Por Omar David Álvarez
Periodista
odalvarez@uninorte.edu.co

En territorios vulnerables de la región Caribe se implementa un proyecto que apoya la formación de una cátedra de la paz en las escuelas.

Transformar territorios vulnerables a través de una cultura de paz involucrando a escuelas, familias y comunidades fue el reto que, junto a otras instituciones locales e internacionales, asumió el Instituto de Estudios en Educación (IESE) de la Universidad del Norte. Así nació el proyecto Educación para la paz, que a través de la pedagogía social busca implantar un modelo educativo en favor de la reconciliación entre las escuelas del Caribe colombiano.

El proyecto “Educación para la paz en las instituciones educativas y comunidades vulnerables de la región Caribe”, financiado por Colciencias, inició con una etapa exploratoria de diagnóstico para entender la dinámica social del posacuerdo en la región. “A través de esa primera etapa queríamos conocer la conflictividad percibida por las comunidades más vulnerables de la región, ya que no había muchos estudios sobre ese periodo específico”, explicó Francisco Del Pozo, profesor del IESE, líder del proyecto y experto en pedagogía social.

Según el investigador, el impacto generado por las grandes desigualdades y violencias estructurales es lo que dificulta la construcción de una cultura de paz. “No se puede hablar de paz cuando la educación, el desempleo, la desnutrición infantil y el desplazamiento forzado siguen haciendo parte de la realidad social de muchas comunidades”, acota.

Del Pozo se ha caracterizado por ser un líder que llama a la cohesión de quienes desean trabajar por un propósito común. Al proyecto se sumaron instituciones como la Universidad Libre, seccional Pereira, y otras a nivel internacional como la Universidad Castilla de la Mancha y la Universidad de Granada a través de su Instituto de la paz y los conflictos.

El proyecto se implementó en 13 instituciones educativas de siete departamentos de la región Caribe: Atlántico, Córdoba, Magdalena, Cesar, Bolívar, Sucre y Guajira. La selección se realizó a partir de unos criterios de inclusión que identificaban aquellas comunidades educativas y sociales de la región en cuanto a riesgo, vulnerabilidad, discriminación étnica y exclusión social, así como haber sufrido la violencia sociopolítica.

La etapa de diagnóstico identificó aquellos temas particulares que necesitarían apoyo por parte de los profesionales, priorizando tópicos en cada uno de los territorios. De esta forma se concluyó que la pedagogía debe centrarse en construcción de memoria histórica, diversidad y pluralidad, resolución pacífica de conflictos, dificultad social y apoyo escolar en general; todo apuntando al fortalecimiento del programa de gobierno, por medio de la cátedra de la paz, que fue reglamentado por el decreto 1038 de 2015 y que obliga a todas las instituciones educativas de preescolar, básica y media a impartirla.

“Una de las respuestas más repetitivas que encontramos era que no había una formación específica para que los docentes dictaran la cátedra de la paz en los colegios, y lo hacían basados en suposiciones”, manifestó Del Pozo. A través del proyecto se buscó educar a los docentes en los componentes que dictamina la cátedra.

 

 

De la investigación a la acción

Inquietos por trascender una investigación fría que se queda en caracterizar la realidad, los académicos decidieron actuar y acompañar el proceso con las comunidades desde el modelo de investigación-acción. Esto dio paso a la segunda etapa del proyecto, la de formación, que se llevó a cabo a través de un diplomado de 120 horas impartido a docentes, coordinadores académicos, de convivencia y rectores.

El diplomado acogió a 30 docentes de la región y desde una metodología participativa se formularon estrategias para que cada uno las llevara a sus colegios y pudieran replicarlas. El proceso fue acompañado por todo el equipo de investigación del IESE. “El trabajo permitió que los mismos docentes valoraran lo que ya estaban realizando e identificaran las oportunidades de mejora que tenían. Se diseñaron los lineamientos de trabajo en sus instituciones para poder articular la estrategia desde lo escolar, las acciones con la familia y la gestión comunitaria”, explicó Del Pozo.

El contenido del diplomado respondió a los lineamientos establecidos por el decreto que reglamenta la cátedra de la paz: pedagogía social y educación social; cultura y filosofía de paz; diversidad e inclusión; convivencia y resolución pacífica de conflictos; protección y desarrollo cultural y natural sostenible.

Al final, el proyecto brindó acompañamiento en cada uno de los municipios, priorizando aquellos temas en los cuales se precisaba de mayor ayuda; uno de los temas más solicitados fue la formación en diversidad, acorde con los datos que indicaban, entre otros, discriminación a mujeres y población LGBTI.

El trabajo en las zonas intervenidas también sirvió para realizar talleres de reconocimiento de capacidades para articular el trabajo de la comunidad con entes oficiales como alcaldías, gobernaciones y otros organismos de protección social del Estado. “Muchas veces ocurre que las herramientas están dispuestas, pero nadie capacita a la comunidad y sus líderes para poder utilizarlas o acudir a ellas, por eso fue fundamental la formación en esta área”, explicó Del Pozo.

La evaluación del proyecto mostró que el 64 % de los docentes calificaron el diplomado como una estrategia completamente adecuada para abordar los problemas hallados en el diagnóstico inicial. Además, lo aprendido sirvió para mejorar la capacidad instalada en el liderazgo de la construcción de una cultura de paz y satisfizo las necesidades de formación de los docentes para diseñar e impartir de forma adecuada una cátedra de la paz en sus municipios.

La investigación dejó a su paso una metodología de trabajo que puede ser replicada en otros municipios y colegios del país. A nivel de impacto en la comunidad, el diplomado dejó experiencias como la primera “Feria de la paz”, en Valledupar, que incluyó a población civil, alcaldía y gobernación en un proyecto de socialización a nivel de ciudad. La feria demostró el trabajo colaborativo entre familias, escuelas y comunidades para poder configurar una nueva historia en la construcción de cultura de paz en la región Caribe.