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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Sin empatía

Ahora más que nunca es necesario que mantengamos algo de coherencia y unidad entre los ciudadanos y sus dirigentes.

Que un concejal haya decidido celebrar su matrimonio en Cancún, acompañado de sus amigos, colegas y uno que otro político local no debería ser noticia: siempre que se enmarque dentro de la ley, cada quien puede hacer con su dinero y con su tiempo lo que le parezca. Sin embargo, en el caso de los servidores públicos hay momentos que reclaman una lectura más profunda de las circunstancias, de tal forma que sus actuaciones atiendan y honren las responsabilidades y deberes de sus cargos, justificándose con mayor razón el escrutinio si son funcionarios elegidos por medio del voto popular. En este sentido, lo que resulta más relevante de todo este asunto no es, como dije, el relativo lujo del festejo, sino la lamentable coincidencia de ese acontecimiento con el incremento de los contagios y las muertes que nos está dejando la tercera ola de la pandemia en nuestra ciudad. Un acto que cuesta mucho comprender y que en el mejor de los casos puede entenderse como una imprudencia, síntoma de una notable falta de empatía con los barranquilleros.

El Concejo es un cuerpo colegiado que hace parte de la administración distrital, por lo tanto es también corresponsable de su devenir. Sus miembros son elegidos democráticamente por los ciudadanos, depositando en ellos cierto grado de confianza para que en alguna medida equilibren la toma de decisiones del alcalde, tratando de mitigar así escenarios despóticos. Se supone que un concejal se preocupa por quienes lo eligieron, está atento a lo que sucede con ellos y trabaja para su bienestar.

Cuando Barranquilla está pasando por un momento tan crítico, con tantos sobresaltos y tanta penuria, no es coherente que sus dirigentes tengan siquiera el ánimo para destapar botellas y celebrar nada. No es que no puedan, es que moralmente no es aceptable. Si a uno se le está quemando la casa no decide poner música y bailar, se dedica a apagar el incendio, a salvar a su gente y a tomar las medidas que sean necesarias para que la pérdida sea mínima. Las celebraciones vendrán después, si es que queda disposición para ello.

En esta ciudad mucha gente ha tenido que aplazar o cancelar sus momentos significativos. Matrimonios, bautizos, primeras comuniones, cumpleaños; cualquier tipo de agasajo ha pasado a un segundo plano, bien sea por actitudes responsables o por pérdidas cercanas. Roza lo ofensivo que un servidor público decida ignorar el dolor de los ciudadanos que lo eligieron para darle paso a un festejo personal y que además lo exhiba en sus redes sociales. Es como comer ostentosamente frente al hambriento.

Creo que el punto es claro. Insisto, no hay nada ilegal en el acto, pero valdría la pena que nos explicaran qué los motivó a comportarse así, si no se les ocurrió que su actitud les mina la credibilidad y la confianza; que nos cuenten por qué tanta desconexión con la realidad de los barranquilleros, tanta insensibilidad. Quizá en las improbables respuestas a estos mínimos interrogantes encontremos alguna justificación. Ojalá así sea, porque ahora más que nunca es necesario que mantengamos algo de coherencia y unidad entre los ciudadanos y sus dirigentes.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 8 de abril de 2021