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Nubarrones cambiarios

La escalada del dólar a más de $2.800 ha dejado desconcertados a todos los analistas económicos, quienes suponíamos que el problema no pasaría de los $2.600 o $2.700. Ello indica que el mercado cambiario está recogiendo señales más profundas de preocupación, en medio de los mensajes tranquilizadores del ministro de Hacienda. Llama la atención la bonanza de inversiones del Gobierno Nacional en pleno para Barranquilla anunciadas en el pasado fin de semana, cuando a la vez se anuncian recortes de $5 billones de pesos en la inversión pública nacional para el 2016. En otras palabras, si la economía se desacelera, pues ya el FMI estima nuestro crecimiento para el 2015 en un 3%, cuando apenas un año antes se hablaba de un 4,5%, el Gobierno estaría enfrentando la crisis con las políticas pro-cíclicas de austeridad que ya han fracasado en Europa.

La bonanza de las materias primas demandadas por la economía china ya terminó, como lo señala la revista The Economist. En muchos países creyeron que el desarrollo capitalista llegaba con los mercados de grandes superficies y centros comerciales. Mientras hubiese auge económico por la economía minera, el consumo doméstico respondía en la demanda interna. Eso ha terminado. Toca por tanto volver a los fundamentales de una economía: el desarrollo industrial y agroindustrial, así como el desarrollo agropecuario. El problema no se resuelve solo con construcción de vías, viviendas y educación: se hace necesario tener una política industrial y agropecuaria, que cuide los eslabonamientos y complementariedades, evite las aperturas indiscriminadas y sepa insertarse en forma inteligente en la globalización. En Colombia, a pesar de los Pipe´s no hay realmente una política industrial de fondo. El ministro de Hacienda ha dicho que el alza del dólar no debe preocuparnos. Llevará al ajuste doloroso y necesario de nuestro sector exportador e importador. Por esa vía, se supone que exportaremos más manufacturas,  productos agroindustriales y productos agrícolas. El problema es que una devaluación excesiva resulta también peligrosa. Hay un ambiente de fragilidad internacional con la caída de la bolsa de Shangái luego de la burbuja inmobiliaria china, la crisis griega que solo ha sido aplazada por la terquedad alemana, además de las amenazas de alzas en las tasas de interés de la Federal Reserve de Estados Unidos. Estos factores generan presiones hacia la tasa de cambio en todos los mercados del mundo. Pero en Colombia ha sido más fuerte.  Vienen cayendo las exportaciones de petróleo y carbón, y  también el flujo de inversión extranjera. Ello aprieta el cuello del saldo de la Balanza de Pagos, erosionando nuestro nivel de divisas, con huecos de 5.000 millones de dólares apenas en cuatro meses. De seguir así, ¿qué pasaría a fin de año? Se nos dice que las exportaciones no-mineras tendrán que reaccionar. Pero si recordamos la condición Marshall-Lerner, sabemos por teoría económica que el éxito de una devaluación depende de las elasticidades del sector externo, las cuales por ahora no son muy favorables. El efecto “J” nos puede ampliar el hueco en los próximos meses. Hay que amarrarse los cinturones.

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