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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Vacuna y cuidado

El entusiasmo está plenamente justificado.

El anuncio de Pfizer y BioNTech sobre la efectividad de su vacuna contra la Covid-19 es una noticia extraordinaria. Aunque en términos generales la mayoría de nosotros estábamos convencidos del imprescindible papel que jugaría la ciencia para salir de este atolladero, ser testigos de este logro nos recuerda todo el respeto y el agradecimiento que le debemos a quienes le dedican su vida al conocimiento y la investigación. Seguramente muy pronto veremos más laboratorios anunciando éxitos con sus propios procesos, acercándonos así al final de este mal rato que logró trastornar al planeta con una magnitud y alcance que por momentos nos hacía pensar, por fortuna sin igualarlas, en las penurias que se derivaron de los grandes conflictos del siglo pasado. Los pronósticos sobre el futuro de la pandemia son ahora mucho mejores.

El entusiasmo está plenamente justificado. Todos los sacrificios que se han hecho en nombre de la precaución encuentran ahora un motivo que se apoya en la relativa certeza de un buen desenlace; ya el encierro no tiene una fecha del todo indefinida, ni la postergación de las reuniones o eventos familiares, o con amigos, o nuestro regreso a los lugares de trabajo o estudio. Precisamente por eso, porque la salida ya se puede entrever, es ahora cuando debemos extremar los cuidados. No es momento de aflojar, hay que seguir limitando al máximo nuestras visitas a lugares concurridos, mantener el distanciamiento, usar tapabocas y lavarse las manos con frecuencia.

El manejo que le demos a las celebraciones de fin de año será fundamental. Es natural que después de estar tantos meses alejadas, las familias traten de aprovechar esos tradicionales momentos para recuperar parcialmente el tiempo perdido. Sin embargo, y por mucho que nos cueste admitirlo, probablemente no valga la pena tomar demasiados riesgos cuando ya falta menos para poder retornar a nuestra cotidianidad. Varios estudios han demostrado que las reuniones familiares son un foco de transmisión importante, puesto que inadvertidamente suponemos que por la confianza y el afecto que les tenemos las personas cercanas no nos podrían contagiar. Ojalá que tengamos la paciencia para entender que será mejor tener reuniones muy pequeñas, en lugares ventilados y con buenas prácticas sanitarias, en lugar de los masivos encuentros que se organizan en algunos hogares. En este caso, y con la vacuna a la vista, tener un diciembre tranquilo nos puede procurar muchos años de salud y sosiego.

Las consecuencias de la pandemia seguirán con nosotros por mucho tiempo. El daño financiero que ha supuesto el confinamiento tardará mucho en aliviarse, reconociendo con tristeza que en ciertos casos la recuperación no será completa. Se requerirá esfuerzo y constancia, pero el triunfo que la ciencia nos ha regalado permite terminar este 2020 con un optimismo que debe llamar al regocijo. Y eso no es poca cosa.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 12 de noviembre de 2020

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