Historia sucinta de la figura y evolución económica de

Barranquilla y 
su influencia en el resto de la región. 

 

Inicios y primera autonomía

Desde mediados del siglo xvii el caserío conocido como Barranquilla en el partido de Tierradentro en la provincia de Cartagena, surgido por la reunión de gentes de un pueblo de indios y de varias encomien- das, creció espontáneamente a orillas de un antiguo caño tributario del Magdalena llamado de la Tablasa. Sus moradores se dedicaban a la ganadería, la agricul- tura y la fabricación de canoas y se especializaron en la actividad del transporte y el comercio por el río en canoas, bongos y champanes1. Según el censo de 1778 contaba apenas con 2676 habitantes. No tenía mayor compromiso con un pasado de abolengo colonial y su importancia administrativa como una capitanía aguerra2 era menor. Antes bien, por estas circunstan- cias fue lugar favorito de tránsito de contrabandistas y tratantes que fondeaban en la cercana ensenada de Sabanilla y pasaban al poblado para embarcar por el Magdalena sus mercancías hacia el interior del reino, debido a lo cual constituían el dolor de cabeza de las autoridades provinciales. 

Creada la república de Cartagena en 1811, los habitan- tes de Tierradentro se mostraron decididos partida- rios del nuevo Estado; la capitanía aguerra se convir- tió en guardián del límite norte del río Magdalena, que marcaba la frontera con la Provincia de Santa Marta, y en sitio donde Cartagena colocó fuerzas sutiles para proteger su tránsito fluvial. Al sur, Mompox, principal puerto sobre el Magdalena hacia el interior del país, completaba la línea de defensa en lo que se llamó la "línea del Magdalena". En 1812 se desató la guerra en- tre Cartagena y Santa Marta, en la cual los habitantes de Barranquilla y Tierradentro tuvieron importante figuración. La manzana de la discordia fue el derro- camiento de la junta patriota en Santa Marta y la ne- gativa de los samarios a enviar diputado al congreso de las Provincias Unidas. Para presionarlos Cartagena empezó a apretarlos económicamente. Puso un im- puesto ad valorem a todos los productos que entraban o salían de la provincia y ubicó un retén de aduanas en Barranquilla con un número de embarcaciones ar- madas para controlar la vía interna hacia Santa Mar- ta. Retén que fue una talanquera para el contrabando que entraba por esta ciudad y por Riohacha, se trans- portaba a través de la Ciénaga Grande y sus caños comunicantes hacia el Magdalena y allí se embarcaba para el interior del país.

En la guerra contra los realistas de Santa Marta, Ma- nuel Rodríguez Torices, presidente del Estado cartage- nero, organizó una expedición militar al mando del coronel francés Pierre de Labatut para someter a la provincia vecina. El ejército del Magdalena, como se le llamó, estaba integrado por fuerzas sutiles: bongos y piraguas armados, y por tropas de Barranquilla y de Santo Tomás en el partido de Tierradentro. Se distin- guieron por su valor y patriotismo, especialmente en los combates de Sitio Nuevo, Remolino, Palmar de Va- rela, Santo Tomás y el caño del Guaímaro. En premio a su valor, mediante decreto del 3 de abril de 1813, la Cámara de Representantes de Cartagena, por solicitud del presidente Torices, le otorgó a Barranquilla la cate- goría de Villa, capital del departamento de Barlovento, creado por esa misma norma, con todas las prerrogati- vas establecidas en la ley, y le diseñó escudo de armas. El decreto correspondiente fue promulgado por el pre- sidente en el cuartel general del Ejército de Observa- ción, en Barranquilla el 7 de abril de 1813. Eusebio Ma- ría Canabal fue nombrado corregidor de Barranquilla. 

 

Reconquista e independencia

Restablecido Fernando vii en el trono español, en 1814 armó la mayor expedición militar que jamás se había enviado a América (10.000 hombres de tropa y 1.492 barcos, entre naves de guerra y transportes), coman- dada por el general Pablo Morillo, excombatiente en las guerras contra Napoleón Bonaparte, para recon- quistar su imperio ultramarino3. Cooperaron en la in- vasión contingentes militares granadinos y venezola- nos. Desde los primeros días de abril de 1815 el capitán general del reino (el virreinato había sido suprimido por la regencia), Francisco de Montalvo y Ambulodi, estacionado en Santa Marta, reunió un contingente de más de 400 hombres, dirigido por 11 oficiales al man- do del capitán Valentín Capmani, cuyo objetivo fue "hacerse dueño de las aguas del expresado río Magda- lena por fuerza de armas, en términos que pierdan la superioridad que hasta este momento han mantenido en él los rebeldes con sus buques de guerra. Para con- seguirlo es preciso apresar o destruir sus fuerzas ma- rítimas de cualquier modo y manera que sea posible"4. Capmani debía atravesar la Ciénaga Grande y aden- trarse por el caño Clarín para salir al Magdalena y ba- jar hacia Barranquilla, donde los cartageneros man- tenían una importante fuerza sutil. Las instrucciones eran tomarse el pueblo por sorpresa para apoderarse

de los buques, los cuales debía enviar a Ciénaga o que- marlos en caso de que esto no fuera posible, "en térmi- nos que no les quede uno sobre el agua"5.

Contraviniendo órdenes, el español no atacó por sor- presa sino que fondeó sus buques en las cercanías y envió tres parlamentos invitando a la rendición y ofreciendo perdón, pensando tal vez que así lograría mejores resultados. Barranquilleros y soledeños con- testaron el primer mensaje con tácticas dilatorias, alegando que tenían que consultar con el gobierno de Cartagena, y los siguientes con bala y metralla noche y día desde el 22 de abril. El día 25 Capmani atacó con toda su fuerza, y después de nueve horas de combate, en que los pobladores y las tropas de Bolívar, que ha- bían quedado en la provincia después de que este par- tió para Jamaica, lucharon calle por calle y casa por casa; se tomó el fuerte de Sabanilla y entró a saco en la villa, incendiándola hasta sus cimientos. "Al ataque fue que acabó de manifestar este pueblo su entusias- mo y decisión de sacrificarse por sus ideas"6, escribiría, no sin cierta admiración por los bizarros defensores, en su informe a Montalvo. De Barranquilla Capmani siguió a Barranca y prosiguió a inutilizar el Canal del Dique con troncos y ramas, para impedir que saliera cualquier buque de Cartagena a auxiliar a Mompós, atacada por las tropas de Ignacio de la Rus.

Cartagena y su provincia sufrieron el mayor sacrificio del país por su apego a la libertad. Su población fue diezmada y dispersada, su clase dirigente liquidada y su economía destruida. La ciudad amurallada su- frió un pavoroso asedio por mar y tierra durante 106 días, en los cuales perdió la mitad de sus habitantes, muertos por las bajas de guerra, el hambre y las epide- mias. La provincia soportó el incendio y la rapiña de sus poblaciones —se conocen documentos de 17 po- blaciones incendiadas, entre ellas Barranquilla—, la destrucción de sus cultivos y ganados y la pérdida de la tercera parte de sus habitantes. Durante 1816, Pablo Morillo con su ejército de invasión consumó la toma de la Nueva Granada.

Cartagena y su provincia quedaron nuevamente suje- tas a la corona borbónica hasta 1820 y 1821, cuando el Estado español rindió la plaza fuerte a las tropas co- lombianas comandadas por el general Mariano Mon- tilla y en el mar por el capitán José Padilla7.

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