Nuevamente, un colombiano del pueblo como Egan, nos ha puesto a soñar y a estar orgullosos de nuestra condición de colombianos, aunque su triunfo haya opacado, por el despliegue de los medios, las tremendas movilizaciones del pasado viernes contra los asesinatos de los líderes sociales, donde también ganamos la copa del mundo con  el asesinato de 229 líderes –según Indepaz– desde que comenzó este gobierno  y 627 desde que se inició el acuerdo de paz. En este país de malas noticias, donde de remate se nos anuncia que los colombianos, de nuestros impuestos, debemos pagarle a la banca $1,2 billones que financió de “buena fe” a los ladrones de Odebretch y Corficolombiana, sin antes saber cuánto nos deben pagar ellos por multas y sanciones, lo de Egan es apenas un bálsamo en nuestra alma de colombianos.

Ya empezó otro tour: la lucha por la democracia local, donde se enfrentan equipos en condiciones muy disparejas, pues algunos candidatos se vienen con el apoyo de los grupos económicos locales, en curiosas alianzas políticas. En el país se está conformando un nuevo frente nacional, donde confluyen los partidos del régimen (Centro Democrático, Liberales, Conservadores, La U, Cambio Radical y otros) que pugnan por defender el status quo de esta Colombia desigual y para ellos maravillosa, versus el resto de las fuerzas democráticas, de centro izquierda e izquierda, que desean reformas de fondo que le apunten a un país mas igualitario.  En el sector defensor del “régimen”, como decía Álvaro Gómez, confluyen matizaciones diversas, contradictorias frente al proceso de paz y otros aspectos, pero el fin de las alianzas es mantener el poder.

En el Atlántico, el liberalismo claudicó, después de tres gobernaciones exitosas con sus baches, y le entrega el poder a Elsa Noguera, designada en el binomio de los “ungidos” por el clan dominante de la política y la economía local.  Elsa dice que su candidatura se la pidió la gente, pero tendría uno que ser cándido para creer esa historia. Fue escogida por el jefe del clan para dar el golpe final al poder local. Pasan a manejar más de $4,5 billones de presupuesto. Son hegemónicos. Quien no esté con ellos, será excluido de todo contrato o nombramiento. Por las sobras, se pegan, lo que queda del conservatismo, el de Cepeda, o el ya decaído de Gerlein con su firma constructora en problemas. Lo mismo le pasa al sector de Name con su poderío contratante ya en decadencia. Para la alcaldía, da risa ver al candidato Pumarejo, de la alcurnia local,  invitándonos a comprar en el mercado, rodeado de vendedores, en su baño de popularidad.

Pero hay otros jugadores que han inscrito sus listas. Tanto a Gobernación o a la Alcaldía, propugnando por opciones que refresquen esta hegemonía asfixiante.  Dependerá de sus propuestas, sus campañas y su valentía, atreverse a desafiar tal imperio local, en una carrera bien desigual. El clan local se ve sólido. Pero si uno lee la columna de María Jimena Duzán “Establecimiento en ascuas” en Semana  del 7 de julio, toda la estructura tiembla. Para rematar, Gustavo Duncan en su columna del 26 de julio /19 de El País, titulada “nuevos clanes”, señala los peligros de estos nuevos grupos, donde en lo local hay desafíos presupuestales futuros bien serios a pesar de lo que digan los escribidores locales. Los atlanticenses y barranquilleros decidirán si quieren seguir bajo la nueva  servidumbre en nombre del “progreso”.