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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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El puente descuidado

No abandonamos del todo la vieja costumbre que nos lleva a descuidar, a veces hasta la ruina, lo que con tanto esfuerzo logramos construir.

Hace más de cinco años, en este mismo espacio, especulé sobre la posibilidad de crear una oficina distrital que fuese capaz de responder por el mantenimiento de nuestras obras públicas. En aquel momento me inquietaba el estado de abandono que mostraban el malecón de La Loma y la remodelación del Paseo Bolívar, ambos muy depredados y reclamando apremiantes intervenciones. Tal propuesta no era más que un ejercicio inane, sin pretender nada diferente a llamar la atención sobre la perniciosa desidia que sigue luego de la culminación de la mayoría de nuestras obras. Aunque mucho se ha mejorado —el mantenimiento de los renovados parques es digno de aplaudir—, sigo encontrando casos que no se compadecen con nuestros escasos recursos. El nuevo puente Pumarejo es probablemente el más llamativo.

El martes 13 de octubre se registraba en este diario que el Invías se había comprometido a instalar cámaras de seguridad en el nuevo puente, buscando controlar los robos y el vandalismo que lo asolan. Ese fue el principal acuerdo luego de la celebración de una «mesa técnica» que se convocó para conversar sobre los problemas que enfrenta el funcionamiento de la emblemática infraestructura. También me pareció entender que se constituiría una «gerencia conjunta» para hacerle revisiones periódicas a lo que se pactó en la mesa mencionada, incluyendo las acciones de mantenimiento. Nada nuevo. En febrero de este año, recién inaugurado, se había informado algo similar tras una apurada reunión que pretendía definir quién se encargaba del puente, cosa que al parecer no estaba clara en ese momento y que por lo visto no ha logrado aclararse todavía, ocho meses después. Desconozco cuantas «mesas técnicas» harán falta para resolver un asunto tan trascendental, pero más nos vale apurarnos.

Encuentro inexplicable que una inversión de más de 800.000 millones de pesos esté a la deriva, o cuando menos sin un derrotero claro. Nada de lo que está pasando, los robos, el vandalismo y el normal deterioro, pudo tomarnos por sorpresa: el puente se comenzó a construir en agosto del 2015, lo que nos dio tiempo suficiente para ponernos de acuerdo sobre sus riesgos inherentes y sobre la entidad que debía administrarlo, o constituir una, en caso de que fuese necesario. Aparentemente, y a pesar de los cuantiosos recursos que estaban en juego, nadie fue capaz de advertir una falta tan evidente.

No abandonamos del todo la vieja costumbre que nos lleva a descuidar, a veces hasta la ruina, lo que con tanto esfuerzo logramos construir. Seguramente el nuevo Pumarejo requerirá pronto unas inversiones adicionales, con lo cual vendrán los respectivos señalamientos que activarán a los departamentos jurídicos de las entidades que se involucren. Nadie será responsable. Y mejor no hablemos del puente viejo, que sigue allí, tan campante, como un triste monumento a la improvisación y al mal juicio.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 15 de octubre de 2020