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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Los redentores

No puedo compartir la opinión de quienes consideran que vivimos en un momento terrible y que todo va mal.

Hace apenas un siglo, una insignificancia para la vasta escala de la historia, no era fácil pensar en un futuro prometedor. Mientras en 1918 la Gran Guerra seguía enlutando al mundo mediante nuevas y variadas formas de aniquilamiento, en una instalación militar de los Estados Unidos empezó a notarse una gripa con especial capacidad de contagio e inquietante letalidad. En cuestión de días más de quinientos hombres cayeron enfermos, en un evento que generalmente, aunque con las ineludibles imprecisiones humanas, se establece como el inicio de la gran epidemia de influenza, que adquiriría luego el injusto nombre de gripe española. Así que imagínense el panorama: ya era suficiente la lidia contra morteros, gas mostaza, hambre y miserias económicas, como para que a un virus invisible se le ocurriera venir a rematar la faena. Aquello tenía pinta de Apocalipsis.

Algunos cálculos establecen que la gripe española reclamó veinte millones de muertos en algo más de dos años. Para que podamos poner en contexto esa cifra, la pandemia que estamos viviendo nos ha costado hasta ahora tres millones de muertos, en un planeta que ha cuadruplicado su población. Una mejora relevante. Desde luego, estas observaciones no le restan importancia al impacto de la covid-19 en nuestras vidas, sobre todo porque todavía no sabemos cómo va a terminar todo esto ni qué consecuencias conllevará. Pero me parece que, a diferencia de los augurios de aquellos días de guerra y pandemia, debemos permitirnos más optimismo, reconociendo con convicción que el mundo es ahora un lugar mucho mejor.

No puedo compartir la opinión de quienes consideran que vivimos en un momento terrible y que todo va mal. Parafraseando a Borges creo que nos tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir; una frase que siempre he ubicado a medio camino entre el pragmatismo y la esperanza. Al final cada época tiene sus apuros, pero así ha sido siempre y así siempre será. Lo que encuentro pernicioso es escudarse detrás de las dificultades para ignorar o menospreciar las evidentes mejoras que hemos logrado, no solo limitadas a las regiones más prósperas, sino que se extienden a todos los rincones del planeta. Es necio desconocer que con el paso de los años, también en nuestra atribulada Colombia, con todas las carencias y problemas que seguimos teniendo las personas han ido mejorado poco a poco sus niveles de vida.

Para cualquier individuo con ánimo redentor resulta muy útil pintar un presente catastrófico: solo de esa manera su redención se justifica. Porque no se trata de mejorar lo que hay, la idea suele ser arrasar y empezar de nuevo. En nuestro país abundan esos personajes, incendiarios y exagerados, buscando los réditos del desespero y de la angustia. Vienen desde la derecha y desde la izquierda, de todos los lados, siempre con alarma y presagios, avivando el miedo y la rabia. No los menciono porque no les quiero dar importancia, pero sospecho que el lector los imagina: es esa gente que parece disfrutar cuando tenemos algún retroceso, reventando cualquier intención de mejora que no encaje con sus planes. A cuidarse de ellos.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 29 de abril de 2021