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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Mis mejores deseos para todos aquellos que me acompañan en esta cita semanal. Que el año que comienza les traiga prosperidad, salud y paz.

Se termina por fin el año. Apegados al simbolismo que supone, por esta época solemos hacer recuentos, balances y promesas, seducidos por la idea de cerrar nuevamente un ciclo que nos permita pensar que las cosas van a mejorar, que vamos a salir de este enredo. Contagiado por el espíritu del momento, en la última columna del 2020 quiero dejar a los lectores unas recomendaciones, un compendio de asuntos inconexos que quizá puedan animarlos a descubrir algo nuevo o a recordar viejas aficiones. Son algunas de las cosas que en medio de tanta incertidumbre me ayudaron a aprovechar el tiempo, o a no desperdiciarlo demasiado. Esta es una relación no exhaustiva:

Leer El Quijote. Celebrar la prosa estupenda de Antonio Escohotado. Ver el nuevo documental de Frank Zappa. Después poner Hot Rats. Dedicarle tiempo a la obra de Bob Dylan, superar las obviedades, entender sus fases, admirarlo. Estudiar cualquiera de los libros de Thomas Sowell. Reírse un rato con las ocurrencias de Kurt Vonnegut. Leer o escuchar a Leonard Cohen. O ambas cosas. No aburrirse de ver El Padrino. Viajar por horas con Pink Floyd. Y King Crimson. Y Yes. Coleccionar los álbumes de Tintín. Renovar el respeto por Vargas Llosa. Ver Barry Lyndon. Ver cualquier otra película de Stanley Kubrick, varias veces. No perderse las columnas de Javier Marías. Estar atento a su próxima novela. Quedarse corto. Empezar o terminar el libro de Marcel Proust. Seguirle el juego a Sherlock Holmes. Ver Los Sopranos. Volver al Heavy Metal, no abandonarlo nunca. Moderarse. Terminar Downton Abbey. Encontrar y leer El Malpensante de Gesualdo Bufalino. Intrigarse con el Códex Seraphinianus. No olvidarse de los Rolling Stones. Ni de los Beatles. Abrir un Atlas. Dejar que Miles Davis se encargue del silencio. Que Herbie Hancock lo releve. Que Thelonious Monk finalice. Con mucha precaución, revisar a Cioran. No excederse. Leer las memorias de Woody Allen. Consultar con frecuencia el Diccionario de la Lengua Española de la RAE. Comprar vinilos. Comprar un tocadiscos. Escuchar a Bach, a Mozart, a Beethoven, a Mahler, entender de dónde viene todo. Darle un chance a Philip Glass y a Koyaanisqatsi. También a Baraka. Por lo menos una vez al mes, abrir un cuento de Borges. Terminar una biografía de Winston Churchill. Cantar con Johnny Cash. Descubrir a Jason Isbell. Leer ciencia ficción. Ver Cosmos. Revivir La Mandrágora, especialmente a Javier Krahe. Sabina revive solo. Comprobar que sin Alejo Carpentier quizá no existiría García Márquez. Imaginar la playa de Sète. Reconocer que no habrá nadie como Frank Sinatra. Poner My Way. Alegrarse con Sierra Maestra. Conmoverse con el Je Crois Entendre Encore, de Bizet. Preferir la versión de Kraus. Dormir.

Mis mejores deseos para todos aquellos que me acompañan en esta cita semanal. Que el año que comienza les traiga prosperidad, salud y paz.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 31 de diciembre de 2020