Pensar Carnaval

 

A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación, apuntaba a un porvenir aún incompleto.

Mijaíl Bajtin

 

 

 

 

La semana pasada con algunos de mis estudiantes del semillero de investigación discutía el sentido del carnaval para una sociedad. Durante la Edad Media el carnaval era visto como ese espacio temporal, ese momento de liberación transitoria en donde las diferencias de clase se diluían, los prejuicios étnicos o sexuales se detenían y terminaban siendo sustituidos por un breve momento de libertad y alegría colectiva desparramada, un momento en donde la energía creativa se manifestaba con plenitud y de forma espontánea.

Casi no había terminado la idea, cuando un estudiante lanzaba rápidamente una mordaz crítica a mi comentario. Crítica que parece bien arraigada dentro de quienes albergan el ideario de mayor igualdad social. Este estudiante, con varios ejemplos refutaba mi idea: “Durante el carnaval se mantienen y aun se amplían las diferencias sociales, no hay que mirar sino el precio de los palcos el día de la Batallad de Flores para darse cuenta”, nos decía.

No voy a cuestionar estos argumentos, principalmente porque los comparto en mayor medida.  Ciertamente el carnaval es o se ha convertido en un espacio en que el que el estatus se mantiene y consolida. Sin embargo, quiero proponer una nueva forma de ver el carnaval, lejos de un romanticismo idealista pero también tomando distancia de la crítica materialista que hacía el estudiante.

Quiero entender el carnaval, más allá de un momento de alegría pasajera, o una fecha en el calendario que esperamos y para la cual nos preparamos durante todo el año, como una forma de pensar.  Sí, pensar carnaval!

En este momento en donde el conocimiento científico sobre los fenómenos sociales se encuentra estancado, en donde son muy pocas las ideas nuevas, y constantemente los argumentos se repiten. En donde, por ejemplo, nos resulta difícil añadir algo más a cerca de fenómenos como la globalización que vayan más allá de lo ya enunciado: El colapso del estado nación,  la erosión del estado de bienestar, la homogenización cultural, o el triunfo de la económica de mercado, por mencionar algunos.  Se hace necesario entonces un giro en la forma cómo producimos conocimiento a cerca de los fenómenos sociales.

Este giro lo han empezado a hacer ya muchos académicos, quienes por ejemplo, más allá de enfocarse en formular nuevos enunciados generales sobre la forma cómo la globalización transforma la sociedad, se concentran en revisar minuciosamente las tecnologías, infraestructuras e instituciones desde las cuales este tipo de conceptualización, se produce, difunde y reproduce, exponiendo también las formas cómo se resuelven su propias tensiones y contradicciones internas (ver por ejemplo, Global Assemblages).

Es allí, precisamente, en realizar este giro, en donde pensar carnaval puede ayudarnos. Pensar carnaval significa jugar y explorar con las categorías que durante tanto tiempo han gobernando nuestro propia forma de producir conocimiento. Significa pensar por fuera de la rigidez impuesta por la división disciplinaria y aventurarnos a examinar la forma cómo estamos entendiendo los problemas de nuestra propia realidad, y sobre todo significa, cómo ante la falta de alternativas y las respuestas ya sabidas o agotadas, podemos pensar en algo diferente. Tal vez, antes de de aventurarnos a dar nuevas respuestas todo lo que aspire pensar carnaval sea a replantear nuevas y mejores preguntas para dar respuesta a nuestras propios problemas.  (ver por ejemplo, Conscripts of Modernity)

Por ahora quiero sugerir esta forma de pensar, pensar carnaval, como una forma de liberación y de producción colectiva creativa.  Creo que allí radica nuestra verdadera fortaleza para aportar al conocimiento. Sin circunscribirnos a la rigidez del pensar disciplinario, una división que por demás está cuestionada.  Pensando bajo nuevos referentes en donde el individuo o el interés individual, sean sólo una de las variables a considerar, y en donde lo colectivo sea también re significado. Pensando con la mirada enriquecedora que da el pensar desde diferentes sexos, es decir, desde una mirada transgenérica. Pensando horizontalmente, es decir, dando igual importancia al modelo de racionalidad occidental, y a otras formas de producción del conocimiento igualmente válidas, desde la música y el folclor, la literatura y el baile.  Finalmente, es recuperar lo anecdótico y trivial como elementos válidos para la construcción del conocimiento.

 

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