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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Defensor de la realidad

Como todos los buenos magos perfeccionó el arte del engaño y la trampa.

James Randi murió por causas naturales el pasado 20 de octubre. Aunque su nombre no evoque algún recuerdo significativo entre la mayoría de los lectores, juzgo valioso subrayar la importancia de su mensaje en medio del descrédito que está padeciendo el análisis racional en estos tiempos tan confusos.

Randi fue un ilusionista muy influenciado por Houdini, que alcanzó su mayor fama a mediados del siglo pasado bajo el nombre artístico «The Amazing Randi», ejecutando pintorescos trucos de escapismo y peripecias afines. Como todos los buenos magos perfeccionó el arte del engaño y la trampa, de tal forma que conoció las diversas maneras en las que se pueden burlar los sentidos y torcer la realidad. Lo que hace interesante su legado no se relaciona tanto con su capacidad para embelesar audiencias, cosa en la que era un portento, sino porque utilizó todo ese conocimiento para desenmascarar a un variopinto cartel de charlatanes, embaucadores y farsantes.

La primera noticia que tuve sobre James Randi la encontré en El mundo y sus demonios, un libro de Carl Sagan originalmente publicado en 1995. En esa obra, que advertía con claridad sobre los peligros de una nueva era de irracionalismo con posibilidades de minar las instituciones democráticas y nuestra civilización, Sagan destacaba el aporte de Randi a la construcción de un pensamiento escéptico. Detalló el caso del supuesto médium «Carlos», un engaño creado por Randi en complicidad con el programa Sixty Minutes, que logró embaucar a una masiva audiencia en Australia al convencerla de los poderes sobrenaturales de quien en esos momentos era simplemente su pareja sentimental. Cristales de la Atlántida, aguas mágicas, posturas místicas, se utilizó todo un arsenal de mentiras. Cuando el engaño se develó, varias instituciones respetables, incluyendo al Australian Financial Review, quedaron en ridículo. Randi demostró que estamos dispuestos a creer lo que sea.

Sin embargo, creo que el aporte más llamativo de James Randi se consolidó con su «reto paranormal del millón de dólares». A través de una fundación, se invitaba a cualquier persona que proclamara sus capacidades paranormales (telepatía, telequinesia, adivinación, curanderos, etc.), a someterse a un sencillo examen para demostrar sus habilidades. El reto estuvo vigente entre 1964 y 2015, sin que nadie pudiese reclamar el jugoso premio, siendo llamativo que muchos psíquicos reconocidos evitaron la prueba, seguro sabiendo que no la superarían. Quizá en ese aspecto, si lograron adivinar el futuro.

Algún crítico señaló que Randi estaba muy obsesionado con la realidad, una afirmación que parece más un elogio que una falla. Ahora que hay tanto charlatán ocupando cargos públicos a lo largo y ancho del planeta, conviene contar con la capacidad para detectar y exponer a los mentirosos. Conviene recordar a James Randi.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 29 de octubre de 2020