CON RAFAEL RICARDO TORRESTRÓPICODELHIELOAL

Por Ángela Posada-Swafford
Asesora editorial de Intellecta
y miembro de la I y III expediciones científicas de Colombia a la Antártida

 

Investigación asociada al grupo Geociencias - GEO4.

El exdirector del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas y profesor de oceanografía en Uninorte, hace un análisis del rol de Colombia en la Antártida y sus aportes a la ciencia.

 

Hace cuatro años, en febrero de 2015, Colombia dio sus primeros pasos antárticos, con una simbólica ceremonia sobre una playa de nieve y rocas de basalto en la Isla Rey Jorge, dentro del archipiélago de las Islas Shetland del Sur, frente a la península antártica. Esa emotiva e inolvidable Expedición Caldas fue nuestro bautizo de hielo, una bien encaminada campaña de exploración científica, tecnológica y diplomática de tres meses que abrió los ojos de la comunidad polar internacional hacia el país. Abrió también las puertas a los investigadores nacionales, dándoles un vehículo para iniciar la búsqueda de respuestas a algunas de las preguntas más urgentes sobre el séptimo continente, su marcado efecto en el planeta y en Colombia, y nuestra adaptación a él.

Desde entonces, el Programa Antártico Colombiano con la coordinación de la Comisión Colombiana del Océano, el impulso de la Armada Nacional, la participación de investigadores de diversas disciplinas y universidades del país, y la valiosa cooperación de al menos diez naciones amigas dentro del Tratado Antártico, no ha hecho sino afincarse en el hielo. Colombia, que es signatario del Sistema del Tratado Antártico desde 1989, espera ser declarado Miembro Consultivo en un futuro no muy lejano. Para esto debe demostrar que está embarcada en proyectos científicos serios y consistentes.

Uninorte lleva poniendo su grano de arena desde la primera expedición, con el trabajo oceanográfico del doctor en Ciencias del Mar Juan Camilo Restrepo López a bordo del ARC 20 de Julio. Y desde comienzos del año pasado, con el trabajo del doctor Rafael Ricardo Torres, profesor de Oceanografía, exdirector del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas (CIOH) de la Armada Nacional, y director científico de las II y III expediciones antárticas colombianas.

El bulto del trabajo polar de Colombia se está llevando a cabo en el área de la península antártica; por un lado, es la zona más cercana a Suramérica, y por otro, es el punto del globo que más rápidamente se ha venido calentando desde mediados del siglo pasado, y donde se están dando los cambios más drásticos, incluyendo la gran disminución en el hielo marino durante temporadas cada vez más cortas. También es el sitio de mayores precipitaciones antárticas (cada vez cae más nieve porque hay más humedad en la atmósfera); el lugar donde existe una mayor retracción de los glaciares, y el punto donde más seriamente están colapsando las barreras de hielo, esos bastiones de cientos de metros de altura que sirven como muros de contención al hielo terrestre que constantemente busca caer al mar.

Es por esto que las aguas localizadas alrededor de este delgado brazo son una especie de bola de cristal del futuro. Un futuro en el que las repercusiones del colapso del manto de hielo se sentirán en el mundo entero, especialmente en las regiones tropicales del planeta, incluyendo las costas Pacífica y Caribe colombianas. Entonces, aunque el continente blanco esté geográficamente lejos, el mar y la atmósfera lo atan a nuestro país con lazos palpables no solamente biológicos (las ballenas), sino físicos y oceanográficos.

Si Colombia puede contribuir en algo al estudio de las ciencias polares, es justamente en el crucial análisis de estas teleconexiones entre la Antártida y los trópicos. De ahí que las expediciones a bordo del buque ARC 20 de Julio se han concentrado en explorar los estrechos de Gerlache, Bismark y de Bransfield, tres interesantes cuerpos de agua localizados al este de la península antártica, que tienen una salida directa al gran océano Austral y a las poderosas corrientes que bañan las costas de Suramérica.

▲ EL ARC 20 de Julio, construido en Cotecmar, es el buque antártico colombiano, adecuado para aguas polares
Foto: Armada Colombiana

 

Según el profesor Rafael Torres, en esos estrechos pasan cosas interesantes desde el punto de vista oceanográfico. Como también lo es el mismo Mar del Sur o Austral.

“Allí en el Mar del Sur nace el oleaje que termina afectando el Pacífico colombiano, como claramente demostró la oceanógrafa Ana Lucía Caicedo, del CIOH en Tumaco”, dice el oceanógrafo. “Los grandes vientos del sur forman enormes trenes de olas llamados oleaje de fondo (en inglés swells) que viajan desde las aguas polares australes y llegan a afectar el Pacífico colombiano de gran manera”. Difícil pensar en un enlace físico más íntimo y directo que ese entre nosotros y la fría Antártida. Parafraseando a los filósofos chinos, si el aletear de una mariposa puede causar un huracán en el otro extremo del mundo, cuando una ballena bate la cola allá abajo, puede crear un tsunami en Nariño.

No es fácil hacer ciencia en la Antártida. Allá abajo el hielo se atraviesa en todas partes, el frío cambia las propiedades de los materiales, el clima pasa de perfecto a espantoso sin anunciarse, el viento entumece los sentidos, la luz constante del verano austral manda al traste el reloj interno de la gente, y los largos meses de relativo aislamiento y privación sensorial juegan con las mentes más equilibradas. Personalmente recuerdo las peripecias de Ana Lucía y de su equipo de investigaciones para colocar las pesadas boyas bajo condiciones de viento y mares menos que ideales.

 

UNINORTE ESTÁ IDEALMENTE POSICIONADA PARA ESTE TIPO DE ESTUDIOS QUE EXIGEN CONOCIMIENTOS SOBRE LA LITÓSFERA, HIDRÓSFERA, ATMÓSFERA Y BIÓSFERA, QUE ES CRUCIAL PARA SABER QUÉ PASA EN EL PLANETA

 

El misterio de las masas de agua

“Otra conexión física que nosotros estudiamos es algo que los oceanógrafos conocemos como masas de agua”, continúa Torres. “Se forman a partir de tipos de agua que adquieren unas características muy especiales cuando están en superficie. Y en la medida en que viajan desde donde se forman, esas características tratan de mantenerse, y por eso se les puede hacer seguimiento. En la Antártida, por el frío extremo, se forman masas de agua de alta densidad. Cuando esas masas empiezan a fluir hacia el norte, ellas se van profundizando. Y reciben nombres: el Agua Intermedia Antártica y el Agua Profunda Antártica, por ejemplo, que llenan gran porcentaje de la parte profunda de todos los océanos del planeta”.

El objetivo es entender cómo son esas masas de agua, cómo se comportan en Gerlache y en Bismark, dice el profesor. “Nos llama la atención que aunque esos estrechos están conectados entre sí, sus masas de agua son muy diferentes, seguramente por su conexión a diferentes cuencas, la topografía del fondo marino y por el efecto del viento sobre el agua, que impide que estas dos masas de agua se mezclen mejor. Pero especialmente nos interesa estudiar el fenómeno porque ya está demostrado que tanto en el Pacífico, como en el Caribe colombiano, tenemos Agua Intermedia Antártica. Por lo tanto, cualquier cambio en las propiedades de este tipo de aguas que se dé en la Antártica, finalmente podría afectar también las costas colombianas”.

Y si este tipo de agua cambia su densidad, esto genera cambios en el nivel del mar. “Mi principal campo de estudio es nivel del mar en el Caribe. Y me meto en este tema antártico para poder entender un poquito mejor lo que está pasando y lo que va a pasar debido a estos cambios en la densidad del agua de mar en la Antártida asociados a la variabilidad climática del planeta”. Es pura cuestión de química y temperatura: el hielo es agua dulce, se derrite encima del mar salado y cambia la personalidad, o las propiedades de esa agua localmente. Eso a su vez afecta el motor invisible que sube y baja las masas de agua como ascensores inmensos en los dos polos del planeta; la llamada circulación termohalina, que distribuye el calor entre el trópico y las regiones polares.

Es pura cuestión de química y temperatura: el hielo es agua dulce, se derrite encima del mar salado y cambia la personalidad, o las propiedades de esa agua localmente. Eso a su vez afecta el motor invisible que sube y baja las masas de agua como ascensores inmensos en los dos polos del planeta; la llamada circulación termohalina, que distribuye el calor entre el trópico y las regiones polares.

“Por eso es tan interesante ver cómo es el comportamiento de esas masas de agua”, asegura Torres. “De hecho, en resultados preliminares podemos ver que en el verano del 2017 el agua superficial en estos estrechos fue más caliente comparada con la observada otros veranos. Por ejemplo, cuando comparamos esa temperatura con la medida en estaciones realizadas hace 20 anos por otras expediciones, se nota un aumento de más de 0,5°C en la temperatura de la capa de mezcla en el 2017. Este aumento de temperatura en el océano está asociado con un aumento en el derretimiento de los glaciares que se extienden hasta el océano, lo cual a su vez acelera el derretimiento de los mantos de hielo antártico”.

Hay otro aspecto que a Torres le parece importante a la hora de hacer cálculos sobre el efecto de un deshielo antártico podría tener en los trópicos. Se trata de un curioso fenómeno conocido como “rebote isostático”. En otras palabras, que el hielo pesa y ejerce presión sobre las rocas del ‘sótano’ del continente; y que cuando se remueve ese peso, las rocas comienzan a esponjarse, recuperando su elasticidad, elevando la altura de un continente.

“Entonces, el nivel relativo del mar no va a afectar tanto allá en las zonas polares. Sin embargo, ese efecto de rebote no se va a dar en los trópicos, los cuales van a seguir a la misma altura, pero sí se les va a adicionar agua a las cuencas oceánicas, por lo que el nivel del mar les va a subir: un efecto que podría ser mayor en los trópicos que en los polos”.

En otras palabras, la idea es aprender lo que sucede a nivel global, para poder entender lo que sucede a nivel local.

"ESTÁ DEMOSTRADO QUE TANTO EN EL PACIFICO COMO EN EL CARIBE COLOMBIANO, TENEMOS AGUA INTERMEDIA ANTARTICA. POR LO TANTO, CUALQUIER CAMBIO EN LAS PROPIEDADES DE ESTE TIPO DE AGUAS QUE SE DÉ EN LA ANTÁRTICA, FINALMENTE VA A AFECTAR TAMBIÉN LAS COSTAS COLOMBIANAS"

Trabajar con humildad

Trabajar con humildad “Estamos trabajando con esos datos que trajimos de la primera y tercera expediciones para publicar un artículo en la prestigiosa revista indexada Deep Sea Research acerca de ese comportamiento de las masas de agua en estos estrechos. Es un esfuerzo en conjunto entre Uninorte, con la Armada Nacional, la Escuela Naval y la Dirección General Marítima. Pero como colombianos nos estamos acercando al tema con humildad porque lo primero que hay que aclarar es que no es fácil para investigadores de nuestro país publicar sobre la Antártica porque no es nuestro medio. No obstante, monitorear estos temas nos permite entender lo que están haciendo los expertos mundiales, e incluso interactuar con especialistas de países que llevan décadas estudiando la misma región y obtener de ellos formas de ver las cosas bajo otro prisma. Pero sabemos que de grano en grano se puede llenar una bolsa”.

Por otro lado, el Programa Antártico Colombiano busca a futuro poner una base permanente en la Antártica. Y, mientras continúa el esfuerzo Grupo de investigadores de la I Expedición Científica de Colombia a la Antártida sacando una muestra del fondo marino. Foto: Ángela Posada-Swaffordpor conseguir el apoyo político-financiero para ella, lo cierto es que esta investigación será una importante ayuda a la hora de analizar cuáles son las áreas donde más interés de conocimiento tiene el país. Porque poner una base de investigaciones, como ya la tienen Ecuador, Perú, Uruguay y, naturalmente, Argentina y Chile, no es hacerlo al azar. “No es ponerla donde uno quiera, sino escoger el mejor sitio desde el punto de vista logístico y científico. Y buscar qué brechas de conocimiento existen donde tal vez Colombia pueda aportar ayuda. Estamos hablando de un futuro a 5, 10, 15 años”.

Según Torres, Uninorte está idealmente posicionada para este tipo de estudios, donde es necesaria la interacción trasversal de conocimientos en las cuatro esferas que es crucial dominar para saber lo que pasa en el planeta: la litósfera (o geósfera), la hidrósfera, la atmósfera y la biósfera.

atmósfera y la biósfera. “Quienes trabajamos en investigación producimos información para la toma de decisiones. Ojalá que los políticos y la sociedad revisen estas investigaciones y empecemos a trabajar en estos temas, de forma transversal. Por ejemplo, que otras facultades de Uninorte se unan al departamento de Física y Geociencias para profundizar en el estudio multidisciplinario (enfoque legal, económico, social, etc.) de cómo estos cambios en el océano van a afectar a Colombia. Nuestra investigación desde el área de las geociencias debe ser un insumo para que como colombianos nos alistemos para mitigar los impactos que va a tener el cambio climático en nuestro país”.

▲ El profesor de oceanografía de Uninorte Rafael Torres, fue director científico de las II y III expediciones antárticas colombianas.
Foto:Archivo personal

 

Uninorte, presente en la Antártica

Uninorte participó en la Primera Expedición Antártica de Colombia, en el verano austral 2014-2015, con Juan Camilo Restrepo López, ahora director del departamento de Física y Geociencias, embarcado en el buque ARC 20 de Julio. Ahora, la conexión antártica se refuerza con Rafael Ricardo Torres, profesor de Oceanografía, exdirector del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Caribe, CIOH de la Dirección General Marítima, y director científico de las II y III expediciones antárticas colombianas.