RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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La vivienda de la pandemia

Hace poco escribí dos columnas en las que especulaba sobre los posibles impactos que la pandemia traería para las ciudades, bajo las consideraciones del urbanismo, la planeación y el diseño urbano.

La escala de ese breve análisis suprimía en cierta medida al individuo, refiriéndose a fenómenos que afectan a grandes masas y cuyas decisiones suelen estar bajo la responsabilidad de los dirigentes locales, casi siempre por fuera del alcance de las preferencias particulares de los ciudadanos. Sin embargo, y aunque la ciudad será siempre el telón de fondo de casi todas nuestras actividades, vale la pena afinar el enfoque y considerar las implicaciones que todo esto puede tener sobre la vida de las personas en su entorno más inmediato: la vivienda.

Los cambios que hemos tenido que adoptar en nuestra cotidianidad, motivados por la implementación de las medidas de prevención contra el contagio, han sido significativos y varias de estas novedades podrían influir en la conceptualización de las futuras viviendas. Por ejemplo, si actuamos responsablemente (aunque siempre será mejor no movernos mucho), el acto de salir a la calle se ha visto lleno de una serie de rituales higiénicos que antes eran impensables. Los procedimientos que suponen esas acciones podrían traer de vuelta el zaguán, ese espacio de transición en el que podemos dejar los paquetes y adecuarnos para entrar o salir de nuestras casas, y que hace rato hemos dejado por fuera de nuestros diseños.

Si somos afortunados y podemos trabajar remotamente, vamos a empezar a apreciar espacios multifuncionales que se puedan adaptar a varios usos y brindar, cuando nos toque, un entorno propicio para realizar nuestras labores a distancia con la conectividad y la comodidad requerida. También hemos vuelto a valorar, dado el encierro que vivimos, la importancia de los espacios exteriores; patios o balcones que nos permitan un terapéutico respiro en medio de la confinación, o al menos espacios ventilados y con un grado de iluminación saludable. No menos importancia tiene ahora la capacidad de almacenaje doméstico, despensas y depósitos bien concebidos que nos ayuden a limitar las visitas a los supermercados y tiendas.

Lo que he mencionado es una relación no exhaustiva de buenas prácticas de diseño que imperdonablemente hemos venido abandonando. Por eso no soy tan optimista. Al final de todo esto quienes tengan los recursos podrán contar con mejores espacios para vivir, como ha sido siempre, y quienes dependan de ayudas estatales, o no tengan el dinero requerido, se tendrán que resignar a no comprar la casa que quieren sino la que pueden, aceptando cualquier cosa mientras eso signifique tener un techo propio. Lamentablemente no creo que esta pandemia produzca el milagro de dignificar masivamente la vivienda, incluso creo que podría ampliar las diferencias entre las buenas y las malas soluciones arquitectónicas. Ya veremos.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 11 de junio de 2020

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