La pandemia nos evidenció lo necesario que es entender cómo viajan los microorganismos por el aire si queremos prevenir riesgos de contagio en hospitales, casas y hasta espacios abiertos, como rellenos sanitarios. Un conocimiento que han adelantado quienes estudian la calidad del aire de las ciudades.

Responsive Image
Dayana Agudelo Castañeda fue una de las primeras barranquilleras en usar tapabocas cuando se desató la pandemia de COVID-19 y una de las últimas en dejarlos a un lado. Digamos que fue el precio de saber tanto sobre cómo viajan las partículas en el aire. Como ingeniera ambiental e investigadora de la Universidad del Norte, había dedicado varios años a estudiar la calidad del aire en las ciudades. Eso significa que sabía muy bien como el SARS-CoV 2 podía cabalgar y viajar entre otras micropartículas hasta terminar en el fondo de nuestros pulmones.

“A nivel personal la pandemia fue un momento de mucho estrés. Como expertos en aerosoles —mi esposo también trabaja en este campo— nos dedicamos a explicar a todas las personas que ciertos tapabocas no funcionaban. Me la pasé explicando ese y otros aspectos de la transmisión aérea de virus a compañeros, estudiantes y vecinos todo el tiempo”, recuerda la profesora Agudelo.
Gran parte de su interés como investigadora ha estado concentrado en “la parte química” de los aerosoles. En la jerga de la ingeniería ambiental, aerosol no es otra cosa que las partículas sólidas o líquidas suspendidas en un gas. Uno de sus primeros trabajos, en colaboración con un grupo de Brasil, consistió en analizar la calidad del aire en la región metropolitana de Porto Alegre. Eso la llevó a estudiar diferentes metodologías para identificar contaminantes en el aire, entre ellas, sustancias cancerígenas. En Colombia, realizó algunas investigaciones relacionadas con contaminación del aire cerca a minas de carbón, puertos y zonas industriales.
Responsive Image

Ojo con las unidades de cuidado neonatal

Hacia 2015, su camino se cruzó con el de Wendy Morgado, microbióloga, con una maestría en medio ambiente y quien adelanta un doctorado en la Universidad de McGill en Canadá. Si hasta ese punto a la profesora Dayana le había interesado “la parte química” de los aerosoles, a su colega le había interesado la otra mitad de esta historia: “la parte biológica”, los microorganismos, virus, bacterias y hongos, e incluso polen, capaces de viajar por vía aérea.
Responsive Image

En este gráfico se pueden comparar los diferentes tipos y tamaños de partículas biológicas que pueden viajar por el aire: proteínas, virus, bacterias, esporas de hongos y polen. Tomado de Environmental Pollution.

Tras unir esfuerzos y talentos, junto con un grupo de colegas de la Universidad de la Costa, Uninorte, Universidad Metropolitana, Universidad Libre y la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, se aventuraron a estudiar la resistencia a los antibióticos de bacterias transportadas por el aire en las unidades de cuidados intensivos neonatales de dos hospitales de Barranquilla.

“Las partículas en el aire durante largos períodos de tiempo pueden tener efectos adversos profundos en la salud humana”, reflexionaban las científicas en un artículo publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health en 2019, “los bioaerosoles liberados de las superficies terrestres y oceánicas pueden transportarse a largas distancias y hasta altitudes muy altas, es decir, entre continentes y más allá de la troposfera”.
Esa investigación les reveló un panorama que muchos médicos ya sospechan, pero del que no siempre tienen la evidencia a la mano: existen concentraciones de “bacterias viables”, que pueden causar enfermedades, en el aire de las unidades de cuidado neonatal. “Nuestra investigación identificó algunas de las especies que se consideran patógenos agresivos y altamente peligrosos para la salud de los recién nacidos, y se considera que son capaces de causar infecciones respiratorias, casos de neumonía e infecciones de la piel y los ojos”, anotaron.

“Ahora se ha despertado un gran interés en estos temas, pero hace unos años casi nadie apoyaba estas investigaciones”, se lamenta la profesora Morgado. Un problema asociado a la falta de investigación y mejor información es que no existen estándares claros ni normatividad para los hospitales y otros lugares de riesgo.

Los bioaerosoles liberados de las superficies terrestres y oceánicas pueden transportarse a largas distancias y hasta altitudes muy altas, es decir, entre continentes y más allá de la troposfera”.

Algo flota en el aire de los rellenos sanitarios

Luego de poner la lupa en las unidades de cuidado neonatal, las dos investigadoras apuntaron la mirada hacia un relleno sanitario, a donde cada día van a parar cerca de 2000 toneladas de desechos. Querían entender el riesgo ocupacional al que se enfrentan los trabajadores por exposición a bacterias resistentes a antibióticos en bioaerosoles.

En diciembre de 2021, en la revista Environmental Pollution, publicaron los resultados del trabajo demostrando concentraciones altas de bioaerosoles bacterianos en todos los días de muestreo. Un asunto preocupante es que encontraron estas bacterias asociadas a los tamaños de partículas más finas, las que tienen diámetros de 1 a 5 μm, que son justamente las que pueden adentrarse por las vías respiratorias hasta el fondo del tejido pulmonar, los alvéolos y bronquios terminales. 

“Hasta donde sabemos, esta es la primera evaluación integral de riesgos de un relleno sanitario en un país en crecimiento”, escribieron las autoras y consideraron que sus hallazgos “denotan una posible amenaza para la salud humana”.
Responsive Image

2000 toneladas
de desechos diarios.

Un efecto positivo de la pandemia

“La pandemia ha hecho que la gente le ponga más atención a esta problemática”, reflexiona la profesora Dayana. “Ha hecho que los hospitales sean más precavidos con la contaminación de aerosoles. Antes se concentraban en desinfectar solo superficies porque se creía que la mayoría de infecciones intrahospitalarias ocurrían por tocar elementos y contacto a menos de dos metros de otras personas. Pero la pandemia nos ha recordado que eso no es así”.

Con la intención de seguir ampliando este campo de investigación, Wendy Morgado ha enfocado su doctorado en técnicas moleculares para analizar el material genético, ADN y ARN, de microorganismos en muestras tomadas en diferentes escenarios ambientales. Esto acelera los procesos de identificación y amplía el espectro de las especies que se pueden detectar. También dice que el campo se está moviendo no solo a la identificación de especies resistentes a medicamentos, sino también al estudio de los genes mismos de la resistencia.

Así comienza un segundo round entre microorganismos resistentes y humanos, en el que seguiremos intentando esquivar a los primeros. Para ganar esta batalla, como lo demuestra el trabajo de estas investigadoras, la información será esencial para nosotros.
Dayana Agudelo Castañeda
Dayana Agudelo Castañeda, profesora investigadora
de Ingeniería Civil y Ambiental de Uninorte.