EDICIÓN 002

EL MATEMÁTICO QUE BUSCA ENTENDER

LA NATURALEZA
QUE NO SE VE

 

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Por: Adriana Chica
Periodista
chicaa@uninorte.edu.co

¿Es posible estirar y deformar un vaso como si fuera de plastilina hasta convertirlo en un plato, pero sin cortarlo o pegarle nada, y estudiar las propiedades de ambos objetos como equivalentes? Suena como una fantasía, pero para un matemático es perfectamente posible. La rama que lo hace se llama topología algebraica, y por lo general se la representa con la famosa imagen de la cinta de Möbius, un objeto continuo que solo tiene una superficie y un borde. Por supuesto, la disciplina de la topología es mucho más compleja que eso. Durante más de 20 años, el investigador y profesor de matemáticas Bernardo Uribe Jongbloed se ha dedicado a ella con el deseo incansable de saciar su curiosidad.

“Lo que me preocupa a mí es intentar descifrar los acertijos de la naturaleza que aún están sin resolver. Los fenómenos naturales están allí, lo que pasa es que son microscópicos”, dice Uribe. Para el matemático suena sencillo. Pero un tablero lleno de números y letras que parecen convivir en desorden, colgado en una pared de su oficina en el departamento de Matemáticas de la Universidad del Norte, muestra lo contrario.

Se dice que dos cosas son topológicamente equivalentes cuando al deformar una se obtiene otra con formas distintas. Así, por ejemplo, se pueden manipular las puntas de un triángulo para transformarlo en una circunferencia. En geometría son dos figuras diferentes, pero en topología son equivalentes. “La topología algebraica es el estudio de posibles tipos de espacios que tengamos en el universo matemático, que en ciertas dimensiones es lo que se puede ver en espacio-tiempo”, explica Uribe.

Son acertijos altamente complicados. Pero en eso, justamente, consisten las matemáticas; ellas se nutren de lo que ni siquiera sabemos que existe. Contrario a lo que se aprende en la escuela, esta ciencia no depende de conceptos ya establecidos. En las matemáticas hay todo un mundo inexplorado que él busca descubrir.

 

“La gente piensa que nosotros pasamos repitiendo fórmulas que ya sabemos, y que no sirven para nada. Que no producimos nada útil”. Si se erradicara esa percepción errónea, quizás habría más matemáticos. “Y no se imaginan la felicidad gigantesca que es alcanzar a conocer un poquito de ese universo”, agrega. Pero hasta hoy, en Colombia parece que quienes se dedican a las matemáticas llegaron a ellas casi que por casualidad. Como lo hizo él.

La matemática como opción de vida

La materia nunca fue un dolor de cabeza para Uribe en su colegio, en Bogotá. Era el mejor de la clase, pero hasta entonces ni se había dado cuenta de lo que eso significaba. Ni siquiera sabía que se podía estudiar una carrera profesional en matemáticas. En octavo grado representó a su institución en las Olimpiadas Colombianas de Matemáticas, y así empezó a dibujar su camino.

Esa vez no pasó de la segunda ronda, pero al año siguiente estuvo entre los 30 mejores del país. Y en décimo entró al equipo que fue a las Olimpiadas Iberoamericanas. Tenía solo 16 años, y fue la primera vez que salió del país. En el proceso tomó clases de nivelación y refuerzo de conocimientos, dictadas por estudiantes de Matemáticas de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional y profesores de la Universidad Antonio Nariño. Ahí supo que podía dedicar su vida a los números. “Eso fue revelador. Descubrí que podía conseguir empleo y que había un mundo gigantesco por explorar en investigación; lo que antes era inexistente para mí… y para mis papas”.

Estudió el pregrado en la Universidad de los Andes con una beca. Luego hizo una especialización y un doctorado en la Universidad de Wisconsin, Madison; y un posdoctorado en el Instituto Max Planck para Matemáticas en Bonn, Alemania. Actualmente es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, una de las entidades científicas más destacadas del país; que anteriormente lo había escogido como el mejor matemático joven de Colombia (menor de 40 años), distinción que dan cada cuatro años. Además, obtuvo Mención de Honor en el Premio Nacional de Ciencias de la Fundación Alejandro Ángel Escobar en 2014.

Educación mal diseñada

Pero esos “son un montón de títulos que nadie sabe qué son”, dice Uribe. El largo camino recorrido lo devolvió a un salón de clases, y es ahí donde está la real recompensa. Desde 1998 es docente universitario, actividad que alterna con su mayor pasión: la investigación. Desde 2014 se vinculó al cuerpo de docentes de la Universidad del Norte.

“En Colombia no existe el trabajo de investigador, nadie se dedica solo a eso. Uno investiga y da clases a la vez. Esa no era mi meta, pero era la única forma de seguir haciendo lo que me gusta”, afirma. Con el tiempo, la percepción cambió. “Uno se da cuenta de la importancia de ser maestro; parte de la capacidad de entender las matemáticas es poder explicarlas”.

El trabajo es un reto constante, pues aún muchos jóvenes se deciden por una carrera para no ver matemáticas. De entrada, el profesor Uribe lucha contra un estigma que, según dice, se sostiene sobre bases mal diseñadas en el sistema educativo nacional. “El contenido en matemáticas que se enseña de manera oficial en los colegios de Colombia es equivocado. Se viene haciendo lo mismo desde hace 30, 40 años”, enfatiza.

Jugar cartas, ajedrez, billar, armar rompecabezas, resolver acertijos, analizar procesos lógicos, eso es matemáticas, pero se diluye en los currículos en medio de la “pelea de X contra Y”. El concepto sobre esta ciencia es erróneo para el común de la sociedad. “No es más que la abstracción de cualquier concepto que podamos mejorar, optimizar”.

Interrogantes de la vida diaria lo evidencian: si vas a pintar una habitación, ¿cuántos tarros de pintura necesitas?; si hay que llenar una piscina una vez por semana, ¿cuánto va a aumentar el recibo mensual del agua? “Si solucionan esos pequeños problemas cotidianos, entendieron matemáticas”, eso es lo que concebimos como usar y enseñar matemáticas.

Y la dificultad en la educación superior no es no entender las fórmulas de la secundaria. “Las bases se enseñan, el lío es no enseñar a los jóvenes a pensar”. Teniendo en cuenta esta situación, Uribe trata de hacer sus clases lo más agradables posible. Emula las prácticas de los grandes maestros que tuvo durante su formación: ser amables, explicar hasta la mínima cosa y motivar.