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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Edificios culturales

Esperemos que pronto encontremos el camino que nos permita contar con una oferta cultural interesante, diversa y, sobre todo, sostenible.

Aunque son alentadores y bienvenidos los anuncios que hizo recientemente el alcalde, referentes a la posibilidad de asumir desde el distrito la recuperación del Museo del Caribe y la culminación de las obras de la nueva sede del Museo de Arte Moderno, lo que está sucediendo con los escenarios culturales de Barranquilla es lamentable. Lo más grave es que no son únicamente esos museos. El teatro Amira de la Rosa va a cumplir cinco años desde su cierre, sin que a estas alturas se sepa cuándo ni en qué condiciones volverá a funcionar, mientras tampoco hay claridad sobre el proceso de restauración de la sede de Bellas Artes en el barrio El Prado, y ni hablar del Museo Romántico. Museos, teatro, academia; parece que buena parte de los edificios culturales en nuestra ciudad han perdido su importancia, contrastando con la rapidez con la que se consolidan otras iniciativas de infraestructura, especialmente parques y espacio público.

Ante un panorama tan complicado, las responsabilidades suelen ser diversas. Por una parte hay un nivel de desatención e ineficiencia desde las entidades públicas, en el caso de Bellas Artes, y también una incapacidad para coordinar esfuerzos con el Banco de la República y las organizaciones que administran los museos que están en problemas. Con seguridad las señales de alarma se venían presentando desde hacía rato, por lo que no se entiende que haya sido necesario tocar fondo para plantear soluciones, que por definición ya no serán oportunas. Lo paradójico es que no sería la primera vez. Encuentro inquietantes similitudes entre la historia del Amira de la Rosa y el Museo de Arte Moderno: ambas obras detuvieron su avance a mitad de camino y pasaron un buen rato inactivas y deteriorándose. Según los estudios realizados, fue precisamente ese periodo de abandono lo que propició las afectaciones estructurales que sellaron la suerte del teatro, por lo tanto resulta desconcertante que seamos capaces de repetir esas equivocaciones. Ojalá que no lleguemos a ese extremo.

Los ciudadanos también tenemos un grado de culpa. Barranquilla es una ciudad que en principio se enorgullece de su vocación artística y de nuestros aportes a la cultura y al folclor nacional, pero eso no parece traducirse en muestras tangibles. El apoyo del público a ciertos eventos, especialmente aquellos que impliquen el pago de alguna entrada, no es tan fuerte como podría esperarse. Es necio pretender que las actividades culturales dependan siempre de los dineros públicos o de donaciones, si de verdad nos importa que estén pasando por un mal momento, también es nuestro deber trascender los lamentos y actuar.

Hay algunas luces. La pronta puesta en marcha de la Fábrica de Cultura y el desarrollo del proyecto de la Arena del Río brindan mucha esperanza. Esperemos que pronto encontremos el camino que nos permita contar con una oferta cultural interesante, diversa y, sobre todo, sostenible.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 4 de marzo de 2021

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