las últimas imágenes que nos dejó el convulso 2020 nos permitía ver a una multitud celebrando ruidosamente en el centro de Buenos Aires. Se trataba de la «marea verde», una denominación que identifica a los colectivos que promueven la legalización del aborto. El júbilo se desencadenó porque el senado argentino acababa de aprobar una propuesta que les permitirá a las mujeres interrumpir sus embarazos, legalmente y sin costo para ellas, durante las primeras 14 semanas. Es un hito importante para el país austral, que sin duda motivará, y eventualmente sustentará, propuestas similares en buena parte de Suramérica.

El aborto consigue dividir las opiniones de manera visceral. No es para menos. Las consideraciones éticas, morales, jurídicas y religiosas, fundamentales para su discusión, tocan los componentes más íntimos de las personas, sus emociones primarias, los límites de sus libertades. No es, por lo tanto, un asunto que se deba banalizar ni simplificar. Encontrar una zona media que permita avanzar en su regulación, abandonando con convicción los extremos, es una tarea ardua que quizá nunca termine. El debate nos acompañará por siempre.

En algunas ocasiones he expresado que por ahora concuerdo con la visión que Carl Sagan expuso en su último libro, en el que con sustento en la ciencia sugería unos niveles de restricción por cada trimestre: aborto libre durante el primero, limitado durante el segundo y absolutamente prohibido en el tercero (a los que quieran explorar más sobre esta posición, les recomiendo leer el capítulo 15 de Miles de millones). He entendido que algo así se ha aprobado en Argentina, en cuyo caso me parece que constituye una propuesta relativamente justa para todas las partes interesadas. Desde luego habrá que ver si la práctica confirma las intenciones de la ley.

Sin embargo, hay algo que no cuadra. Que una cosa se apruebe o se regule no quiere decir que sea buena, o que no implique matices y consideraciones. La pena de muerte, por ejemplo, es legal en varios países del mundo, pero eso no es motivo de jolgorio. Al contrario, cada vez que una persona es ejecutada es una derrota para todos, una ocasión sombría. En ese sentido encuentro que las apasionadas celebraciones derivadas de la aprobación del aborto en Argentina desdibujan la gravedad que implica. Sea como sea, se ha legalizado la posibilidad de terminar con la vida de los bebés en gestación, y francamente no encuentro motivos para desatar un carnaval por eso. Un aborto será siempre una tragedia que pudo ser evitada.

Lo positivo del asunto es que se van a poder salvar las vidas de muchas mujeres que se tenían que someter a esos procedimientos en condiciones deplorables e indignas. Pero la verdadera meta, y por la cual se justificaría cualquier celebración, se logrará cuando nos acerquemos a un escenario en el que ninguna mujer tenga que abortar, por ningún motivo.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 07 de enero de 2021